Capítulo 20

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Mi padre despotricó y reprendió mis "irresponsables y frívolas decisiones" todo el camino a casa. Pensó que por ir con él, había elegido a la familia, y ahora era seguro regañarme y dejarme saber lo que pensaba de mi pequeña "excursión" desaprobada.

No discutí. Tampoco le hice caso. Simplemente me quedé mirando por la ventana a los árboles que pasaban zumbando mientras nos dirigíamos a nuestra remota casa en las montañas, pensando en _______. Su padre era también uno de los ancianos. ¿La recibirían con los brazos abiertos cuando regresara a casa, o el alivio inicial a su regreso giraría rápidamente al desprecio como había hecho mi padre? El pensamiento de eso me dio ganas de llorar, y no pude evitar la vaga sensación de que la había abandonado.

Una vez que estuvimos en casa, mi padre quiso que yo fuera a la cocina para que pudiera seguir dándome lecciones sobre mis acciones precipitadas, pero me llevé una mano a la frente.

—No me siento bien —mentí—. En realidad estoy exhausta. ¿Está bien si me voy a dormir y continuamos más tarde?

Y puse mi otra mano en mi estómago para recordarle los resultados de mi celo.

Su rostro inmediatamente se suavizó un poco, y asintió, luego me dio una palmadita en el hombro.

—Ve a descansar. Hablaremos en la mañana.

—Gracias, padre —le dije, y escapé a mi apartamento.

Las cosas estaban tal como las había dejado, mi ropa todavía desbordante en mi cesto. Mis sábanas revueltas, no era de hacer mucho la cama. Y una fina capa de polvo lo cubría todo. Arrojé mi mochila y me fui a mi cama, acurrucándome y tirando de las mantas sobre mí. Traté de no sentirme perdida y miserable.

Intenté... y fracasé.

Quería a _______ aquí conmigo. Tal vez eso era egoísta, pero no me importaba. Me sentía perdida y triste sin ella a mi lado. Y pensar que había creído que traerla a casa arreglaría todos mis problemas. Qué tonta. Parecía que había creado aún más problemas. Infeliz, me acurruqué bajo las mantas y me quedé mirando fijamente mi teléfono, deseando que sonara.

Debo haberme quedado dormida, porque cuando me desperté sobresaltada, estaba oscuro afuera. Me froté los ojos, preguntándome por qué había despertado, y bostecé, mirando a mi alrededor.

Un ruido provino de mi ventana, y abrí las cortinas.

_______ estaba allí, agachada, tratando de abrir mi ventana desde el otro lado, con el ceño fruncido de concentración.

La felicidad se disparó a través de mí, y no pude resistir el chillido de placer que surgió de mi garganta.

Ella me devolvió la sonrisa y apuntó a la ventana, indicándome que debía abrirla.

Ah, por supuesto. La descorrí y abrí, y _______ se deslizó dentro, todo brazos y piernas delgadas. La devoré con la vista, dándome cuenta de que ella se había duchado desde que la había dejado en el aeropuerto, y su cabello estaba peinado, su ropa nueva. Su rostro lucía hermoso. Era como si ella se estuviera convirtiendo en una persona completamente diferente ante mis ojos.

Y yo... no estaba segura de cómo me sentía por eso. La salvaje _______ había sido todo mía. ¿Esta nueva, domesticada, todavía me quería?

Como si de alguna manera pudiera sentir la preocupación dentro de mí, _______ me tomó en sus brazos y comenzó a besar mi rostro.

—Ah, Bills, te extrañé.

Sonreí a eso, contenta de escuchar que no era la única que se había sentido de esa manera.

—También te extrañé —le dije, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura y sosteniéndola cerca.

—¿Cómo sabías dónde estaba?

—Recordé la casa de tu familia —me dijo—. Una vez que llegué aquí, fue fácil para mí seguir tu olor. —_______ me sonrió—. Todo lo que tuve que hacer fue buscar el más delicioso olor femenino que nunca he encontrado y seguirlo hasta aquí.

Mis manos corrían sobre ella, descubriendo los cambios. Toqué su mandíbula suavemente, su ropa nueva, todo.

—Tus padres... ¿estuvieron felices de verte?

—Al principio —dijo—. Después conseguí el mismo sermón de "has sido exiliada" de ellos. Como si no fuéramos adultos consintiendo. —Puso los ojos en blanco—. El consejo de ancianos va a esperar una semana para decidir mi destino.

—¿Una semana? —Odié el pensamiento de su tortura siendo extendida por tanto tiempo—. Pero... no entiendo. Podrían simplemente reunirse esta noche y terminar con esto. ¿Por qué no lo hacen?

—Bueno, eso es fácil —dijo _______, rozando el dorso de sus dedos a lo largo de mi mejilla—. Quieren hacernos sudar, para que entonces recordemos cómo es desobedecerlos y nunca hacerlo otra vez.

Fruncí el ceño ante eso. Sonaba como algo que mi padre podría hacer. Jesús. El consejo de ancianos era como tener la desaprobación de cinco padres en lugar de solo uno.

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