Capítulo 8

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Para mi alivio, _______ regresó unas horas más tarde.

El oso se movió con pesadez como si nada hubiera sucedido, y justo afuera del pequeño círculo de mi campamento, se agachó y comenzó a cambiar en su forma humana. Saqué su ropa por ella, y tan pronto como cambió a humana, comenzó de inmediato a vestirse.

Intenté no quedarme mirándola mientras lo hacía, pero fallé.

_______ era hermosa. Joven, fuerte y deliciosa. Mis hormonas cantaron en respuesta cuando su atención se fijó en mí, y las firmes líneas de su mandíbula se tensaron. Su nariz parecía dominar su rostro, un poco demasiado larga y prominente para hacerlo hermoso tipo modelo, pero me gustaba el aspecto de su rostro.

Me gustaba todo sobre ella. Estaba tan jodida.

Se quedó mirando el fuego, y obedientemente serví lo último de mi café instantáneo en el termo, esperando que el agua se caliente. Leif había acabado con mis lujosos suministros más rápido de lo que había anticipado, pero no me había importado en lo más mínimo. Me daba placer ver la mirada en su rostro cuando redescubría cosas tan pequeñas como las barras de proteínas o incluso un té saborizado. Estaba segura que mucho de ello era de mi enamoramiento por ella, pero era incapaz de oponerme, gracias a mis hormonas calientes y enloquecidas.

Sin embargo, _______ permanecía silenciosa. Ambas mirábamos fijamente a mi pequeña fogata, sin decir nada. El débil crepitar de la madera quemándose era el único sonido en el campamento, junto con las distantes llamadas de los pingüinos barbijos. Ya ni siquiera los notaba; evitaban mi campamento. Olía demasiado a depredador.

—Se acerca una tormenta —dijo _______ después de un largo momento—. Una grande. Mucha nieve. Deberías encontrar refugio.

Le eché un vistazo a los cielos grises. Se veían prácticamente igual a los de cualquier otro día aquí. Estaba helado, seco y tempestuoso. Un día típico en la Antártida.

—¿Cómo lo sabes?

Se tocó un lado de su gran nariz.

—La puedo oler. Hay un sutil cambio en la brisa. —Movió la cabeza hacia los pingüinos—. Y ellos están dispersándose, rumbo a un refugio.

—Ah. —Si los pingüinos se estaban yendo, eso probablemente era malo.

—Deberías irte —dijo ella.

Eso me hizo enojar. Tal tipo de comentario definitivo. Deberías irte, de hecho.

—Tengo una tienda —dije tercamente—. No voy a ir a ningún lado.

—¿Por qué no?

—Me quedaré aquí hasta que el barco regrese.

—No puedes. No tienes refugio.

—Tengo una tienda.

—Tu tienda no será suficiente. —Hizo gestos hacia la ensenada—. Hay edificios en esa dirección. Si te debes quedar, ve a uno de esos. Te ayudaré a reunir madera. Sin ambos trabajamos en ello, deberías tener suficiente para un pequeño fuego que te mantenga caliente.

¿Si te debes quedar? No suenes tan emocionada.

No pude evitar notar que ella estaba hablando de un fuego para mantenerme a mí caliente, no a nosotras.

—¿Y qué pasa contigo?

—Estaré bien en forma de oso. Estoy acostumbrada a este tipo de cosas. —Miró de reojo—. Tengo una o dos guaridas en la isla por ahí. Son lo suficiente cálidas.

¿Iba a sobrevivir a una gran tormenta en forma de oso?

—¿Cuánto tiempo crees que durará el mal tiempo?

—Unos días. Quizás una semana. Como dije, no es seguro y deberías irte. —Sus ojos grises me observaban cuidadosamente, sin revelar nada.

Sospechaba que si _______ regresaba a la forma de oso por toda una semana, podría no regresar jamás. Su memoria estaba llena de agujeros como estaba.

—¿Por qué estás intentando deshacerte de mí? —pregunté en una voz firme. Dolía que estuviera intentando echarme de la isla. Era casi como si no me quisiera aquí.

Sus ojos grises finalmente mostraron una expresión: sorpresa.

—No estoy intentando deshacerme de ti, Billie. Estoy intentando protegerte. —Me observó verter el agua en el termo—. He sido egoísta y he comido la mitad de tus suministros, y me has estado haciendo ropas de tus propias cosas. No te quedan muchas cosas. Estoy preocupada por tu seguridad.

Tenía razón sobre eso; tenía dos cambios de ropa menos, y menos de la mitad de mi comida. Mi bolsa de dormir estaba tan harapienta y abusada que tenía que sostenerla mientras dormía.

Pero... no quería irme. Iba a entrar en celo muy pronto. No podía llamar a Finneas de vuelta ahora mismo. Si lo hacía, mi primo me tiraría al piso e intentaría aparearse conmigo.

Lo cual sería completamente desagradable para ambos.

—No voy a ir a ningún lado —repetí.

—¿Por qué?

—Mi... proyecto no está terminado. —Tenía que decirle la verdad, pero las palabras no iban a salir de mi boca. No todavía.

—Ningún proyecto es más importante que tu seguridad.

—Tienes razón —dije, pensando en mi primo siendo (escalofrío) abrumado por mi celo de apareamiento—. Por eso me estoy quedando.

_______ gruñó y se puso de pie, caminando de un lado a otro, olvidando el café que había hecho para ella.

—¿Por qué estás siendo tan terca?

—¿Por qué estás actuando como si tuvieras algo que decir en lo que hago? —repliqué.

—Estoy actuando como una persona que quiere emparejarse contigo —me rugió—. ¡Pensé que eso era obvio, Billie!

Me tambaleé, sorprendida por sus palabras... y su enojo.

—¿Emparejarte conmigo?

Se acercó a mí otra vez, arrodillándose a mi lado en su fragmentada ropa dispareja que le había hecho, y su mano acunó mi mejilla.

—Lo que compartimos ayer en tu tienda...

Oh Dios. Probablemente había sido abrumada por mis hormonas de apareamiento. La culpa me inundó.

—Fue solo un baño —dije, sintiéndome entrar en pánico.

—No fue solo un baño —soltó ella—. Te deseo, Billie. Yo...

Me alejé de un salto de ella, calientes y emocionales lágrimas cayendo a mares por mis mejillas.

—Es solo eso —lloré—. En realidad no me quieres. —Era tiempo de decirle la verdad.

—Sí, te quiero...

—No, no lo haces —dije—. No de verdad. Tú quieres a Katja, ¿recuerdas?

Ella vaciló ante mis palabras, y fue como si lo hubiera golpeado. Observé sus magníficos ojos grises dilatarse mientras los recuerdos destellaban a través de su mente.

—¿K-katja?

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Bear Naked (Billie Eilish y Tu) G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora