Capítulo 2

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―Es la Antártida —me dijo por milésima vez a medida que observábamos la isla en la distancia—. Necesitas permiso para ir a cualquier parte, y no tenemos permiso para inmiscuirnos allí.

―Es una isla desértica —le dije—. Simplemente déjame ahí y fingiremos que no sabes a donde me fui.

—Esto es de locos, Bill. Todavía podemos dar la vuelta a la embarcación.

Lo palmeé en el hombro simplemente.

—No podemos dar la vuelta. Y no necesito permiso. No le digas a nadie que estoy aquí y listo.

—Billie —dijo con paciencia—. Vamos. Sé razonable.

—Estoy siendo razonable.

—No, me estás pidiendo que te abandone en una isla remota de la Antártida por las siguientes seis semanas porque quieres rastrear a una cambiadora extraviada con la esperanza de que te fecunde.

—Bueno, cuando lo ves de esa manera...

—Vamos. Tienes que tener opciones.

Lo miré de una manera penetrante, mis manos metidas en los bolsillos cerrándose en apretados puños de terquedad.

—Voy a entrar en celo la próxima semana o la otra, Finneas. Así que a menos que quieras ser un orgulloso papá, esta es la única ruta que tengo.

Se puso pálido ante mi sugerencia.

—Dios, Bill, eso es repugnante.

—Sé que es repugnante —dije, mirando calmadamente a la distante isla nevada—. Esa es la razón por la que lo dije. —Éramos primos, pero nuestras familias eran tan cercanas que habíamos sido criados como hermanos más que como primos. La idea era tan repugnante para mí como lo era para él, pero me estaba quedando sin opciones—. Míralo de esta manera. Soy una cambiadora osa. El frio no me incordiará. ¿Y si consideras que mi temperatura está unos grados más caliente ahora debido al celo? No será un verdadero problema para mí. Tengo suficientes alimentos para dos meses. Hay una base abandonada. Nadie va a molestarme. Y si _______ no está allí, será simplemente un mes solitario para mí y estaré fuera del camino de cualquiera que pueda verse afectado por el celo.

El pobre Finneas seguía sin estar convencido.

Alargué mi mano y le di unas palmaditas a su brazo.

—Estaré bien.

Apartó mi mano.

—Solo, eh, no me toques. La cosa del celo. Hace que las cosas sean... raras.

—Lo siento. Sigo olvidando eso.

—También yo. —Hizo una mueca—. ¿Segura que estarás bien?

—Estaré perfectamente.

Y lo estaría, si _______ de verdad se encontraba en la Isla Media Luna. Lo que recordaba de _______ era vago, pero sí recordaba que se trataba de una chica amable y soñadora. Recordaba cómo adoraba esculpir figuras en madera. Todavía tenía una de esas diminutas figuras que me había regalado. La tenía metida en mi bolso en ese momento. Era un artista. Cortés. Amigable.

Algo que era irónico, porque yo era cascarrabias, intrépida y terca. Suponía que si lo llegaba a encontrar aquí, sería quien se saliera con la suya.

Y si no lo encontraba, bueno, tendría unas lindas y largas vacaciones en solitario... con un vibrador.

Suspiré, mirando a la isla solitaria. ¿Si no estaba ahí? Iba a ser un largo, muy largo ciclo de celo.

Bear Naked (Billie Eilish y Tu) G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora