Capítulo 9

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—¿K-katja?

—Así es —dije, ahogando un sollozo—. Katja. —Arrastré uno de mis bolsos más cerca y saqué la foto que había traído conmigo para este propósito en específico, una foto de una adolescente _______ y Katja, sus rostros presionados juntos mientras se abrazaban. La tendí hacia ella—. Sé que no recuerdas muchas cosas, pero queras recordarla.

Tomó la foto de mí y la miró fijamente.
—Esa es a quien quieres —dije amargamente—. No a mí. Solo estoy aquí manipulándote, coqueteando contigo y haciéndote pensar que me quieres. ¿De acuerdo? Y lo siento. De verdad lo siento, pero quería decírtelo. No es justo, pero pensé que deberías saber. Ella es el por qué estás aquí. ¿Recuerdas ahora?

_______ simplemente se quedó mirando la foto, sin decir nada.

Me apresuré, determinada a sacarlo todo antes de desmoronarme y comenzar a llorar como una chica hormonal a punto de entrar en su primer celo.

Lo cual estaba pasando.

—Katja murió hace dieciséis años —dije suavemente—. Se supone que tú te ibas a casar con ella tan pronto como ambas se graduaran. Pero ella murió, y tú, no lo sé, perdiste la cabeza. Escapaste del clan oso y viniste aquí, y te volviste loca o algo así. Has estado en forma de oso por los últimos dieciséis años, y ella es la razón. Y si no puedes recordarla, mereces recordar al menos eso. —Le di un golpecito a la foto—. Confía en mí. Katja es a quien quieres, y lo siento, pero no soy ella.

_______ muy calmadamente dejó la foto. Se puso de pie, me miró con terribles y torturados ojos. Luego se quitó la ropa improvisada y dejó el campamento, transformándose de nuevo en su forma de oso.

Recogí la foto y la metí devuelta en mis cosas, incapaz de detener los silenciosos sollozos que me sacudían.

Acababa de romper a _______ otra vez. Como una perra, le había hecho recordar a Katja, así no me sentiría culpable sobre su necesidad por mí. Una necesidad que forcé en ella.

Había ahuyentado a _______ una vez más, justo cuando estaba tan cerca de regresar a su viejo yo. Maldición.

•••

No hubo escultura de hielo esa noche.

•••

_______ no apareció a visitarme la mañana siguiente. Eso estaba bien conmigo. Estaba en un humor despreciable, dado que el celo se acercaba y me había peleado con mi mejor oportunidad de alivio a mi miseria. Era penoso, mi cuerpo dolía y estaba sensible a los más mínimos toques, y sin descanso a la vista. Me sentía febril, así que en vez de tomar el consejo de _______ y encontrar uno de los edificios abandonados y llenarlo con leña, hice sopa y me arrastré de vuelta a mis mantas, durmiendo el día entero. Desperté en la noche para ver los cielos claros y completamente nítidos, el aire frío.

Resoplé hacia las intensas estrellas. Tormenta, mi trasero. Ella solo estaba intentando deshacerse de mí, ¿no? Envolviendo mis mantas más apretadas alrededor de mi cuerpo, volví a la cama.

La mañana siguiente desperté... y gemí. Mi cabeza palpitaba y mi cuerpo estallaba ante el mínimo toque. Entre mis piernas, mi piel se sentía como si estuviera palpitando y pulsando. Y dolía profundamente por dentro.

Estaba oficialmente en celo.

Era terrible. Maullé en agonía y jadeé mientras sacaba a rastras las mantas de mi cuerpo. Mis pechos dolían y se hinchaban, así que rocé con la punta de mis dedos mis pezones, siseando ante la sensibilidad de ellos. Todo dolía.

Tenía que hacer algo para tranquilizarme.

Lánguidamente, escarbé en mi bolso, buscando el vibrador que había traído conmigo. Sin embargo, al momento en que lo toqué, siseé. Era de metal, y el metal en la Antártida era una mala idea. Si lo pegaba a mi clítoris, sería el equivalente a pegar mi lengua contra la asta de una bandera.

Maldición, ¿por qué no había pensado en esto?

Gimiendo de agonía, saqué el pequeño kit de primeros auxilios que había traído conmigo. Había llevado algunas píldoras para dormir en caso de emergencia... como en, si no podía encontrar a _______, quizás podría dormir lo peor del celo. Dejé caer dos, las tragué en seco, y me arrastré de vuelta a las mantas. Mis manos automáticamente se deslizaron hasta mi sexo y froté mi adolorido clítoris. Estaba increíblemente escurridiza y mojada, pero ninguna cantidad de fricción podía hacer que me corriera.

Necesitaba aparearme. Esto era peor de lo que había imaginado.

Afortunadamente, las pastillas de dormir hicieron efecto y eventualmente caí dormida, con mis manos entre las piernas.

Incluso mi sueño fue inquieto. Calientes sueños húmedos llenaron mi mente, y _______ protagonizó cada uno de ellos. La cabeza de _______ moviéndose entre mis piernas mientras lamía mi clítoris. Los dedos de _______, empujándose en la hinchazón de mi sexo. _______ arrastrándome sobre mi estómago, jalando mis caderas hacia el aire para así poder embestirme desde atrás. La _______ del sueño fue ruda, pero no me importó. Grité con cada embestida de ensueño, pero nada parecía aliviar el dolor profundamente dentro de mi cuerpo.

—Maldita sea, Billie —gruñó en mi oído—. ¿Por qué tienes que ser tan terca?

El mundo surgió a mi alrededor, y luché por despertar. De alguna manera, mi cerebro estaba confundido, porque podría haber jurado que _______ estaba en mi tienda, levantándome en sus brazos. _______ me envolvió en mi bolsa de dormir y me arrastró fuera de mi tienda, y un estallido glacial de aire congelado me golpeó al rostro.

—Agárrate de mí —dijo _______, y me aferré a ella.
O lo intenté. Las pastillas de dormir eran demasiado potentes y me deslicé de vuelta en la inconciencia.


Se viene lo bueno... 😏

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