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A la mañana siguiente Emilio se me ato más témpano de lo habitual, para darse una ducha y cambiarse. Salió de su habitación directo a la cocina donde ya estaban sus dos padres, saludándolos de inmediato.

— Hola, cariño ¿Ese milagro que no debo ir a levantarte diez veces, para que vayas a la escuela? —preguntó Diana acariciando el cabello de su hijo a manera de gesto.

— Joaquín pasará por mí y como no me dijo a qué ahora quise estar desde témpano listo, no quisiera hacerlo esperar —musitó el rizado, comenzando a disfrutar del desayuno que le preparo su madre.

— ¿Me lo vas a presentar? ¿Verdad hijo? —preguntó Diana, muy emocionada, recibiendo una mala mirada de su esposo.

— Ya lo conoces mamá, no es necesario la presentación —dijo Emilio.

— Pero solo lo vi como un momento, yo quiero conocer a mi yerno, así que cuando llegue quiero que lo hagas pasar —pidió Diana— No me harán cambiar de opinión —volvió a hablar, al ver como iban a reprochar.

Justo en ese momento el sonido de timbre retumbó en toda la casa, rápidamente el rizado camino hasta la puerta, tal como era de esperarse al abrirla estaba Joaquín con una gran sonrisa.

— Hola, lamento el llegar temprano, pero no había tra... —se calló cuando Emilio lo tomó de la cintura y unió sus labios, de inmediato correspondió el beso

— Hola, no te preocupes —murmuró el rizado al separarse del beso, aún abrazando a su novio— Mi madre quiere que entres para conocerte, pero su tú no quieres no hay problema, le invento algo.

— Entonces eso implica que si hablaste con ella —comentó el castaño, viendo cómo su novio asentía— En ese caso quiero conocer a mi suegra.

Emilio se separó del abrazo, para entrelazar sus manos, adentrándose en la casa, caminando directo a la cocina, escuchando un pequeño grito en cuanto entraron.

— Padres él es Joaquín mi novio —dijo el rizado.

— ¡Oh Dios! Es más lindo de lo que recordaba, soy Diana y él es mi esposo Manuel — murmuró, con una gran sonrisa.

— Gracias, es un gusto conocerlos a ambos —susurró el castaño estrechando cada una de las manos a manera de saludo.

— Es tan tierno y se acuerda de mí —gritó Diana con gran emoción.

— Lo sé amor, no asustes al muchacho —dijo Manuel interviniendo.

— ¿Mi niño quieres desayunar? ¿Si puedo decirte así verdad Joa? —preguntó Diana— Y no me digas señora.

— Me puede decir así Diana, no se preocupe —comentó el castaño.

— ¿Quieres desayunar algo? Tengo ya panques preparados, pero si quieres otra cosa dime —murmuró la madre del rizado.

— No muchas gracias, desayune en mi casa —musitó Joaquín, pero al ver la expresión de la señora, cambió de opinión — Pero le aceptó un café.

Los cuatro se sentaron frente a la mesa, todos desayunando mientras que el castaño disfrutaba de su café.

— ¿Quisiera invitar a ti y a tu padre mi niño para cenar? ¿Podrías mañana? —preguntó Diana.

— No tengo problema, pero debo preguntarle a mi padre si tiene tiempo, yo le pregunto y le aviso a Emilio —comentó Joaquín con una sonrisa.

Minutos después el desayuno terminó, la pareja se despidió de los adultos, antes de salir, cuando el castaño iba a subir al lado del piloto, Emilio lo jalo para evitarlo, uniendo sus labios rápidamente, tomándolo de la cintura.

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