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Joaquín debió conducir más de media hora, honestamente no tenía ni la menor idea de a dónde iban, por lo que cuando le dijeron que detuviera el auto de inmediato comenzó a mirar a todos lados.

— ¿A dónde me trajiste? —intrigó el castaño al no ver más que aún par de árboles a su al rededor.

— Lo descubrirás pronto, hay que bajar —musitó Emilio con una gran sonrisa, bajando del auto caminando solo unos pasos para esperar a su tutor, tomándolo de la cintura de inmediato para unir sus labios— Me encanta hacer eso.

— Ya me estoy dando cuenta —susurró Joaquín aun rozando los labios con los del mayor, mientras lo abrazaba por el cuello.

Volvieron a besarse, pero esta vez con más intensidad, al menos hasta que el castaño se separó por completo, solo dejando sus manos entrelazadas.

Caminaron tan solo unos metros hasta que una pequeña colina estaba frente a ellos, se dedicaron una pequeña sonrisa antes de subirla. Una vez arriba cada uno se sentó en el césped.

— Gracias —habló de repente el rizado rompiendo el silencio que llevaba instalado unos momentos, haciendo que de inmediato su tutor lo volteé a mirarlo— Por darme una oportunidad y perdonarme por lo idiota que fui —a completo.

— No he dicho que te perdono —recordó Joaquín soltando una risa al ver expresión del contrario— Primero debes ganarte mi perdón.

— ¿A sí? —intrigó Emilio soltando una risita— ¿Cómo me puedo ganar tu perdón? —intrigó acercándose demasiado al castaño, pero de inmediato se lo impidieron, empujándolo del hombro.

— Ni se te ocurra, debes ser completamente honesto conmigo para poder tener una oportunidad real conmigo, porque si no vas en serio ni siquiera me vuelvas a besar —advirtió Joaquín con una mirada amenazante.

— Está bien cerebrito —comentó el rizado soltando un suspiro frustrado, recibiendo un empujón del contrario— ¿Qué es lo que quieres saber? —preguntó sobrando el área donde le pegaron hace un momento.

— Es obvio que soy el primer chico que te gusto, así que obviamente no preguntaré eso —comentó el castaño, viendo cómo el mayor asentía— ¿Qué te gusta de mí? —intrigó pues en verdad deseaba saberlo.

— La manera en que eres tan inteligente, como dices palabras que no entiendo, también cuando te molestas y me miras amenazantes aunque en realidad no dan nada de miedo —admitió después de quedarse en silencio unos momentos, volviendo a ser empujado por decir lo último— Además me encanta como te pones de puntitas para besarme, la manera en la que me abrazas y por supuesto tus besos.

Joaquín soltó una risita, mientras llevaba sus manos a su rostro para intentar cubrirlo de la intensa mirada que le daba el rizado, además de su gran sonrojo.

Se quedaron viendo unos momentos, al menos hasta que Emilio se levantó en un rápido movimiento, para colocarse en cima de su tutor, dejando a esté completamente acostado en el césped.

— Te quiero, demasiado Joa —admitió el rizado antes de unir sus labios con los del contrario, moviéndolo con suavidad.

El beso aumentó de intensidad, en tan solo unos segundos, cuando sintieron la necesidad de aire, se separaron pero de inmediato Emilio bajo sus labios a al cuello del castaño, escuchando los pequeños suspiros.

— ¡Emi, no debemos hacer eso! —jadeo Joaquín llevando su mano al pecho del rizado intentando apartarlo.

Se separaron aún con las respiraciones agitadas, mirándose directamente, dedicándose una pequeña sonrisa.

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