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Los jóvenes se volvieron a quedar en silencio total, manteniéndose Joaquín en el regazo del rizado, mientras se acurrucaban un poco. Emilio seguía con una gran curiosidad, respecto a quien era Nala, pero prefería no preguntar para evitar volver a ver a su tutor llorar, odio el verlo tan mal.

— ¿Emi? —susurró el castaño levantando un poco el rostro para ver al rizado— Perdón, por mantenerte aquí —intento levantarse, pero se le impidieron.

— No me importa estar conmigo todo el día con tal de verte mejor —admitió Emilio.

— Pero te puedo lastimar tu pie —murmuró Joaquín causando una risita en el rizado.

— Ya no tengo el yeso, ¿no te habías dado cuenta? —intrigó a pesar de ya saber la respuesta.

El castaño giro su cuerpo, hasta poder ver donde se supone que estaba a el yeso, notando que ya no estaba; causando que se sonroje, por lo distraído que fue.

— Lamento el ser tan tonto —musitó Joaquín.

— No digas eso, es normal que estés muy distraído por lo de la muerte de Nala y todo eso —dijo Emilio, acariciando un poco la espalda de su tutor intentando reconfortarlo un poco.

— ¿Cómo te fue en el doctor? ¿Podrás jugar? —preguntó el castaño con una pequeña sonrisa, al ver asentir al contrario sonrió por completo, mostrando su alegría— Muchas felicidades.

— Gracias Joa, ¿puedo preguntarte algo? —susurró Emilio, el menor asintió— Si te molesta responderme, no lo hagas, quiero saber ¿quién era Nala? ¿Una amiga? ¿Familiar?

— Te sonará ridículo, que me ponga así por un animal, pero Nala estuvo conmigo desde niño, yo la vi crecer desde cachorrita, vivimos tantas cosas juntos. Se que es ciclo de la vida y que su momento había llegado, pero eso no implica que no me duela —musitó Joaquín volviendo a llorar, siendo consolado por el rizado— Soy ridículo.

— Por supuesto que no, yo llore una semana por una mariposa que cuide solo dos días —admitió el mayor, causando una pequeña risita en su tutor— Mírame —pidió una vez que sus miradas se juntaron lo tomó de las mejillas— Esta bien que llores, el que Nala fuera un animal no es impedimento para amarla, así que desahogarte lo que quieras, yo estaré para apoyarte.

— Gracias Emi —murmuró el castaño, volviendo a esconder su rostro en el cuello del contrario, sollozando un poco.

Se mantuvieron en la misma posición, hasta que el menor dejó de llorar. Por un momento Emilio pensó que se había calmado, cuando bajó su mirada, noto a su tutor profundamente dormido, se le quedó viendo por unos momentos analizando las facciones; pensó en despertarlo, pero primero decidió intente ponerse de pie.

Al final lo logró, con mucho trabajo y estar a punto de despertarlo. Camino al interior de la casa, abriendo la única puerta que tenía un color diferente con gran dificultad, al ver el estilo del cuarto supuso se que era de Joaquín, por lo que con mucho cuidado lo colocó en la cama y con una manta que encontró lo cobijó, para después salir de la habitación.

El rizado bajo las escaleras y al hacerlo se encontró al padre del castaño en la sala, quien lo miraba curioso.

— ¿Y mi hijo? —intrigó Aldo, levantándose del sofá.

— Se quedó dormido, lo deje en lo que creo que es su habitación —contestó Emilio.

— Me alegro de que esté durmiendo, hace semanas que no esta muy bien y ayer solo empeoró todo —habló el padre del castaño, volviéndose a sentar indicándole al joven que haga lo mismo.

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