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Emilio se detuvo un momento, para recuperar un poco la respiración, llevaba más de veinte minutos corriendo, ya no podía más, su tobillo le dolía un poco y le faltaba la respiración.

Aún así el rizado continuó su camino, no iba a darse por vencido, desde el descanso no había podido dejar de contar el tiempo para que el día escolar terminará, así que no era momento de darse por vencido.

Momentos después Emilio por fin llegó a su destino, se tomó un momento antes de tocar el timbre.

La puerta fue abierta por un Joaquín muy sorprendido por ver al rizado parado frente a su casa.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó el castaño, peinando un rizo que había caído en su frente.

— ¿Qué se supone que debo hacer? Fernanda me dio los mufis que sé que preparaste tú, solo que sigo sin entender es ¿por qué no me los diste tú? Se supone que yo debo ser el molesto. —intrigó Emilio.

— No es un buen momento —susurró Joaquín, intentado que el contrario bajara la voz.

— ¿Por qué? ¿Acaso estas con alguien? —mencionó el rizado frunciendo su ceño, mostrando la molestia.

— Dame un momento —pidió el castaño entrando a la casa.

Por más que intento Emilio no pudo quedarse a fuera, empujó la puerta que estaba semi-abierta, encontrándose a Damián hablando con el menor, al parecer despidiéndose.

— ¿Al parecer tenías buena compañía? —dijo el rizado, mostrando su molestia.

— Ahora no —pidió Joaquín acompañando a Damián hasta la puerta— Lamento todo eso, te hablo más tarde para decirte cuando nos reuniremos con mi padre.

— Descuida, yo me disculpo por causarte problemas con tu pareja era lo que menos quería —murmuró Damián.

Se despidieron, el castaño entró de nuevo a la casa, notado que el enojo de Emilio había aumentado aún más.

— Creo que no fue buena idea venir, al parecer se la estaban pasando muy bien —comentó el rizado, señalando los dos platos en la mesa.

— No tan bien como tú con Corni —susurró Joaquín más para sí mismo, pero aun así el mayor lo escucho a la perfección.

— ¿Nos viste? —intrigó Emilio.

— Por favor, toda la escuela te vio, ¿aún así querías que me acercara a darte los mufis por los que me levante temprano? No seas ridículo, tú sabes que ella me detesta y lo primero que haces es irte con ella—dijo el castaño.

— Mira quién lo dice el que me oculta que se reúne a escondidas con su ex, ¿acaso crees que soy estúpido? No creí que fueras así de fácil —reprochó el rizado.

— ¿Te refieres a lo que creo? —intrigó el menor, frunció su ceño.

— ¿Ahora te vas a hacer el digno? —comentó Emilio.

— Eres imposible. Él me pidió que no le dijera nada a nadie, hasta que consiguiéramos los fondos para el proyecto de construir un refugio para gente de bajos recursos. Acudió a mí para ayudarle con la presentación para quienes nos darían el dinero y también para que hablara con mi padre por si quería hacerse cargo de la construcción, lo cual claramente acepto — respondió Joaquín, soltando un pequeño suspiro antes de continuar— Sabes creo que me doy cuenta como eres, siempre te salen las cosas como tú quieres y cuando no es así te afecta tanto.

— No intentes desviarte del tema, tú me mentiste y sin importar la razón debiste decirme. Ayer vine a visitarte y solo te encontré saliendo a no sé que lugar con el idiota de Damián, que no paraba de sonreírte y hasta te abrazo. Así que no vengas con estupideces de que me pongo mal si las cosas no me salen como planeo —gritó Emilio.

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