𝒱𝑒𝒾𝓃𝓉𝒾𝒹𝑜𝓈

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ℑ 𝔡𝔬𝔫'𝔱 𝔨𝔫𝔬𝔴 𝔴𝔥𝔞𝔱 𝔱𝔬 𝔰𝔞𝔶

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Omnisciente

La noticia de que habían atacado a Collin Creevey y de que éste yacía como muerto en la enfermería se extendió por todo el colegio durante la mañana del lunes. El ambiente se llenó de rumores y sospechas. Los de primer curso se desplazaban por el castillo en grupos muy compactos, como si temieran que los atacaran si iban solos.

Ginny Weasley, que se sentaba junto a Colin Creevey en la clase de Encantamientos, estaba consternada, pero a Dakota le parecía que Fred y George se equivocaban en la manera de animarla. Se turnaban para esconderse detrás de las estatuas, disfrazados con una piel, y asustarla cuando pasaba. Pero tuvieron que parar cuando Percy se hartó y les dijo que iba a escribir a su madre para contarle que por su culpa Ginny tenía pesadillas.

Mientras tanto, a escondidas de los profesores, se desarrollaba en el colegio un mercado de talismanes, amuletos y otros chismes protectores. Neville Longbottom había comprado una gran cebolla verde, cuyo olor decían que alejaba el mal, un cristal púrpura acabado en punta y una cola podrida de tritón antes de que los demás chicos de Gryffindor le explicaran que él no corría peligro, porque tenía la sangre limpia y por tanto no era probable que lo atacaran.

—Fueron primero por Filch —dijo Neville, con el miedo escrito en su cara redonda—, y todo el mundo sabe que yo soy casi un squib.

—Técnicamente...fueron por la señora Norris —le había dicho Dakota.

Durante la segunda semana de diciembre, la profesora McGonagall pasó, como de costumbre, a recoger los nombres de los que se quedarían en el colegio en Navidades. Harry, Ron, Dakota y Hermione firmaron en la lista; habían oído que Malfoy se quedaba, lo cual les pareció muy sospechoso. Las vacaciones serían un momento perfecto para utilizar la poción multijugos e intentar sonsacarle una confesión.

Por desgracia, la poción estaba a medio acabar. Aún necesitaban el cuerno de bicornio y la piel de serpiente arbórea africana, y el único lugar del que podrían sacarlos era el armario privado de Snape.

—Lo que tenemos que hacer —dijo animadamente Dakota, cuando se acercaba la doble clase de Pociones de la tarde del jueves— es distraerlo con algo. Entonces dos de nosotros podrán entrar en el despacho de Snape y tomar lo que necesitamos. —Harry y Ron miraron a sus amigas nerviosos—. Creo que es mejor que Hermione y yo nos encarguemos del robo —continuó Dakota, como si tal cosa— . A ustedes dos los expulsarían si los atraparan en otra, mientras que nosotras tenemos el expediente limpio. Así que solo tienen que originar un tumulto lo suficientemente importante para mantener ocupado a Snape unos cinco minutos.

Harry sonrió tímidamente. Provocar un tumulto en la clase de Pociones de Snape era tan arriesgado como pegarle un puñetazo en el ojo a un dragón dormido.

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora