𝒩𝓊𝑒𝓋𝑒

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𝔓𝔬𝔱𝔱𝔞𝔥

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Omnisciente

Su castigo tendrá lugar a las once de la noche. El señor Filch los espera en el vestíbulo de entrada.

Prof M. McGonagall

Era lo que decían las notas que Harry, Dakota, Hermione y Neville habían recibido.

A las once de aquella noche, se despidieron de Ron en la sala común y bajaron al vestíbulo de entrada con Neville. Filch ya estaba allí y también Malfoy.

—Síganme —dijo Filch, encendiendo un farol y conduciéndolos hacia fuera—. Seguro que lo pensarán dos veces antes de faltar a otra regla de la escuela, ¿verdad? —dijo, mirándolos con aire burlón—. Oh, sí...trabajo duro y dolor son los mejores maestros, si queréis mi opinión...es una lástima que hayan abandonado los viejos castigos...colgarlos de las muñecas, del techo, unos pocos días. Yo todavía tengo las cadenas en mi oficina, las mantengo engrasadas por si alguna vez se necesitan... —aunque Malfoy y Dakota eran enemigos, no pudieron evitar compartir una mirada—. Bien, allá vamos, y no piensen en escapar, porque será peor para ustedes si lo hacen.

Marcharon cruzando el oscuro parque. Neville comenzó a respirar con dificultad. Dakota se preguntó cuál sería el castigo que les esperaba. Debía de ser algo verdaderamente horrible, o Filch no estaría tan contento.

La luna brillaba, pero las nubes la tapaban, dejándolos en la oscuridad. Delante, Dakota pudo ver las ventanas iluminadas de la cabaña de Hagrid. Entonces oyeron un grito lejano.

—¿Eres tú, Filch? Date prisa, quiero empezar de una vez.

—Supongo que crees que vas a divertirte con ese papanatas, ¿no? —le dijo Filch a Harry—. Bueno, piénsalo mejor, muchacho...es al bosque adonde irán y mucho me habré equivocado si vuelven todos enteros.

Al oír aquello, Neville dejó escapar un gemido y Malfoy se detuvo de golpe.

—¿El bosque? —repitió, y no parecía tan indiferente como de costumbre— . Hay toda clase de cosas allí...dicen que hay hombres lobo.

Neville se aferró de la manga de la túnica de Harry y dejó escapar un ruido ahogado.

—Eso es problema suyo, ¿no? —dijo Filch, con voz radiante—. Tendrían que haber pensado en los hombres lobo antes de meterse en problemas.

Hagrid se acercó hacia ellos, con Fang pegado a los talones. Llevaba una gran ballesta y un carcaj con flechas en la espalda.

—Menos mal —dijo—. Estoy esperando hace media hora. ¿Todo bien, Harry, Dakota, Hermione?

—Yo no sería tan amistoso con ellos, Hagrid —dijo con frialdad Filch—. Después de todo, están aquí por un castigo.

—Por eso llegan tarde, ¿no? —dijo Hagrid, mirando con rostro ceñudo a Filch—. ¿Has estado dándoles sermones? Eso no es lo que tienes que hacer. A partir de ahora, me hago cargo yo.

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora