𝒞𝓊𝒶𝓇𝑒𝓃𝓉𝒶 𝓎 𝓊𝓃𝑜

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ℭ𝔢𝔡𝔯𝔦𝔠 𝔇𝔦𝔤𝔤𝔬𝔯𝔶

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Omnisciente

Dakota se levantó temprano. Tan temprano que todavía estaba un poco oscuro; sabiendo que la tormenta no la dejaría dormir, se levantó. Se puso una blusa negra lisa con cuello de tortuga, un suéter negro con corazones rojos y rosas, una falda negra ajustada, medias negras y unos botines rojos. Se cepilló el cabello, tomó su abrigo y su bufanda de Gryffindor, los cuales se llevó en el brazo, y salió de su habitación en silencio. Sabiendo que el desayuno ya debería de estar servido, salió de la Sala Común, ignorando a Sir Cardogan, y se dirigió al Gran Comedor, en donde se encontró con Harry. La pelirroja se sentó a su lado.

—¿Nervioso? —le preguntó Dakota, mientras se servía su desayuno.

—Algo

—Te entiendo. Yo también lo estaría con este tiempo —dijo, viendo por los ventanales—. Pero, tranquilo. Lo harás bien —le aseguró.

Pasados unos minutos, llegó el equipo de Quidditch.

—Va a ser difícil —dijo Wood, sin probar bocado.

—Deberías comer, Oliver —le dijo Dakota, mientras le pasaba las tostadas—. No vaya a ser que te desmayes arriba de tu escoba.

—Deja de preocuparte, Oliver —lo tranquilizó Alicia, mientras el mencionado tomaba las tostadas que le pasaba la pelirroja—. No nos asustamos por un poquito de lluvia.

Pero era bastante más que un poquito de lluvia. El quidditch era tan popular que todo el colegio salió a ver el partido, como de costumbre. Corrían por el césped hasta el campo de quidditch, con la cabeza agachada contra el feroz viento que arrancaba los paraguas de las manos.

—¿Creen que puedan jugar en estas condiciones? —preguntó Hermione a Ron y Dakota, mientras tomaban asiento en las gradas.

Ron y Dakota compartieron una mirada.

—Esperemos —contestaron los dos pelirrojos.

Los tres amigos llevaban impermeables rojos. Otros alumnos también llevaban impermeables. De color negro, rojo, etcétera. Y otros llevaban paraguas negros o rojos con dos franjas doradas, representando los colores de su casa. Algunos llevaban carteles con letras, que formaban el nombre de la casa. Otros, hasta llevaban tambores para las porras, que quién sabe de donde habían sacado.

—Hay que ser honestos —dijo Dakota—. Tal vez los de Gryffindor no seamos buenos perdedores, pero tenemos espíritu.

Hermione y Ron rieron.

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora