CAPITULO 5

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EL CORAZON SE ABRE

9:37 A.M.

El lunes era gris, por la ventana veía unas nubes que no transmitían nada de confianza o que un lindo día podía llegar a presentarse. Agarro mi celular para ver la temperatura y no estaba nada fresco, 38° grados. Abro un poco la ventana para sentir la temperatura y era pura humedad.

-Maldición, cuanta humedad.- Solté inconscientemente.

Era temprano y era lunes, muy probablemente hasta las 15:00 no iba a hacer directo por lo que me dispuse a desayunar en un bar cerca de la zona. Me cambié y arreglé un poco, me lavé los dientes y bajé por el ascensor. Una vez afuera vi a lo lejos el local de abue, no sabía qué hacer, si pasarlo por alto o pasar a saludar. La duda me tenía inquieto dando vueltas por mi lugar. Vamos a saludarlo, eso le alegrará el día.

Cuando paso lo saludo.

-Hola abue.

-Eeh, hola Lean, ¿Cómo amaneciste?- Me devuelve el saludo entusiasmado.

-Excelente, ¿Usted?

-Bien, con algo de resaca pero bien.- Me dijo soltando una sonrisa.

-Bueno, me voy a desayunar, lo veo luego.

-Buen provecho, Lean.

-Gracias, abue.-

Una vez que lo saludé metí la mano en el bolsillo para sacar mi celular y resulta que no lo encontraba.

-¿?- Expresé- ¿Mi celu?

Inspeccioné todas las zonas de mi ropa donde pude llegar a haberlo guardado y resulta que nada, no estaba, me lo olvidé en el departamento.

-En serio me olvidé el celu- Afirmé agudizando un poco mi voz.- Esto es extraño.-

Llegué a la esquina de la vereda anterior al bar, miro el semáforo peatonal en frente mío y un movimiento brusco hace que deje de mirarlo para terminar viendo una silueta femenina que invade mis ojos, pensamientos, emociones y cuerpo. Todo el ruido de los autos se transformaron en un sonido cada vez más bajo y casi imperceptible, mi vista se nubló a mis alrededores dejando solo a ella enfocada y digamos que una especie de cámara lenta se activó dejándome observar cada pequeño detalle... Parecía una escena de película.

Su color de piel era rosado, traía el pelo suelto y era lacio de color castaño, las formas de sus ojos eran profundas y de color verde claro y sus cejas finas. Su nariz era pequeña y los labios de tamaño perfecto para lo que era su pequeña boca. Estaba vestida informalmente. Traía puesta una remera de mangas cortas que llegaba justo hasta la altura de su cintura, unos pantalones de tela marca Fila junto a unas zapatillas también marca Fila.

Sentí como se calentaba la zona izquierda de mi pecho, justo en el corazón, erizando mi piel. Entró al bar que yo iba a entrar. Cuando el semáforo peatonal se puso en verde, dándome la orden de poder caminar, crucé la calle y entré al bar. Me senté en una mesa no muy lejos de la barra donde estaba sentada ella.

No le pude sacar ni por un segundo el ojo al espejo que apuntaba a su bello rostro (La parte de atrás de la barra tenía un espejo ultra largo que abarcaba unos cuantos metros de pared).

-Buenos días, bienvenido. ¿Qué va a pedir?- Me dijo el mesero educadamente.

-Hola, buenos días. Quisiera un café con leche con tres medialunas dulces.- Le dije viéndolo a los ojos.

-Enseguida. ¿Algo más?

-No de momento.

Cuando el mesero se fue la chica estaba sentada todavía en la banqueta leyendo algo en el diario. Estaba tomando un café helado, lo noté porque no salía vapor de la taza.

No podía dejar de mirarla, era increíblemente hermosa. Debía acercarme a ella y hablarle antes de que se vaya. Nunca estuve tan nervioso en mi vida. Mientras tomaba mi desayuno le iba echando reojos para ver que hacía o si ya había terminado de desayunar y se esté por ir.

Terminé de desayunar, me dispuse a acercarme y decirle algo. Que nervios...

Me levanté de mi asiento y a medida que me iba acercando pensé en tantas cosas que choqué con la banqueta que estaba ubicada a la izquierda de la chica.

Sin hacer más tonterías me senté al lado de ella, oculté todas mis expresiones nerviosas de la mejor manera posible y pedí un café helado. Mientras lo esperaba ella me dice "Buena elección".

-¿Disculpa?- Dije con los ojos abiertos casi como platos. No esperaba que hablara ella primero.

-Nada. Buena decisión.- Dijo tímidamente con una voz casi de niña. Esa voz me encantaba, era la voz de una niña de nueve años en el cuerpo de una de... ¿Veinte?

-Oh, gracias.- Su timidez me calmó un poco- ¿A vos también te gusta el café helado?

-¿Yo? Yo lo amo al café helado, no sé qué sería de mi vida sin él.- Me dijo con una sonrisa en el rostro.

Solté una pequeña risa- Te entiendo perfectamente.

-Mejor... Soy Addison por cierto.- Dijo con una pausa y estirando su mano- Addison Dutkiewicz.

-¿Dutki qué?- Pregunté arrugando la cara.

Addison suelta una pequeña risa, no era la primera vez que le preguntaban eso.

-Dukievich, se pronuncia Dukievich.

-De acuerdo, Addison Dutkiewicz, yo me llamo Leandro, Leandro Moon.- Tomé su mano para presentarme.

-Un placer, Leandro Moon.

No sé por qué pero eso pasó muy rápido, quiero decir, ya sabemos nuestros nombres y estábamos compartiendo un café juntos. Así sin más. Pasó muy rápido.

-Y dime, ¿El café helado te gusta o solo lo pediste por mí?

Oh no. Hazte el tonto.

-¿Qué dijiste?- Pregunté cuando perfectamente ella sabía que yo la había escuchado.

¡PERO NO TAN TONTO!

-Te vi cómo me mirabas todo el tiempo, esos reojos desde tu mesa no se me pasaron por alto.

Rápido, piensa en algo.

-Me gusta tu acento Mexicano.- Dije para no caer de la vergüenza.

Ella se sonrojó un poco y alcancé a notar sus pocas pecas casi transparentes por debajo de los bordes de sus parpados haciendo unión en su tabique.

-Lo notaste...- Dijo alargando y sonriendo entre dientes-

-No se me pasó por alto.- Le dije recordándole lo que me había dicho hace unos segundos de mis reojos.

-Supongo que estamos a mano.- Encogió sus hombros y me miró a los ojos.

-Esto no fue una lucha pero sí... estamos a mano.- Dije con una sonrisa. 

Desconectado, una mejor vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora