CAPITULO 9

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HEROINA SIN CAPA

Addison Dutkiewicz

MARTES 9:00 A.M.

Estaba en el espejo del baño, no recuerdo bien por qué solo... estaba allí, hablando conmigo misma y pensando en alguien que conocí hace poco. Se escucha tocar la puerta "¿Puedo pasar?" preguntó mi madre.

- Adelante.- Dije sin despegarme la vista del espejo.

Mi madre abre la puerta- Hola hija, ¿Ya sabes que harás con el chico?

Emmm, no.

- Sabes, estuve pensando y quizá puedas llevarlo al restaurante que está en el río colina abajo.- Dice mi madre.

¿Esto acaso se puso romántico?

- ¿Sí sabes que nos vimos una vez?- Volteé mi cabeza para verla- No va a enamorarse en ese restaurante apenas me vea. Además, solo debo devolverle sus cosas y nada más. No es que esto se va a transformar en una historia épica de romance ni nada por el estilo.

- Tienes algo de razón. Pero vi tus ojos mientras me hablabas de él y se nota que algunos sentimientos de no amigos tienes hacia él.- Soltó una risa picarona.

Me miré al espejo y las mejillas algo roja estaban- Bueno, está bien, un poco lindo es..., pero hasta ahí.- Entrecerré los ojos un poco mientras reía de nervios.- Además, él nunca se fijaría en mí...

-Ay ¿Por qué? ¡Sí eres hermosa!- Me dijo señalándome con la mano de arriba abajo.

-No lo sé, tal vez es solo un chico que me prestó algo por pena y nada más.

-Bueno, ignora tus sentimientos, te arrepentirás.- Dijo mi madre con una sonrisa mientras se iba por la puerta.

- Oh sí, ¿cómo ese profesor?

Add, ¿qué delirio acabas de decir?

Mi madre se detuvo inmóvil frente la puerta del baño y la cerró, quedándonos ella y yo ahí. Sus ojos se humedecieron de agua salada, pero estaban almacenadas en ellos sin salir.

Comenzó a mover sus manos mientras me decía -Lo que te hizo ese profesor fue una asquerosidad y una inmundicia, no merecía vivir ese hijo de puta. Por eso nos mudamos aquí, para que no vuelvas a vivir eso otra vez. No hables de eso nunca-más-en-tu-vida.- Largó todas lágrimas de los ojos.

- Ok...- Dije en un susurro- Está bien, perdón.

Mi madre se fue y me llamó a desayunar. Me lave la cara por segunda vez y fui a la cocina todavía con el pijama.

-Buenas señoritas, ¿cómo amanecieron?- Preguntó amablemente mi padre.

-Bastante bien.

-Estupendamente bien.- Dije con una gran sonrisa.

-Esa es la actitud, hija.

Hubo un silencio incómodo después de ese comentario.

-¿Todo en orden?- Preguntó mi padre observándonos a ambas.

-Ese profesor...- Mamá se puso a llorar tapándose la cara.

Mi papá no sabía qué decir, solo se levantó y nos abrazó a mamá y a mí.

-Todo va a estar bien, no se preocupen, ya se hizo justicia.

Ver a mamá llorar me ponía triste, pero no solo me provocaba ese sentimiento, sino que también hacía que mi pecho se cierre y sintiese un vacío enorme el cuál solo se llena mediante la felicidad de mi madre. Lo mismo pasa con mi padre. No sé cómo explicar esta sensación, pero en cualquiera de los casos, es un vacío que te hace sentir liviana como si dentro tuyo no existieran órganos.

Desconectado, una mejor vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora