• IX ~ La Ciénaga •

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"El Dominio está aquí, y te vigila."

Ondolemar.

Evanna Orsirian
Colegio de Magos de Hibernalia

Después de varios días durmiendo en posadas, monasterios, fuertes militares y cabañas abandonadas, echaba de menos mi colchón suave y cómodo del Colegio, mi almohada mullida y mis mantas abrigadas; pero he dormido peor que todos los días anteriores juntos.

Las preocupaciones que tenía ayer en la cabeza se negaban a abandonar mi mente como una colmena de abejas incapaces de separarse de su reina; incluso el resultado de Clarividencia, en lugar de tranquilizarme, solo me hizo ponerme más tensa.

No he parado de dar vueltas en la cama toda la noche. Incluso en un momento dado, tuve que levantarme para ir al cuarto de Vishta-Kai, solo para encontrarlo vacío, con la cama desecha y los estantes desnudos, como si nunca hubiera estado ocupado, como si nunca hubiera estado allí. Como si lo único que me acompañara ahí fuera un vano eco del recuerdo de mi amigo, que se desvanece como un fantasma. ¿Volveré a verlo alguna vez?

Cuando finalmente consigo dormir un poco, el sueño ligero que me invade es rápidamente quebrado por gritos provenientes de la estancia común de los dormitorios. No distingo lo que dicen, pues todos hablan a voces; pero creo distinguir la voz de Bores por encima de todas ellas. Me pregunto cuál será el motivo del tumulto, pero no tardo en levantarme, vestirme y calzarme antes de salir afuera para ver de qué demonios va todo esto. El pendiente plateado sigue en mi oreja como siempre.

Al llegar al Salón de la Conquista, efectivamente, Bores Karadryan junto a su hermana y varios de los nórdicos que ayer molestaban a Tylar están hablando a alto volumen con algunos estudiantes altmer. No es algo común, por lo que no puedo evitar sorprenderme. ¿Qué habrá pasado para que hayan tenido que intercambiar palabras? Como siempre, Tylar Rilynn está sentado aparte, sin participar en la conversación.

Pero lo más impactante de todo es que, en medio de todo el jaleo, se alza una figura cuya presencia en el Salón de la Conquista siempre causa silencios incómodos y no una discusión a gritos. Rinan Enathras, apoyado contra la pared de piedra y de brazos cruzados, contempla a los presentes con esa superioridad que le caracteriza la mirada; parece que no hace caso a nadie, pero realmente está atento a todo sin perder detalle con sus ojos verdes de víbora.

Entonces, cuando me ven aparecer en la estancia, Bores no pierde tiempo y me señala con un dedo acusador.

—¡Es tu culpa, Orsirian! —exclama, haciendo que las cabezas de todos los presentes, nórdicos y elfos, se giren hacia mí.

Siento con especial intensidad la mirada emponzoñada de Rinan, aunque trato de evitar posar la mía en él. Únicamente puedo sacudir la cabeza sin entender.

—¿Qué ocurre aquí? —pregunto.

—¡Pasa que ese guardia rojo que te acompañaba nos ha robado! —inculpa Bores.

Arrugo la frente y echo la cabeza hacia atrás, completamente impactada. ¿Qué Mert ha hecho qué?

—No puede ser... — deniego.

—¡Eso pasa por traer extraños al Colegio! —vocea un estudiante altmer cuyo nombre no recuerdo. Fue de los últimos en entrar.

Varios nórdicos hacen gestos de conformidad ante sus palabras. Pocas veces se les ve de acuerdo con los elfos. Rinan se mantiene callado, sin intervenir, como si el asunto no fuera lo suficientemente importante como para tomarse la molestia de decir nada y, en cambio, dejar que sus lacayos sean los que se encarguen de echarme la culpa.

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