• XII ~ Fe rota •

265 15 26
                                    

"Observa la Ley y conoce la verdad."

Julianos

Mert Al-Hassan
Ustengrav

El camino de regreso parece más rápido que el de ida, y al mismo tiempo más lento. Transcurre en un silencio sepulcral en que el clamor del viento entre los juncos y luego sobre los pastizales cubiertos de hielo, arrastrando polvo y escarcha, no suena más alto que un murmullo.

Sobre una carreta que hallamos por los alrededores, tirada por un tembloroso y casi desvaído de fuerzas Vishta-Kai, viaja el cuerpo de K'Ziav envuelto en la capa que el primero se quitó y que usó para cubrirlo.

Evanna camina a una distancia notoria del grupo.

Al principio del camino, Karan no cesaba de echar vistazos nerviosos en su dirección, pero ahora parece convencida de que no intentará escapar. Tampoco tiene otro sitio adónde ir.

Finalmente, estamos de vuelta de regreso en Ustengrav.

Al bajar las escaleras, Vishta-Kai lleva en los brazos a su ser amado perdido, y desciende lentamente, sumido en un silencio ceremonioso, hasta las puertas del escondite.

Penetramos todos juntos sin decir una palabra, y una vez dentro, Vishta-Kai se separa de nosotros con un solo objetivo en mente. Dar un entierro digno a su compañero. Ninguno le cuestiona, ni se ofrece a ayudar, a sabiendas de cual será la respuesta. Lo mejor es dejarle solo con su dolor.

Evanna ni siquiera le observa apartarse. Ha mantenido la vista en sus pies desde que nos alejamos de Soledad y de los Thalmor. Al llegar al final del pasillo, nos sale al paso un muchacho de más o menos mi edad, con una cuerda en las manos junto a una bolsa de lino, cuyo destino no son sino las muñecas y la cabeza de la joven bretona. Estoy a punto de decir que no será necesario pero, sin decir una palabra ni levantar la vista del suelo, Evanna ofrece dócilmente sus muñecas, las cuales el muchacho ata también en silencio. Y lo último que soy capaz de ver antes de que la bolsa cubra el rostro de la maga son sus ojos huecos y vacíos. Ambos enfilan por los túneles y se alejan de nosotros.

Karan y yo nos quedamos atrás contemplándola marchar, y tras un momento, con un pesado suspiro, casi al unísono, esta me insta a continuar por otro camino, con dirección a Delphine, Farkas y a su tío Vilkas.

—Confío —menciona ella— en que esto sea suficiente para ella.

No le respondo.

Les hallamos en efecto en el mismo lugar en que nos despedimos, la estancia amplia y rocosa en que antes nos hallábamos reunidos, y Vilkas levanta una mirada furtiva en nuestra dirección. Delphine se mantiene de pie al fondo de la estancia. Farkas se levanta y viene en encuentro de su hija.

—Padre —saluda ella, y se reúnen a mitad del camino.

—¿Hubo suerte? —pregunta aquel.

Karan baja un asentimiento. Intuyo que "suerte" no es la palabra que mejor describe nuestro funesto descubrimiento.

—Hallamos lo que fuimos a buscar. Pruebas —disiente ella.

Las miradas de ambos Compañeros se posan sobre mí.

—¿Y la maga? —pregunta Delphine desde la penumbra de su esquina.

Yo traslado un vistazo a Karan, y ella me dedica un asentimiento. Entonces, proceso a la explicación.

• SKYRIM: El Legado •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora