• X ~ Ustengrav •

185 13 70
                                    

"Estás bajo una esclavitud, con la bota de tus congéneres oprimiéndote el pescuezo. Quizá si comprendieras esto podrías ser libre".

Madanach


Evanna Orsirian
Algún lugar de Skyrim

"Ayuda..." "Mert..." "Por favor, ayuda..."

Abro lentamente los ojos...

Y de lo primero que soy consciente es de que no estoy en el pantano. Ya no siento la humedad del aire cenagoso, ni el peso del lodo pegado a mis zapatos, ni el dolor de las mandíbulas del cauro alrededor de mi tobillo... pero la oscuridad es parecida.

Siento algo frío en la parte derecha de la cara y todavía me cuesta enfocar bien a mi alrededor, pero por entre las sombras todavía borrosas de mi visión logro atisbar lo que parece una pared de piedra a rayas y una silueta oscura recortada contra esta... Todo desde una perspectiva extraña. Y es cuando noto el olor de la piedra húmeda y de la brizna seca que me doy cuenta de que estoy tumbada de lado sobre un frío suelo salpicado de paja.

Sacudo la cabeza con fuerza para despertarme del todo y enseguida soy presa de un profundo dolor que me presiona desde la nuca y que casi consigue marearme, producto del golpe que recibí en la ciénaga. Pero cuando voy a llevarme la mano a la zona dolorida, me veo incapaz. Bajo la mirada a mi regazo y contemplo con horror mis manos atadas entre ellas con una gruesa cuerda de cáñamo. El problema ya no es saber dónde estoy, sino darme cuenta de "cómo" estoy: apresada.

—Por fin despiertas.

La voz me sorprende más de lo que pensaba, pues estando como estaba absorta en la situación que me encuentro, no la esperaba, y me veo buscando la fuente de esta mirando en todas direcciones con pupilas temblorosas. Descubro entonces que las rayas que veía en la pared no son sino los barrotes de lo que parece la mazmorra en la cual estoy encerrada y la silueta que al principio solo parecía un borrón ensombrecido poco a poco va tomando volumen y nitidez, tornándose en una figura humana y convirtiéndose finalmente en la imagen de una mujer de unos cuarenta y tantos años que se mantiene de pie junto a la pared, cruzada de brazos. Tiene el cabello rubio salpicado de canas y recogido en una cola de caballo baja, y va ataviada con una armadura de cuero de cuyo cinturón cuelga una espada envainada. Pero lo que realmente me llama la atención de ella es la forma en la que me mira, con unos ojos de un azul tan claro que parece hielo... El mismo hielo con el cual me contempla a través de ellos.

—¿Dónde estoy? — Es lo primero que me veo capaz de preguntar. La voz todavía me suena como un murmullo de recién levantada por culpa del cansancio corporal que todavía arrastro, pero la verdad es que estoy muy despierta.

La mujer descruza los brazos y avanza hacia mí. No reconozco su rostro; no se trata de la misma mujer que vi en La Yegua Abanderada, la misma que nos salvó a mí y a Mert del cauro...

—¡Mert! — exclamo entonces. — ¿Dónde está Mert?

—Aquí las preguntas las hago yo, Thalmor — replica la mujer con severidad, casi con enojo, y la brusquedad de su voz me hace dar un respingo y encoger el cuello. Nunca había escuchado a nadie pronunciado el nombre de la orden altmer con tanto odio.

La mujer se detiene entonces junto a la reja y me contempla desde lo alto. Caigo entonces en la cuenta de que todavía no me he levantado del suelo.

—¿Quién te envía? — me pregunta la mujer. — ¿Valanir? ¿Malesti?

• SKYRIM: El Legado •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora