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Connie no tardó en aparecer, acompañada de Sadie y Lars, que seguramente habían elegido pulseras que combinaban, pues la de Sadie era de color cian y la de las de color magenta. A medida que la tarde iba cayendo y el lugar se iba llenando de gente, también lo hicieron el resto del grupo, integrándose rápidamente a la diversión: juegos de arrojar cosas para ganar premios, falsas gitanas que adivinaban el futuro leyendo una palma de color uva con líneas de imitación, montañas rusas y ruedas de la fortuna.

El plan, de acuerdo a lo que entendía Perla a regañadientes, era que Steven y Connie estuviesen tan cómodos juntos que no se sintieran incomodos respecto al "túnel del amor", un enorme edificio de madera algo maltratado en los detalles pequeños, que tenía un túnel interno de agua dulce por el cual ir avanzando en botes regordetes para dos personas.

Steven y Connie, junto con Kiki y Ronaldo, estaban tratando de ganar un juego donde disparaban agua a la boca irregular de unos coloridos payasos, el que inflase más rápido el globo que tenían en la cabeza ganaba. Pero la pistola de Connie estaba defectuosa, y le termino salpicando agua por todo el rostro, en lugar de ser al revés; Steven y los demás empezaron a reír, Connie, todavía sonriendo, le apunto al chico y disparo un chorrito de agua contra su cara.

Sonriendo, el chico acepto un patito de felpa que le extendía la encargada, una chica pelirroja con la cara cubierta de granos, y se lo extendió a la chica, que fingió un exagerado deje romántico ante el gesto.

— ¡Perla!—Steven le tomo de la mano y la llevo a otro juego—.Tu deberías probar este.

La temática era bastante confusa, una especie de puesto cacería, donde se suponía que tenía poner una pelota en un espacio circular, por encima de cada agujero, en una pequeña repisa de cartón piedra, había un premio. Los más simplones iban desde peinetas de colores en plástico barato hasta una gran argolla que parecía hecha de metal real y un polvoriento Game Boy Color en un empaque que se había vuelto amarillento con el paso del tiempo.

—Esto seguro está arreglado. —Se quejó Amatista, pero de todos modos Steven pago, y el encargado le entrego a Perla un recipiente de cartón con tres pelotas que en realidad si eran un poco más pesadas de lo que era cómodo para lanzar desde tan cerca.

Los agujeros estaban orientados para que la bola cayera al suelo si no había suficiente fuerza de lanzamiento, el peso lo complicaba también, incluso la disposición de los premios, porque los más difíciles estaban en los peores lugares. Con el primer lanzamiento solo se aseguró de el juego estaba arreglado a favor de la casa.

—Bien hecho, "baseball furie"—Le dijo Amatista en tono burlón.

— ¡Vamos, Perla!—Le animaron Connie, Kiki y Sadie.

Volvió a fallar, había lanzado con demasiada fuerza. Volvió a calcular, esta vez en voz baja: velocidad, fuerza y distancia. El encargado soltó una risita, divertido por sus algoritmos.

—No pasa nada si no...—Le dijo Steven poniéndole una mano en el hombro.

Connie seguía sonriéndole ¿Acaso pensaba que no lo conseguiría? ¿Le sonreía por lastima o por compañerismo? ¿Qué diría si fallaba el tercer intento? Steven no tendría porque haberla llevado a los juegos, sabia cuanto le molestaban esa clase de trucos.

Al lanzar, la bola golpeo con fuerza el muro, un peluche de osito purpura cayó al suelo; una esfera de cristal de juguete que decía el futuro y una botella de vino hecha de plástico llena de caramelos de goma. 

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