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El pecho de Steven estaba caliente, como si hubiese pasado demasiado tiempo con la chaqueta puesta. Sus cálidas manos parecían haberse adaptado para acariciar sus caderas, pero subiendo hacia arriba, sujetándola de los costados mientras se besaban; al sentir aquello Perla gruño levemente, sin entender...

Quizás por accidente, Steven deslizo su mano por debajo de la camisa de la gema, haciendo que esta se sobresaltara.

—"Oh, mierda". —Pensó, impresionada por el escalofrió que la había sacudido al sentir el roce áspero de sus dedos contra la tersura de su piel.

No se apartó. Tímidamente, Steven aproximo su rostro a su cuello, acariciando esta zona con sus labios. Perla dejo escapar el aliento en una fuerte bocanada, notando como de inmediato le faltaba el aliento. Distinguió por el rabillo del ojo la barra de las toallas, y busco apoyar su mano sobre ella.

La presión de su palma hizo girar violentamente la toalla blanca que se encontraba encima, al perder el equilibrio, Perla se sujetó del cuello de Steven. En lugar de caer por separado, antes cuerpos fueron absorbidos repentinamente por la luz para finalmente golpearse contra el húmedo y helado suelo del baño.

Con un gemido de fastidio, Rainbow Quartz se cubrió el rostro con la mano derecha.

—Lo siento. —Murmuro.

—No pasa nada—Murmuro de pronto, sus mejillas se cubrieron de rubor—.Eso me gustó mucho.

—A mí también. —Confeso.

— ¿Quieres...?—Llevo su mano a su frente, donde se encontraba la gema de Perla.

Se desfusionaron con un chasquido, Steven se inclinó para ayudar a Perla a levantarse. Una vez de pie, continuo tomándola de las manos.

—Perla, yo...

—"No. Basta. No hagas eso". —Pensó, horrorizada de escuchar aquellas palabras, aquellos dos clavos que sentía sellarían ese destino que estaban intentando crear juntos.

—Las hamburguesas. —Le recordó Perla, premiándolo con un tierno beso en los labios mientras regresaba a la cocina.

—Terminare de cambiarme. —Aseguro Steven.

Fue revolviendo la carne vegetal, formada en su mayoría de puré de lentejas y sabor artificial, para luego ir formando bolas y aplastándolas para dejarlas sobre una plancha caliente. El chisporroteo de la grasa escurriendo no tardo en llenar la atmosfera de la casa con el suculento aroma de la falsa carne cocinándose.

La carta sobresalía de donde la había escondido, un extraño dedo acusador señalando contra ella; la recogió y la observo. Connie se estaría unos cuantos días fuera de la ciudad, quizás en uno de esos sitios sin cobertura, un lugar donde tardaría mucho tiempo en enviar mensajes a Steven. Hizo girar la carta entre sus dedos, examinando las posibilidades de hacer lo que realmente contemplaba hacer mientras observaba los picos del fuego en el quemador de la cocina.

Se había cubierto la palma con un trapo de cocina para protegerse de las gotitas de grasa mientras daba vueltas a la carne, con la carta en su otra mano.

Steven saldría del baño en cualquier momento.  

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