PRIMER TRABAJO

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    Ya eran casi las 8:00pm y Sebastian, mi nuevo empleador, no se había dignado en llegar, la impuntualidad era algo que no podía tolerar, pero, habían sido unos meses difíciles y ya estaba arto de hacer trabajos pequeños en Gray Cloud.

    Precisaba un trabajo más grande si quería mantener mi despacho abierto y por lo que pude hablar con este sujeto el trabajo era algo grande, justo lo que esperarías de un político.

    Acordamos vernos a las 6:30pm en la vieja cafetería Golden star, un local de mala pinta frecuentado por "negratas" que salen de las fábricas. El resto del día suele estar vacía.

    Las tazas de café que había pedido para los sujetos que se suponía ya debían de haber llegado ya estaban frías.

    Yo había bebido tres tazas. Estaba a punto de levantarme cuando la puerta se abrió: era Sebastian.

    Venía acompañado por un pandillero de mala muerte y una asiática que bien podía ser una prostituta; avanzaron con pasos lentos y pesados llamando la atención de todos los clientes que no eran más que un grupo de pandilleros. Uno de ellos se levantó y los detuvo: un negro enorme que por su aspecto bien podría detener a un toro con una mano.

    —Tú... ¿Eres Dago, cierto?— se refería al pandillero que se puso delante del grupo y levantó la mirada para retarlo —Debes tener mucho valor para mostrar tu puta cara por aquí, no eres bienvenido por estos lados.

     Los demás pandilleros ya se habían levantado para respaldar a ese gigante, algunos ya tenían cadenas, bates y algunas navajas en mano y comenzaban a hacer bullicio:

     —Si quieres salir de aquí en una pieza será mejor que des la vuelta— el sonido de un golpe intenso enmudeció el lugar y el gigante calló al suelo inconsciente.

    Dago tenía la rodilla en alto, los demás comenzaron a salir del lugar lentamente, en silencio, ignorando el cuerpo de su campeón que había sido humillado.

     No avanzaron asta que salió el último de los pandilleros.

    Entonces, continuaron con su lenta y pesada marcha.

    Solo uno de ellos sonreía: Sebastian, un tipo alto y delgado que vestía muy elegante para la clase de lugar en el que estábamos. Casi parecía pedir a gritos que lo asaltaran, violaran y tiraran su cuerpo en algún callejón.

    Se sentaron en mi mesa. Ninguno habló a pesar de que los saludé apenas se acercaron. Bebieron su café frío y Sebastian se dedicó a lanzar avioncitos de papel en todas direcciones.

    La mesera, negra por cierto, se acercó con una bandeja llena de comida; no pude evitar notar su mirada llena de terror que no despego ni un segundo de Sebastian, solo dejo la comida y salió corriendo por la puerta trasera.

     Un cocinero salió a reunirse con nosotros, un viejo negro con sobre peso y totalmente calvo, se acercó con una silla a nuestra mesa y soltó una sonora carcajada.

    —Amigo, te dije que si traías a tu mascota a este lado de la ciudad llamarías mucho la atención. ¡Por Dios, Sebastian!, este chico es tan blanco que parece una puta luna llena en la noche más negra que haya existido... Pero bueno... Lo echo, echo está... Al menos le bajaron los humos a ese idiota de Brock.

    —Amigo mío— respondió Sebastian sonriendo —Cuando me llamaste supuse que no sería en vano. Creí que me darías más tiempo para reunir un nuevo equipo antes de contratar seguridad.

    —¿Crees que yo contrate a esos idiotas? ¡Ba! Esos inútiles no pueden defenderse a ellos mismos, no... Está mierda supera a mis chicos— dejó caer todo su peso en su silla y se rascó la calva —Esto es sobre negocios, la "Alemana" a salido del infierno.

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