Preámbulo – Finales de diciembre del 2020
"Tac, tac, tac" se escucha el repetitivo sonido del metal al chocar contra la tierra envuelto en el silencio de la noche, mientras un joven oficinista (vestido de camisa formal blanca y corbata de color negro) sin temor a ensuciarse mueve como desquiciado una pala. El sonido sordo de la tierra al caer en cúmulos marca el ritmo de la inusual acción que acontece en medio de la noche, en la que aparentemente solo la luna es testigo de esta particular escena.
De vez en cuando, el muchacho observa a su alrededor, intentando apoyarse de la luz lunar para detectar si se presenta alguna inesperada compañía que arruine la velada. Tras esperar que una enorme nube circule en el firmamento y permita la entrada de un pequeño rayo de luna, el joven examina de reojo el lugar: "perfecto, estoy solo", y presurosamente continúa con su labor de excavador como si se tratase del minero más abnegado. ¿Qué oro es el que desea extraer?
La tierra todavía está suave, pues el ataúd fue enterrado hace apenas un día. Todo parece ir bien para el joven pues los duendes del azar han conspirado a su favor: en esta noche, nadie ha visitado el cementerio ni se aprecia indicio alguno de guardas de seguridad que patrullen en las instalaciones.
Todo va demasiado bien, hasta que una gota cae en el brazo derecho del joven, y este voltea hacia el cielo oscuro, como si se tratase de un personaje becqueriano, poseído por un espíritu de locura e irracionalidad; no deja de mover la tierra, mientras una leve brisa comienza a caer y el aroma a tierra mojada inunda el ambiente. Nada importa, él debe seguir su objetivo igual que el loco de Rayo de luna seguía a aquella visión blanca. ¿Acaso no somos todos aparatos programados para perseguir sueños y ambiciones?
Pasados unos diez minutos, la introducción de la brisa da lugar al plato principal: llueve a cántaros. En el lodo, sigue trabajando como una máquina el joven mientras la tierra se deshace y el terreno se vuelve fangoso. Se escucha un sonido fuerte cuando la pala -tras varias horas- hace repentino contacto con la madera del ataúd. Luis Espinoza siente que su corazón va a escapar de su caja torácica pues escucha cada latido como si fuese el sonido más estruendoso. Se trata de un martilleo fuerte.
Ha llegado al tan codiciado momento cuando interrumpe un trueno que ha caído con suma violencia y ruge con particular ferocidad en aquel lugar de descanso para los muertos. La luz cegadora del rayo se refleja en una lápida en la que letras recién pintadas indican: Alicia Martínez (1995-2020).
¿Luis abrirá su ataúd? ¿Qué encontrará? Mientras éste comienza a forzarlo a medianoche en un desolado cementerio inundado por una poderosa lluvia, susurra: "sabré la verdad". Pareciera que la locura se ha apoderado de este ciudadano que se ve casi obligado por una fuerza misteriosa a abrir esa caja de pandora.
Primera parte
Alicia en el país de las maravillas
Como si fuese un personaje propio de una tragedia, condenado a la soledad, la tristeza y la melancolía, suspiraba Alicia mientras maldecía su destino: "soy un jodido personaje trágico", pues a pesar de contar con una licenciatura en comunicación y un empleo más o menos estable, no se sentía feliz. A menudo, la idea de que no estaba viviendo al máximo la espantaba.
Aunque en el fondo no deseaba llegar a la conclusión de que le fastidiaba tener mala suerte en el amor por su fuerte sentido de independencia e individualismo, sí sabía que añoraba alguien con quien compartir sus días. Tenía 25 años y los últimos cinco los había pasado sola. Desde su anterior relación, nadie parecía valer la pena para arriesgarse a tomar un viaje del que nunca se sabe el destino.
De tal manera que así transcurrían los días de Alicia, del trabajo a la casa, y de la casa al trabajo. No había aventuras románticas en algún parque, cine, biblioteca, cafetería ni conspiraciones sentimentales que la uniesen a alguien en intrincadas acciones. Todo eso estaba por cambiar ya que, en el momento más inesperado, conoció a un muchacho llamado Luis Espinoza quien era camarada de su buen amigo Roberto Campos.
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Léeme
KurzgeschichtenHistorias cortas interesantes. [Tres chicas y un escritor; Una serie de desafortunados eventos; La chica perfecta; La isla de los recuerdos; El cementerio maldito; El amor es una tragedia; entre otros relatos].