Mantra de guerra

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Soy una máquina, soy una máquina, soy una máquina, soy...

De acuerdo a la Real Academia Española, la palabra mantra proviene del sánscrito y literalmente significa pensamiento. Se asocia a religiones hinduistas o budistas, en las que se practica la meditación.

Yo no soy hinduista o budista, y tampoco me considero un yogui que busque el nirvana; no tengo interés en prácticas de iluminación que me lleven a pasar media hora viendo al vacío, pensando en la nada. De hecho, es muy probable que no pueda ejecutar semejante hazaña puesto que mi obsesiva psique nunca se detiene ni me deja tranquilo; es una catarata que constantemente deja caer nuevas oleadas de agua (ideas).

Seguramente, esa característica es la que precisamente me ha llevado al estado de ansiedad y estrés en el que me encuentro. No sé cuándo fue que comencé a repetir este pensamiento para conseguir un poco de paz, pero fue algo imprevisto, de esas ideas que nacen sin pedir permiso.

Soy una máquina, soy una máquina, soy una máquina...

Para comprender por qué todos los días repito la misma frase múltiples veces desde el rincón más perturbado de mi imaginación, es necesario saber que...

Soy una máquina, soy una máquina, soy una máquina...

Cuando Ramírez terminó la universidad, logro que en cualquier parte del mundo sería aplaudido por marcar el inicio de un trayecto profesional y un mejor porvenir, lo que ocurrió fue todo lo contrario. El joven era arrojado a un mar de desempleo en el que la esperanza se hundiría en lo fosa más profunda.

Las posibilidades de alcanzar su independencia económica y por una vez en la vida ser él quien ayudase a sus padres con los gastos del hogar se rompieron en mil pedacitos que fueron arrojados desde el tercer piso del tercermundismo. Los sueños materialistas, de superación y de desarrollo fueron calcinados por una bomba nuclear llamada realidad.

La realidad era que, en un país sin democracia y estado de derecho, era absurdo haber estudiado durante cinco años los andamiajes del ordenamiento jurídico cuando éste ni siquiera existía. Durante todo este tiempo fue un monaguillo de un Dios que no existía, o si se quiere, un encantador de serpientes imaginarias.

Ahora, sin oportunidad alguna de demostrar su valía, intelecto y ganas de aprender, su destino era ser una pieza más de una industria de servicio al cliente en la que no se le pedía pensar, sino que su tarea mecánica era seguir los protocolos -por más incoherentes que fuesen- de la empresa que se desempeñaba en el rubro del telemercadeo.

Durante cinco días a la semana, y por nueve horas seguidas cada uno, Ramírez debía llamar a extraños quienes constantemente maldecían a aquel impresentable que osaba interrumpir sus vidas para ofrecerles un producto electrónico y las ventajas de trabajar con esta compañía informática.

Soy una máquina, soy una máquina, soy una máquina...

En algún momento, la ansiedad era tal, que antes de tomar el teléfono, el ritmo del corazón de Ramírez ya se aceleraba, sabiendo lo que iba a acontecer, al ser vilipendiado por una jauría de clientes energúmenos, endiosados y exigentes, a los que debía tratar en todo momento con empatía en un acto de hipocresía antinatural. ¿Qué tanto bien puede hacer al espíritu el dedicarse a tratar con amabilidad a individuos abiertamente hostiles para los que no sentimos -verdaderamente- más que apatía o desprecio?

La labor de Ramírez incluye ser tratado como un pendejo, y de alguna manera, hasta agradecer al cliente omnipotente por ello, puesto que esta voz brusca, severa y antipática que proviene del otro lado, resulta ser incuestionable, inapelable. El siervo debe sonreír, incluso si los chistes del amo son malos.

Como Ramírez no ha nacido para ser un peón más de la fábrica de esclavos, últimamente ha resuelto esta contradicción de una absurda manera, al repetirse todos los días, todas las mañanas y a cada momento que:

Soy una máquina, soy una máquina, soy una máquina...

Piensa que es una fría y calculadora máquina, creada para cumplir con las monótonas tareas de telemercadeo. No tiene sentimientos que puedan ser heridos por algún cliente malhumorado, ni inseguridades de ningún tipo, al fin y al cabo, solo es un robot programado para cumplir con las labores encargadas.

Debajo de su piel, hay frías láminas de metal por las que circula aceite. Es un ente inerte, sin sueños ni disposiciones que vayan más allá de sus guiones elaborados por la empresa para la que trabaja. No tiene ansiedad ni debilidades de índole emocional, después de todo:

Soy una máquina, soy una máquina, soy una máquina...

En este estado de extraña sugestión, todos los días trabaja Ramírez, pensando que es una máquina, evitando sobresaltos y procediendo de acuerdo a los lineamientos prestablecidos, de los que no cuestiona absolutamente nada. Es una máquina codificada para hacer, y no para pensar. Aborda sus labores en un ciclo infinito de acciones repetitivas, de las que no trata de alterar nada. Sin embargo, alguna vez el firmware instalado en lo más profundo de su tarjeta madre, parece presentar un desperfecto, porque el títere, por segundos se atreve a desviarse de sus códigos binarios ordenados por la empresa, y se lanza a la peligrosa acción de razonar:

¿Qué soy?

Soy un humano...

¿Y qué es lo que quiero?

Ser libre

El problema es que los humanos -por naturaleza- son débiles, y no pueden vivir sin su preciada libertad. Por eso, pronto Ramírez desecha todas esas ideas y vuelve a su labor, como una máquina que se mueve siendo una pieza más de un engranaje en el que repetirá un millón de veces las mismas palabras del guion ordenado por la empresa. La humanidad no le representa más que el sufrimiento, y por eso elige seguir creyendo que:

Soy una máquina, soy una máquina, soy una máquina...

Las máquinas no sienten ni sufren, se trata del lado metálico de la vida que no tiene emociones. Desértico y silencioso, como un dispositivo electrónico que se limita a seguir las instrucciones de su amo. Es un robot útil, y lo seguirá siendo hasta que algún día la tarjeta madre explote, y el sistema sea hackeado. 

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⏰ Última actualización: May 09, 2021 ⏰

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