Empezaron a andar en cuanto decidieron la ruta a seguir. Alana era la única que conocía los pueblos y los caminos de alrededor de modo que ella iba encabezando la marcha. No había podido cambiarse por lo que seguía llevando un camisón, el cual al inicio de la noche había sido de un blanco perfecto e impoluto pero que a esas alturas era un amasijo de manchas de distintos tonos: el rojo de la sangre del hombre que había matado a su padre, oscurecido donde la tierra y el polvo se mezclaban con el líquido, mientras que en donde no coincidian únicamente estaban marrones. Allí donde se había apoyado habían quedado manchas verdes por la hierba. Su cabello rubio, normalmente rubio y lustroso estaba hecho un revoltijo que más parecia paja que oro. No era tan distinta de las esclavas de las celdas con que Salena había convivido.
Tras ella, el Arenas vigilaba a la vez a la que se suponía que era su dueña y al añbino que iba a su lado. Los ojos oscuros del luchador no dejaban de reseguir la curva de la cintura de Alana para luego ir a las manos de Morthab. Ambos llevaban la ropa de escalvos, camisas sin mangas de basta lana y cáñamo y pantalones largos y anchos, todo ello de un tono crema que delataba que nadie se había molestado ni a teñirlos en su origen, ni a lavarlos en los últimos tiempos. Salena agradecia internamente haberse cambiado y bañado justo antes de que el desastre empezara. Su ropa era del mismo material que en el caso de Morthab y el Arenas, pero ella estaba limpia y todavía se podía oler el jabon en su pelo, que, pot suerte o por desgracia, estuviera peinado o no presentaba siempre la misma apariencia de rizos salvajes.
Ya estaba amaneciendo cuando hicieron la primera pausa del viaje. El Arenas se marcho en busca de algo que cazar, Salena se puso a encender el fuego y Alana se limitó a sentarse para verla trabajar. Morthab simplemente se tumbo y se echo a dormir.
—No podremos cruzar las montañas con estas ropas. Aunque sea primavera pasaremos demasiado frío, enfermaremos y moritemos antes de llegar al otro lado. —Alana tenía los ojos claros fijos en las llamas.
—Eso solo significa que necesitamos capas y ropa de abrigo. No es tan grave. —Salena trato de sonar animada al hablar.
Tenía que creer que podían conseguirlo, que era posible huir. La alternativa la asustaba demasiado para querer pensar en ella.
—¿y cómo pretendes conseguir esa ropa si puede saberse?— preguntó Alana con el tono tranquilo de quien espera que la otra persona llegue a su misma conclusión.— no tenemos dinero con que comprarla y pronto empezaran a llenar las calles con nuestras caras.
—No con nuestras caras. Con la tuya.— la interrumpio Salena al instante. No iba a permitir que les arrastrara a sus problemas con los cazadores.—Nosotros no somos lo suficiente importantes como para qur cuelguen retratos nuestros.
—Claro, vosotros solo estais en peligro de ser capturados como esclavos fugados. No es que el destino sea más ligero. —la chica rubia había levantado la barbilla en un gesto obstinado.
—Dejémoslo en que todos estamos muy muy jodidos ¿Quereis?— la voz del Arenas evito que Salena respondiera.El esclavo de piel dorada llevaba un par de conejos en una mano y un par de puñados de plantas aromáticas. Todo indicaba que ese día pasarían más hambre de la habitual.
—Necesitamos ropa de abrigo para cruzar las montañas.— repitio Alana, esta vez dirigiendose únicamente al Arenas como si el resto no fueran más que fardos que se veía obligada a tolerar en el grupo.—Entonces la compraremos.—lo dijo como si fuera algo sencillo y ya decidio. Luego se sento en el suelo con las piernas cruzadas y lanzó sus presas encima de Morthab que hasta ese momento había permanecido dormido con la respiración tranquila, pero que al notar que algo le caia encima abrio los ojos blancos y miró en dirección al Arenas.
—¿Qué se supone que haces?— se quitó los cadaveres de los conejos de encima con expresión molesta.
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White and Black
RomanceCuando una mujer era convertida en esclava no solo era condenada a ser usada por todos aquellos hombres con suficiente dinero para alquilarla, sino que toda su descendencia quedaba atada con cadenas. Un niño que nacía esclavo, moría como esclavo. A...