Cambio

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La medicina empezó a hacer efecto a Grahal lentamente pero en un par de horas ya era capaz de mantenerse incorporado. Salena le había vendado la sien y se había alejado para dejarle espacio, en cuanto había podido el hombre del desierto se había acercado a Alana, quien estaba terminando de limpiarse la sangre con un trapo humedo.

—¿Qué ha pasado cuando has salido?— preguntó sentandose a su lado y apoyando la espalda en la pared.

—Nada.— negó ella con la cabeza sin dejar de frotarse de forma compulsiva.

—No puede ser nada. Escuche lobos. Aqui fuera había lican...

—¡No había nada! —Salena y Morthab se girarón desde donde estaban, atentos por si había problemas.

—Alana... —Grahal se acercó más a ella y enmarco su rostro con ambas manos. —Tranquila. Haya pasado lo que haya pasado no ha sido tu culpa. ¿De acuerdo?
En cuanto fuera capaz de levantarse iba a salir a por esos licantropos. Iba a cazarles y a acabar con ellos. Podía ver que la habían herido, que había algo que la estaba aterrando.
—No lo entiendes. No es lo que hicieron ellos, es lo que hice yo. —Sus ojos se volvierón vidiriosos y su rostro se descompuso.

—Explicamelo, por favor. Te prometo que no pudo ser nada tan terrible como crees. Cualquier cosa que hicieras la hiciste para defenderte.

Salena se inclinó y apoyó la cabeza en el hombro de Morthab, sintiendo su calor y su aroma y procurando calmarse con ello.

—Tu sabes qué ha pasado— le susurró procurando que desde donde estaban Grahal y Alana no la escucharan.

—Sí. Aunque solo es una suposición. —parecio mirarla por el rabillo de los ojos y a Salena le dio la impresión de que sus ojos realmente se encontraban.
—No hace falta que me lo expliques solo... ¿Ella estará bien? —No podía imaginarse a Alana quedandose de ese modo. Le daba la impresión que la chica había empezado a superar lo que había ocurrido en la villa pero ahora había vuelto a caer.

—Estará bien. En realidad no es nada malo. —se encogió de hombros y una de sus manos se deslizó para acariciarle el rostro, como si examinara sus facciones de nuevo.
—Entonces en cuanto Grahal este mejor bajaremos y terminaremos de cruzar las montañas. —Salena suspiró y cerró los ojos tratando de descansar y reunir fuerzas para el viaje que les esperaba.

—No tardaremos mucho en llegar. —la tranquilizó el albino, como si leyera su mente

—¿Qué haremos despues de cruzar?

—Quiero ir a un sitio. Con mi hermana hablabamos de ir... Una academia para hechiceros elementales. —sonrió para sí mismo y esta vez fue ella quien le beso, incapaz de resistirse a su sonrisa. Era algo tan raro verle con ese gesto que no pudo evitarlo.

—¿Y yo podré quedarme contigo?

—Primero tendremos que comprobar si eres una hechicera o no. Puede que tengas talento. —le apartó el pelo del rostro.

—Pero yo no soy maga, ni hechicera ni nada. —salena se recolocó para alcanzar a mirarle de frente.

—No lo sabes. A la mayoría de gente hay que ayudarla para que saque su poder. De lo contrario la persona tiene que estar sometida a muchisima presión —hizo un leve gesto con la cabeza en dirección a Alana que estaba hablando en susurros con Grahal.
—Ella ha... —el asentimiento de Morthab la cortó.

—Todo elemento tiene un lado oscuro, un lado destinado al asesinato. Con el aire se ahoga a la persona, con el fuego se la quema por dentro, con la tierra se pudre la carne y con el agua se controla la sangre. —Todo encajo al instante. El arma limpia y Alana sin una sola herida a pesar de toda la sangre del suelo y de las paredes.
—Ella ha usado magia... —Tuvo que decirlo en voz alta para procesarlo.
—Sí. Solo tiene que entender que eso no es necesariamente malo. En cuanto hayamos dejado este sitio atras, en el otro reino no habrá riesgo de que nos cacen.
Salena trató de que su expresion no delatara sus pensamientos. Quizas para él fuera sencillo, pero la acusación de hechicería era lo que había llevado el desastre a la vida de Alana. Para ella saber que lo que los cazadores habían anunciado era cierto debía de ser una pesadilla.

Esperarón a que Grahal estuviera completamente recuperado antes de iniciar el descenso y, a pesar de ello, tardarón dos jornadas en dejar atras las montañas y regresar a los prados y a los bosques que las rodeaban. Morthab se aseguró de que la nieve no delatara su camino por si quienes habían atacado a Alana formaban parte de un grupo mayor pero cuando se detuvierón a acampar tras el tercer día y Grahal salió a cazar no pudo, ni quiso contenerse más.

—¿Estás bien con lo de ser hechicera? —preguntó directamente.

Había esperado que ella misma sacara el tema pero si trataba de negar su naturaleza era posible que acabara por dañarse a sí misma.

La antigua dueña les miro a ambos con los ojos abiertos de par en par, sorprendida. Primero a él y luego a Salena, como si con eso le acusara de haber hablado delante de ella. Pero Morthab no estaba dispuesto a dejarla al margen y en señal de ello dejo su mano sobre la de la chica de piel oscura.

—Estoy bien. —Una mentira descarada probablemente. —No tengo porqué volver a hacer... Eso. Ya hemos salido del reino, ya no hay peligro de que nos atrapen los cazadores.
Casi parecia creerselo. Casi. Pero todo el mundo sabía que un mago ignorante era lo practicamente lo más peligroso que podía haber, solo por detras de un mago loco.
—Si cuando hayas aprendido decides no volver a usar tu poder estará bien. Pero primero tienes que controlarlo. La magia que usaste es magia prohibida por algo. Podría consumirte. —Trató de hablar con voz suave, de tranquilizarla, pero el apretón que le dio Salena le indico que no había funcionado, o quizas incluso que había tenido el efecto contrario.
—¿Y cómo lo controlo?

No pregunto qué era consumirse y Morthab se lo agradecio. No sabría como describirle el modo en que su propia sangre se volvería contra ella sin que sonara desagradable.
—Mañana llegaremos y te enseñaran. No creo que tengas problemas en aprender a hacer nada. —Era un intento de animarla pero no percibio ningún cambio en ella que le indicara que lo había logrado. Bueno, lo había intentado al menos, siendo él era mucho más de lo que cualquiera esperaría.

No dijo nada más en toda la noche y cuando Grahal regresó Morthab notó de inmediato que había encontrado un rio en el que zambullirse.

—Alana, ven un momento. Hay algo en el rio con lo que necesito que me ayudes.
A pesar de su ceguera, notó la diversión en su tono y cuando Salena fue a ofrecerse para ir en lugar de Alana le dio un leve golpecito en el dorso de la mano, llamando su atención y negando entonces con la cabeza.

Grahal y Alana se comportaban distinto desde que les habían dejado solos estando él herido y si se habían acercado tanto como sospechaba no iba a impedirles compartir un momento de intimidad. Especialmente teniendo en cuenta que el día siguiente llegarían a la torre y Grahal tal vez tendría que partir de nuevo por no tener poder con que excusar su estancia allí. Además... Bueno, un momento a solas entre Alana y Grahal significaba también un momento a solas entre Salena y él.
Alana les miró durante unos instantes, como si juzgara sus intenciones pero finalmente negó con la cabeza, se levantó y se marcho con el Arenas. Salena esperó a que ambos se perdieran de vista para mirarle con aire interrogante.
—¿Querías dejarles a solas?

—Quería que nosotros nos quedaramos a solas.

A pesar de no verla supo que había logrado ruborizarla. Rio levemente y se inclino para encontrar sus labios con los de ella. Había descubierto que besarla era uno de los grandes placeres de la vida y estaba decidido a acostumbrarse a ello. Se derritió con ella durante el beso, y cuando se separarón le acaricio el rostro con dulzura. Sospechaba que Salena se había vuelto imprescindible para él aunque no estaba seguro de en que momento había ocurrido. Al principio había sido una molestia, luego alguien a quien proteger y ahora... Ahora la quería.

White and BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora