La Torre

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A Alana le costaba creer que realmente todos estuvieran de acuerdo en liberar al que había sido el torturador de Grahal y Salena, pero no podía hacer nada para evitarlo. A parte de poner mala cara, por supuesto.
-¿Sabeis en qué dirección se han marchado los cazadores?- pregunto Marthien una vez que le liberaron las manos y los pies.
-Al este. -Respondió Alana casi en un ladrido. Deberían matarle, estaba segura de que eso era un error.
-Bien, entonces me marcharé al este. -asintió el chico, ignorando el tono mal humorado.
-¿Estás seguro de esto? Si te vuelven a coger dudo que esta vez te dejen vivo. -Por algún motivo que Alana no era capaz de comprender parecía que al chico del desierto le caía bien.
-No volverán a cogerme. -aseguró Maethien rotando los hombros como si se desentumeciera después de tantas horas atado.
-Bueno, de todas formas, si algún día te cansas de cazar cazadores ven a la torre. Eres un hechicero a fin de cuentas. -Esta vez fue Salena quien habló, apoyada levemente contra Morthab.
-Pero no soy la clase de hechicero a quien puedan enseñar nada en esa torre. -Maethien se encogió de hombros para restarle importancia y finalmente les dio la espalda para marcharse.
-Espero no volver a verle. -gruñó Alana antes de darse cuenta.

Esa misma tarde, tras asegurarse que los cazadores se habían retirado de verdad y de que no eras solo una trampa los cuatro se despidieron del hermano de Grahal y descendieron hasta los portones de la torre. Salena no podía disimular sus nervios, a pesar de que trataba de mantener sus manos quietas no dejaba de moverlas.
-¿Seguro que es buena idea? -preguntó Alana un tanto escéptica. Entrar ahí era aceptar de forma definitiva su naturaleza de hechicera.
-Siempre podemos irnos si no nos convence... -Grahal tampoco sonaba del todo seguro.
El único que estaba calmado era Morthab. Quien, a la cabeza del equipo, levanto la mano y llamo a la puerta. Parecía imposible que alguien fuera a responder, a escuchar una llamada tan sencilla en un lugar tan gigantesco. A no ser que hubiera alguien vigilando día y noche. Sin embargo, cuando las puertas se abrieron lentamente, Salena no vio a nadie tirando de ellas.
-Bienvenidos- la voz suave y potente hizo que todos fijaran la mirada en la mujer que estaba de pie al pie de las escaleras.
No fue difícil reconocerla como la hermana de Morthab. A parte de unos ojos de un vibrante cian todo en ella era completamente blanco, su cabello, su piel, incluso su ropa.
-Margel- sonrió Morthab adelantándose.
Los ojos de la mujer le examinaron y se acero a él con pasos rápidos.
-¿Morthab? ¿Cómo...? -sus manos vacilaron antes de abrazarle- ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Qué te ha pasado en los ojos?
Alana se removió incómoda, sin saber qué hacer o donde mirar. Era evidente que había mucho que ese par tenían que hablar, pero ella no tenía mucho que escuchar.
-Es muy largo de contar, podemos hablar más tarde. -murmuró Morthab aunque todavía tardo un instante en soltar a su hermana. -Ellos son quienes me han ayudado. Grahal y Alana. Y ella es Salena... Mi... Pareja
La mencionada se adelantó, ruborizada y nerviosa.
-Encantada. Yo... -empezó a decir pero la otra mujer la interrumpió abrazándola.
-Encantada yo también Salena. Es un placer. -tras eso paso a ofrecer su mano a Alana y Grahal -gracias por haberme regresado a Morthab. Le había dado por muerto. La torre os recibe con los brazos abiertos.
Alana asintió, algo sobrepasada por el caluroso recibimiento.
-Gracias. Pero no quiero ser una invitada. Vengo a aprender. -logró articular todavía confusa.
-oh, es cierto. Hechicera de agua -asintió Margel haciéndoles un gesto para invitarles a que la siguieran. Les guio por toda la torre, mostrándoles el comedor, las cocinas, la biblioteca... Y finalmente las habitaciones. Fue el mismo Grahal quien pidió estar en la misma que Alana y ella no se negó, por lo que a no mucho tardar ambos estaban en una habitación. Después de tanto tiempo Alana se dejo caer sentada en una cama y suspiró. No había dormido en una habitación desde que había perdido su hogar. Miró a su alrededor, la piedra desnuda, los muebles sencillos... Ese iba a ser su nuevo hogar. Sin embargo cuando Grahal se sentó a su lado no pudo esconder una sonrisa. Ese sería su hogar y sería un buen hogar.

Tras la magnifica cena en que Morthab y su hermana intercambiaron historias de su niñez y Grahal y Alana bromeaban con ellos Salena se retiró a la habitación con los nervios a flor de piel. ¿Lo de esa mañana había contado como recibir la aprobación? Eso significaba que ella y Morthab ya eran una pareja. Él la había presentado como tal.
-Si hoy estas cansada no es necesario que hagamos nada. -Morthab la sorprendió adivinando sus pensamientos. -No tenemos prisa.
La chica se ruborizo y se acercó a él para alcanzar a besarle con dulzura y ternura. Por muy gigantesco o monstruoso que pudiera parecer al resto del mundo Salena no podía evitar considerarle un pedacito de pan. Pero ese lado lo conocía solo ella... Y eso le encantaba. Ese Morthab preocupado por ella, protector y encantador que poco a poco se le había ido revelando, ese que ella había ido descubriendo. Ese al que amaba.
-Puede ser esta noche perfectamente. -aseguró sonriendo y sintiendo como sus mejillas empezaban a arder.
Sintió la sonrisa de Morthab en sus propios labios antes de separarse y verle. Esos ojos que en otro tiempo le habían parecido muertos estaban fijos en ella, ávidos, como si pudiera llegar a verla solo a base de voluntad. Volvió a besarle y esta vez las manos del albino se elevaron hasta su cintura, colándose bajo su ropa con dulzura y empezando a acariciar su cintura para luego subir lentamente hasta sus pechos. La chica se descubrió estremeciéndose al sentir la calidez de la piel del luchador y antes de pensarlo le imitó y paso las manos bajo la ropa de Morthab, sintiendo cada uno de sus músculos marcados bajo la piel, dibujando el contorno de sus abdominales y bajando hacia su pelvis. Pudo sentir como las manos pálidas se crispaban cuando empezó a recorrer su miembro.
-Te quiero Salena- susurró el albino con voz ronca, excitado. Antes de dejar de tocarla para desnudarla. Ella sintió la magia aérea centrada en ella, recorriéndola para mostrar una imagen lo más exacta posible de su cuerpo al ciego.
-¿Te incomoda?- Morthab parecía levemente preocupado pero ella no pudo hacer menos que soltar su miembro y empezar a desnudarle de regreso.
-No, pero creo recordar que para mirar lo mejor era tocar. -Cuando no quedó una sola pieza de ropa sobre su cuerpo recorrió cada centímetro de su piel blanca, primero con la mirada y luego con las manos. -Así que mírame.
En esta ocasión fue él quien la besó, enredó su lengua con necesidad y lentamente la empujó con su propio cuerpo hasta que ambos quedaron tendidos en la cama. Salena podía sentir la respiración acelerada de Morthab contra ella, podía escuchar el ritmo acelerado de su corazón y estaba segura de que Morthab sentía y escuchaba exactamente lo mismo de su parte.
Respondiendo a su petición Morthab estudió su cuerpo a base de caricias, la hizo gemir y gritar tocándola y cuando sintió que se iba a volver loca si tenía que esperar un solo instante más para estar con él entró en ella. Al principio el dolor la invadió y se le cortó la respiración. El albino se mantuvo quiero, besándola, hasta que fue ella misma quien empezó a moverse. El dolor fue desapareciendo superado por el placer y el sentimiento de ternura que Morthab le transmitía con cada movimiento. Se deshizo entre suspiros en sus brazos y cuando llego el amanecer se encontró desnuda y enredada con él. Su piel contrastaba con la de él pero ambos sentían la calidez del otro de igual manera. Suspiró, decidida a reacomodarse a su lado, a no separarse de él jamás, a entregarle su tiempo y sabiendo que él haría lo mismo. Que la amaría y pasaría el resto de su vida a su lado. Fue el primer despertar en la Torre, un despertar dulce en blanco y negro.

FIN

White and BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora