Humo y Fuego

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A pesar de encontrarse en la semioscuridad del interior de una de las tiendas el olor a humo provinente del exterior se colaba por todos los rincones. El aire viciado había hecho que Grahal arrugara la nariz al entrar pero ahora, tras varias horas, ya se había acostumbrado. Al contrario de lo que había esperado las torturas no habían empezado de inmediato. En lugar de eso se habían limitado a amarrarle las manos a un poste alto y a dejarlo ahí, a la espera. Por lo visto había algo más interesante que él en que centrarse. No pensaba quejarse. Eso le daba tiempo para tratar de huir o, como minimo, tiempo con que prepararse para lo que le esperaba.

No fue hasta el anochecer que los Cazadores no se dignaron a aparecer. Se trataba de un hombre de su misma altura, con el pelo negro como el carbón y una barba incipiente. Era bastante pálido y sus ojos tenían un color azul glacial que no presagiaba nada bueno. Mientras le examinaba se quitó la capa de color vino y la dejó a un lado.
—Queremos saber qué sabes sobre tu supuesta hermana, sobre el hechiero albino y sobre la mujer eclavista, Alana— Informó con calma. —Supongo que no vas a dar respuesta a ninguna pregunta que te haga por las buenas y viendo como me miras supongo que tendré que dedicarte bastante tiempo, pero quiero que sepas que al final hablaras. Y no lo haras porque creas que de ese modo te liberaré, ambos sabemos que eso no ocurrira, sino porque será el precio por dejarte morir.

Grahal permaneció en silencio unos segundos, seguro de que aquel hombre no dudaría en matarle para obtener lo que buscaba.

—Te ahorraré ese tiempo que vas a tener que pasar tratando de sacarme algo en claro. —Escupió a los pies del tipo y le dedicó una sonrisa insultante. —Eso es todo lo que voy a darte.
El torturador miró sus botas manchadas y suspiró con resignación. Se dio la vuelta y cogio unas tenazas.

—Si la saliva, la sangre o incluso las eces fueran suficiente para detenerme te asguro que no estaría aqui. —Sin el menor rastro de nervios o ira se acercó a Grahal y le metió parte de las tenazas en la boca, lo suficiente para alcanzar una de sus dientes.— Por desgracia son inconvenientes muy comunes.

El tirón fue brutal y Grahal se esforzó en no emitir más que un gruñido. La sangre le lleno la boca con su sabor metalico y el dolor palpitante se extendio por toda su mandibula. Ante él, su interrogador abrió la herramienta y tomo el diente arrancado con una mano.
—Y una vez aclarado esto podemos empezar con las preguntas.

Morthab estaba de pie a orillas del riachuelo, mirando sin ver como Alana practicaba su magia, extrayendo agua y dirigiendola de un lado a otro con gestos mínimos.
—Sigues moviendote demasiado— comentó la tercera vez que la chica tuvo que levantar una mano, como si de ese modo fuera más sencillo sostener la burbuja de agua.
—Pero si no lo hago así se cae. —se quejó ella, manteniendo la mano todavía en alto.
—Eso es una soberana estupidez, Alana. —la riño frunciendo el entrecejo.— No sujetas el agua con las manos. No tienen nada que ver. Es tu magia lo que la sujeta y tu magia obedece tu voluntad, no tus movimientos.

A pesar de no poder verla Morthab supo que estaba poniendo los ojos en blanco. Estaba seguro de que tenía mucho potencial pero si no aceptava qué era y le hacia caso de una maldita vez, no sería más que una mediocre.

—Esto de la magia es una estupidez.— Gruño la chica bajando la mano a un lado de su cuerpo y dejando que el agua cayera al rio de nuevo.
Eso fue suficiente para terminar con la paciencia de Morthab quien se cruzó de brazos, tratando de contenerse pero sin lograrlo. Invocó el aire y rodeo a la chica con una cuerda invisible, inmovilizandola. Alana gritó, indignada y le miro con ojos desorbitados.
—¡Sueltame ahora mismo!— le gitó furiosa.

Morthab no pudó menos que sonreir.

—Obligame. —Podía notar la fuerza física de Alana luchando contra su magia, pero era completamente insuficiente.

White and BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora