Capítulo XIX.

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Capítulo XIX: "Lo que ellos fueron".

En algún lugar lejano y "olvidado" de Alemania.

Cómo cualquier día en la tarde, se veía a un hombre joven en el lomo de un caballo negro, el cuál corría por los campos a las afueras de una finca.

El hombre se encontraba concentrado en poder agrupar al rebaño de ovejas.

Los ladridos de los perros lo trajeron a la realidad, dándose cuenta de que algunas ovejas se habían escapado de los perros.

Después de algunos intentos el pelinegro logro llevar a las ovejas a los corrales y separarlas, para finalmente llevar a su caballo al establo.

Bajo del caballo para poder retirarle la montura y las riendas a su equino amigo.

— Anda, debes estar cansado –dijo quitándole el bocado al animal, el cual inmediatamente camino hasta donde había un bebedero con agua.

Paul se acercó al equino y acaricio su pelaje con un cepillo.

— Ya se nota el paso de los años en ti, viejo amigo –le dijo al caballo.

Ónix golpeó su casco contra el suelo, como si hubiera entendido lo que Mercury dijo.

Paul rio por la actitud de Ónix y lo tomo con una rienda para guiarlo a su cuadra.

Lo dejo ahí y después le dejo un poco de heno para que comiera, mientras él se dedicó a ordenar el equipamiento del animal.

Cuando termino miro todo el lugar y camino nuevamente hacia donde estaba Ónix.

— Es hora de irme, Ónix, te veré mañana a primera hora –dijo despidiéndose de él.

Paul camino de regreso a la casa y en el jardín se encontró a Noah, quien leía un libro.

— Hasta el que príncipe se digna a llegar –bromeó Noah cuando levanto la mirada de su libro.

— ¿Qué haces aquí? Ya es muy tarde y está un poco frío, podrías enfermar, vamos a dentro –hablo Paul mirando a su hermano.

Noah cerró su libro y lo coloco en su regazo, para después mirar a Paul.

— Nunca vas a cambiar ¿Verdad Pól? –pregunto el menor, traduciendo su nombre al irlandés.

— Contigo no –respondió el mayor con una sonrisa.

— Vamos a cenar –propuso el castaño levantándose– espero que el abuelo no esté molesto por la tardanza –bromeo.

Paul solo rio y paso su brazo por los hombros del menor, atrayéndolo hacia él.

Mercury era sobreprotector con el último Deacon, pues aseguraba que su hermano era el mejor regalo que me habían dado, para él, Noah era una joya que debía ser cuidada y apreciada. Simplemente era la felicidad de Paul, pues Noah lo entendía, lo aconsejaba y lo apoyaba, aún con las ideas más locas.

Los hermanos entraron a la casa, caminaban bromeando y hablando de cosas triviales.

— Muchachos –Bomi los llamo al mirarlos.

— Abuelo –respondieron sonrientes los jóvenes al ver a Bulsara.

— Está noche tendremos una reunión familiar antes de la cena, así que les recomiendo vestirse de manera adecuada, en especial tú, Paul, estás lleno de tierra ¿Caíste del lomo de Ónix? –pregunto en tono de broma el mayor.

— Tuve que sacar un cordero de una pequeña quebrada –explico Paul.

— Muy bien, pero no olvides que pronto volverás a la universidad, tienes que terminar tu carrera –dijo su abuelo.

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