Capítulo VIII.

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Capítulo VIII: "Herederos".

17 años.

John acababa de leer la carta que Verónica le había enviado.

Estaba sorprendido, nervioso, impaciente y preocupado. Su novia le dado una noticia que le había caído como balde de agua helada... Verónica estaba embarazada... Sería papá.

Sería papá.

Será papá.

Tenía miedo, miedo por Verónica... Miedo por su bebé.

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El castaño caminaba en dirección hacia el parque, estaba cansado, estresado, preocupado, no había nada que lo hiciera calmarse.

Se sentó en la banca dónde siempre lo hacía.

Miraba hacia sus pies mientras pasaba sus manos por su cabellera, tratando de distraerse.

— Señor Evans, ¿Está bien? –pregunto curioso el pequeño niño.

John miro al niño frente a él y sonrió notar su interés por él.

— Estoy preocupado, Daemon –dijo.

— ¿Por qué? –pregunto el niño.

— Mi novia tendrá un bebé –dijo de manera corta.

— ¿Eso es malo? –pregunto el niño.

— No, es solo que no estoy con ella para cuidarla –respondió.

— ¿Y por qué no vuelve a Inglaterra? –pregunto el niño.

— Aún no puedo irme, pequeño –le dijo.

— No debería preocuparse por eso, mi niñera siempre dice que un bebé es una nueva oportunidad para mejorar –dijo el niño.

— ¿Tú crees? –preguntó el mayor.

— Sí y creo que usted será un buen papá –dijo el niño tratando de hacerlo sentir mejor.

— Eres un muy buen niño, Daemon –sonrió.

— Gracias –agradeció el niño.

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— Señor Leone –llamo John a su jefe– ¿Quisiera pedirle algo? –dijo el castaño.

— ¿Qué pasa, Richard? –pregunto el hombre.

— Verá... Mi novia está embarazada y... Quería pedirle un aumento, ya que no he podido completar la renta y no podré pagar lo que necesito para el cuidado de ella y de mi hijo –le explicó.

— ¡¿Qué demonios estás diciendo?! –Pregunto Leone– ¡Te pago 7 dólares por día! ¡No es mi culpa que no sepas administrar tus cuentas y que tu novia no sepa cerrar las piernas! ¡Eso es tu culpa! –le grito el hombre.

John sintió una ola de furia recorrer su cuerpo, pero trataba de controlarse.

Esa noche Benito Leone tendría una visita de algunos Corleone para darle una lección a este mal hombre que no había sabido elegir sus palabras.

— ¡Te pagaré dos dólares más y no te quejes! –le exigió molesto.

— Sí, señor, perdóneme –dijo el castaño pareciendo avergonzado.

John salió de la bodega y empezó a vender el pan que quedaba.

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John estaba siendo llevado a la residencia Corleone, él veía la oscuridad en las calles de Nueva York, aún con los meses que llevaba en América no lograba acostumbrarse a la extraña vida de un americano y extrañaba ser un inglés poderoso, respetado y temido.

Un Fénix.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora