Dejar todo atrás.

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“Ni siquiera abrazarlo pude”, por lo que me arrepentí toda la noche. La noche que no dormí, la que debería haber dormido más que ninguna. Pero la cabeza me daba vueltas.

Mientras Félix me abrazaba, yo me he quedado estática, con los brazos pegados al cuerpo y sin aliento. Pero a el no parecía importarle. Solo se hundía cada vez más en mi cuello en un abrazo tan cálido. Podía sentir el calor de su cuerpo al que estaba pegada, y su respiración en mi mejilla izquierda, que me ponía los pelos de punta. Pero lo más irónico de eso, es que yo no lo abrazaba, yo no decía nada, ni siquiera lo miraba, pero era el abrazo del que nunca me hubiese gustado despegarme.

Se me había quedado impregnado su perfume de miel, y me daba un vuelco el estomago cada vez que pensaba en “pequeña y preciosa”.

Félix realmente había logrado ponerme de cabeza, haciéndome sentir algo que nunca había sentido. Pero luego de pensar en el, sabía que había algo mucho más importante: Mañana empiezan los juegos. Mañana estaré protegiendo a Marteens... Mañana no veré más a mis padres… Esto último soltó mis emociones por completo, provocando que las lágrimas salieran de mis ojos, y cayeran lentamente por mis mejillas. No vería mas la sonrisa de Peeta por las mañanas, que aunque estuviese del peor humor, el me alegraba con solo mirarme a los ojos, y hacerme sentir que nunca me iba a dejar. Que siempre me protegería.

No vería más a mi madre, y su sabiduría. No sentiría mas sus abrazos de consuelo cada vez que lloraba por las noches, ni jugaríamos en el bosque.

No más pasteles decorados en equipo con mi padre, no más buttercup, no más Gale, no más Clareese, mi mejor amiga. Si quiero que Marteens vuelva a ver a su madre, yo debo morir. Y despedirme de todo.

Cuando me di cuenta ya estaba abrazada a la sabana, llorando descontroladamente.

Me levanté de la cama de un salto y abrí la puerta que daba al pasillo de las habitaciones. Asomé la cabeza, mire para un lado y para el otro para corroborar que no había guardias. El pasillo estaba vacío. Recorrí el pasillo hasta la cocina y me serví un vaso de agua a oscuras. Prendí la luz y di un salto del susto. Ahí estaba Haymitch sentado en el desayunador de la cocina, que nunca se utilizaba: todos desayunábamos en la mesa grande.

--Dios mío, me has dado un susto terrible- - Le reproché recuperando el aliento y tomándome el pecho con ambas manos. El miraba la mesa fijamente, y estaba sobrio para mi sorpresa. No me respondió. Me acerque a él y le toque el hombro.--¿Estás bien?—Pareció despertar de sus pensamientos de un saltito, y me miró distraído.

--Si… solo estoy pensando. —me dijo indiferentemente.

--¿En qué?—Insistí. Se paró de repente haciendo ruido con la silla y me asustó. Se paró enfrente de mí y me tomo de los hombros. Veía como de sus ojos fluía una tristeza que se inundaba de lágrimas. ¿Haymitch llorando? ¿Era esto cierto?

--Lo he perdido todo, y no quiero que eso te pase. Sé muy bien que vas a defender a Marteens a muerte, y esto puede sonar cruel, pero eres como una sobrina para mi, hasta podría decir que una hija…-- Se detuvo luego de esto, avergonzado.—Y por ello yo te voy a ayudar a ganar, aunque nunca te muestro mi cariño, es porque yo dependo del alcohol a causa de la tristeza que me provocó la pérdida de todo lo que amaba. Y no quiero que te pase…- Se detuvo de nuevo-- Además, no me gustaría perderte a ti también. Ustedes son mi familia.—y dijo esto último con la voz quebrada. Estaba en Shock. No lo podía creer. Haymitch tenía sentimientos, y mucho más fuertes de lo que creía. Solo que cuando estaba ebrio, era un espanto de persona. Pero ahora todo había cambiando, ahora lo veía con otros ojos, ahora tenía compasión por él, y ahora estaba aprendiendo a quererlo. Pero no pude decirle nada, no puedo prometerle seguir con vida. Y no puedo prometerle volver. Solo me resigne a abrazarlo. El no me abrazo pero estaba satisfecho con mi consuelo. Me despedí y en vez de ir a mi habitación fui directo a la de mis padres, me escabullí entre las sabanas y me acosté entre medio de ellos. Le acaricié el pelo a mi madre hasta que me quedé dormida, no sin antes pensar en Félix, en Marteens, en Haymitch. Mis padres, y todo lo de la Veta, que mañana dejaría atrás.

Les dejo una foto de Marteens. Perdonen porque es cortito. Prometo que a partir de ahora, que comienzan los juegos, todo va a cambiar. Saludos!

Lu

RueouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora