¡Y que la suerte, esté siempre, siempre de vuestra parte!

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Caminando por la Veta, veo por todos lados las caras de ellos. Todas las personas que deambulan por allí, como si fuesen almas perdidas. Está la cara de Rue, a lo lejos veo la cara de Boggs. También está la de Finnick. Y la de Prim a la distancia. Donde Coin y Snow, yacen muertos sobre las escaleras del Quemador. Sobre ellos se ve a la nueva.

Me siento de golpe en mi cama, mirando hacia ambos lados para asegurarme dos veces, que eso era un terrible sueño, nada más. En mi habitación, la que antes fue de mi madre el color caoba de las paredes me tranquiliza un poco y suspiro dejando caer mi cuerpo hacia atrás. Pero no logro conseguir el sueño. Así que me escapo de las sabanas y camino por la casa. Al pasar por la puerta de la habitación de mis padres, la que anteriormente fue de mi abuela, lo hago en puntillas. Bajo por las escaleras y acaricio un poco al viejo Buttercup, que esta acostado frente a la chimenea. Siempre muy deprimido.

Cuando llego a la cocina para tomar un vaso de agua, me sorprende ver a mi mamá ahí. Parada contra la mesada, también bebiendo agua y con ojeras moradas que caen de sus ojos grises cansados.

--Tampoco puedes dormir…-- Me dice, en un tono frío. Mi madre, la famosa Katniss Everdeen, siempre me trata así. Varias veces hablando con mi padre, el me ha dicho que ella era así conmigo porque siempre tuvo miedo de tener hijos y que sufran lo que ellos. Pero que me amaba mucho.

--No, tengo pesadillas… Las tuyas no paran, ¿verdad?—Le digo, preocupada.

--No, y no he querido despertar a Peeta. Por eso vine aquí. —Me contesta, mirando hacia el suelo. Me sirvo un vaso con agua y me siento en la mesada junto a ella. -- ¿Qué es lo que te preocupa Rueouse?—Cada vez que mencionaban mi nombre, no podía evitar pensar en el significado de él, seguido de una punzada de dolor. Rue, Primrouse. De allí había salido.

-- Nada, en realidad. Es la Cosecha solamente. Es la primera vez de la vuelta de los Juegos del Hambre. Aunque sé que son los últimos también, temo que no lo sean.—Mis padres, desde que tengo edad suficiente para entenderlo, me han hablado mucho del tema. Me han contado absolutamente todo lo que han vivido, despertando en mí un odio hacia Snow, Coin, el Capitolio. Luego de que mi madre asesinó a Coin, Panem quedó liderada por Paylor, la jefa del distrito 8. Pero, pasó algo que nadie se lo esperaba. Paylor murió, y se desconoce la causa, pero “casualmente” apareció un nuevo personaje, la hija de Coin: Percy. Nadie se la esperaba, la tenían muy bien guardada. Y tomó el poder, al ser la hija de Coin y corresponderle, nadie se opuso. Y está claro que esta mujer de 35 años, odia a mi madre, y tal vez a mi padre. Y negoció lo que su madre quiso: Unos últimos Juegos del hambre, en venganza. Y aquí es donde entro yo, con la edad suficiente de 15 años para poder participar, y una venganza.

-- No te voy a decir que no estés asustada porque sería en vano, conozco la sensación que debes tener. – Deja el vaso con agua y se pone enfrente de mí y me agarra la cara entre sus manos descuidadas. Pareciera que fuera a decirme algo, pero me da un beso en la frente y se va a la cama.

Hago lo mejor que puedo hacer cuando me siento triste. Plasmar mi preocupación en una hoja. Agradezco tanto el haber heredado la habilidad de mi padre, de crear con sus manos obras maravillosas. Aunque no me quejo de la que herede de mi madre: el arco y flecha.

Me siento con las piernas cruzadas al lado de Buttercup en la alfombra,  tomo mi cuaderno y lo retrato. Al terminar, ya es de mañana y miro mi obra: Un gato con la mirada perdida, viejo y haraposo, extrañando a más no poder a su dueña, mi tía Prim.

Unas manos suaves me acarician el pelo cuando despierto en la alfombra abrazada a mi cuaderno. Cuando abro mis ojos exaltada, me encuentro con los míos, esos mismos ojos azules que tengo yo. Allí estaba mi padre sentado en la alfombra, siempre tan preocupado por mi, acariciándome el pelo con la mirada perdida en la mía. Me besa la frente y sonríe. Me hace sentir tan feliz la manera en que me trata Peeta.

--Tu mamá está arriba esperándote para ayudar a vestirte, Rueouse. —Me dice, y por un momento el se da cuenta también, cae en la realidad, de que hoy es la cosecha. Arranco el dibujo de Buttercup de mi cuaderno, y se lo regalo. Subo las escaleras y entro a mi habitación, donde mi madre está leyendo el libro de plantas de nuestra familia. Se sobresalta al verme, y  cierra el libro rápido para luego llevarme al baño donde me ha preparado la tina. Luego de bañarme me pongo el vestido que ella ha elegido para mi, muy simple. Como lo soy yo, como lo es ella. Me miro al espejo, dentro de esa ropa, que yo nunca usaba, color verde como las manzanas. Se acerca Katniss y me hace una trenza y luego la convierte en un recogido. Lo admito, me gusta haber heredado de ella su cabello.

Todo pasa muy rápido, de repente estoy en la plaza, que está rodeada de pequeños puestos y tiendas, renacidos de las cenizas. Todo el distrito esta renacido, al igual que el resto. Inclusive el Capitolio. Todas las tiendas, llevan arriba una cámara, donde filman toda la situación y la proyectan en una pantalla gigante detrás de un escenario y dos pantallas pequeñas a los costados de esta.

Me encuentro dividida de los demás con cuerdas, junto con los chicos y chicas de mi edad. Estoy junto a Clareese, una de las pocas amigas que tengo. Nos cuesta mirarnos sabiendo que tal vez alguna salga elegida en uno de esos papeles que salen de esa odiosa urna, pero nos tomamos de la mano. Este año no es Effie Trinket, si no otra mujer joven, igual de extravagante que ella: Con sus rizos hasta la mitad de la espalda color turquesa y su cara tan maquillada que pareciera de porcelana. Los habitantes del Capitolio no han cambiado sus costumbres, al parecer. Ellos siguen poniendo en primer lugar, su propia belleza. Aunque yo no veo muy atractivo ese cabello.

--Cada uno de los doce distritos debe entregar a un chico y una chica, llamados tributos, para que participen. Los veinticuatro tributos se encierran en un enorme estadio al aire libre en la que puede haber cualquier cosa, desde un desierto abrasador hasta un páramo helado. Una vez dentro, los competidores tienen que luchar a muerte durante un periodo de varias semanas; el que quede vivo, gana. —Empieza a decir el nuevo Alcalde del 12. Ya que el viejo Alcalde, murió en el bombardeo junto con su familia completa.

No pasan el himno, ni el video de la rebelión que pasaban cada año. Solo la mujer, llamada Plettair, se acerca al micrófono y dice:

--¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte, esté siempre, siempre de vuestra parte!. ¡Las damas primero!

Y como era de suponer, como si estuviese todo arreglado, ahí me encuentro. Junto a Plettair, paralizada y temblorosa. Trato de buscar una cara conocida entre la multitud para que me de apoyo, pero no encuentro a nadie, vuelvo la mirada rápidamente hacia todos lados, y allí veo a Gale, siempre mirándome con ternura. Leo sus labios: “No te preocupes”. Y veo como Plettair deja apoyado sobre la mesa de la urna, el papel de la elegida: Rueouse Mellark.

RueouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora