Verde Mar

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Me arrastre hacia atrás hasta introducirme en un arbusto grande, y me quede ahí unos minutos hasta que me sentí segura.

--¡Oh dios! Marteens.—Susurré cuando recordé que lo había dejado solo. Un cañonazo me hizo pararme de un salto y correr con la vista nublada hacia el lugar donde se quedó recolectando frutos.

De repente nos chocamos y caímos impulsados hacia atrás.

--¡Marteens! ¡Marteens!—Le decía mientras nos abrazábamos. Qué alivio sentir que estaba vivo. El me abrazó fuerte hundiendo su cara en mi pecho y yo le acariciaba su cabello rubio como el sol deshidratante que nos quemaba las cabezas.

Habían transcurrido ya tres días más, y no habíamos conseguido agua. No tenía fuerzas para pararme, aunque para nuestra suerte, Marteens sí. El resistía mucho más que yo. El me alimentaba diariamente, aunque mi cuerpo rechazaba la comida, me era imposible comer sin poder sentir ni una gota de agua en mi boca. A veces me daban arcadas, y vomitaba el poco alimento que ingería y el inexistente líquido que se encontraba en mí. Tenía los labios rotos, parecían una lija, al igual que los de Marteens. De vez en cuando, perdía la conciencia por momentos, y me despertaba con las sacudidas que me daba Marteens mientras lloraba. Pero no tenía fuerzas para consolarlo, no tenía fuerzas para vivir. Lo único que podía hacer en mis últimos tristes días, era tocar la tierra seca a mí alrededor, que me recordaba a mi hogar. Cerraba los ojos y estaba en el bosque. Estaba Gale haciendo trampas, estaba mi madre sacando su arco del tronco hueco. A veces me encontraba en la sala de mi hogar, con mi padre retratándome. Siempre recuerdo ese retrato. El me dibujo a la perfección. Y se sintió tan orgulloso con su obra que se le cayeron un par de lágrimas. Y siempre que lo recordaba, siempre que recordaba su cara, se me caían un par de lágrimas a mí también.

Lo único que podía hacer en mi lecho, llorar, y recordar.

Lo último que recuerdo antes de perder completamente la conciencia, fue la cara angelical de Marteens que me rogaba que no cierre mis ojos, que me gritaba que resistiera, y sus últimas palabras antes de que saliera corriendo:

--Voy a buscar agua, de donde sea.—Traté de detenerlo pero no podía hablar, tenía la garganta demasiado seca, y tampoco tenía voluntad. Estiré mi brazo para tratar de agarrarlo pero el ya se había ido, y la mano me temblaba como si me estuviese congelando, de hecho, tenía frío. Veía todo nublado, y por momentos veía todo absolutamente negro. Dejé caer mi brazo, y cerré mis ojos.

Este sería mi fin. Marteens volvería con o sin agua, y de hecho, yo estaría muerta. Mis padres, y toda la Veta, todo Panem me estaría viendo morir. Solo desearía estar muriendo en mi hogar y que Coin no se estuviese retorciendo de felicidad con mi muerte.

De hecho… me encontraba en mi hogar, yacía en el sofá. Me sentía a gusto, en realidad no tanto, me sentía vacía, pero estaba en casa.

Ni mi madre ni mi padre estaban para verme. Estaba de nuevo con ellos, y ni siquiera Buttercup estaba aquí para saludarme. Me encontraba mirando el techo con la rabia a flor de piel, cuando un suspiro me hizo girar la cabeza de un salto mientras me agarraba el pecho del susto.

Allí, sentada en la cálida alfombra, se encontraba una niña rubia con dos trenzas, sentada como indio, y su piel de porcelana brillaba a la luz del fuego de la chimenea. Era mi tía Prim, solo que yo me veía mayor que ella.

Los vidrios estaban empañados debido al frío que hacía afuera, y mi tía me miraba a los ojos. No sabía si hablarle, no sabía si abrazarla. Pero eso no fue problema cuando ella me habló. Su voz me parecía de mi imaginación, era un ángel. Una voz angelical. Me hablaba sobre lo mucho que había esperado por conocerme, aunque le hubiese gustado esperar un poco más. No entendí eso, pero no le di importancia, ya que se me paró el corazón al ver a Rue parada a los pies del Sofá. Ella solo se había dedicado a mirarme, aunque de vez en cuando me sonreía. Yo… estaba muda. Y ni hablar de cuando apareció Finnick a mis espaldas. Eso si me hizo pararme de un salto. Su cabello bronce brillaba a la luz artificial de las lámparas de la casa, y sus ojos verde mar me miraban con orgullo.

--Aún no es el momento Prim…-- Le dijo Finnick a mi tía Prim.—Todavía no.— dijo esto último mirando a Rue con una sonrisa dulce, y luego me miró a mí con la misma ternura. Pero yo los veía a todos borrosos, veía el sillón como una gran mancha blanca, y a Rue como una pintura difuminada con los dedos.

De nuevo sentía un malestar impresionante, y veía todo oscuro. Solo que esta vez estaba mi padre para acunarme en sus brazos. Estaba mi padre conmigo.

La sensación más increíble del mundo se encontraba en mi boca. Un líquido fresco pasaba por mi garganta, y empezaba a recuperar la conciencia poco a poco. Mi padre me estaba dando la vida, me estaba dando AGUA. Lo primero que vi fueron los arboles, luego el cielo, aunque me costaba mucho y sentía que la cabeza se me partiría en dos. Estaba de nuevo en la Arena, aunque… era imposible que mi padre… estuviese conmigo. Pero mi cabeza se encontraba en el pecho de alguien y mi cuerpo estaba contenido en los brazos de alguna persona. Entonces miré hacia arriba, y no me choqué con los ojos azules de Peeta, si no… con unos bellos ojos verde mar.

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HOOOLA! 

Que capitulo no? JAJA!

Antes que nada, la foto es sobre el retrato que hizo peeta de Rueouse. Lo descargue de internet, no lo dibujé yo. 

Capitulo dedicado a 

KatherinaPetrova♥

Lu--

RueouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora