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Cuando desperté, estiré los brazos hacia el costado buscando el cuerpo de Félix, pero no estaba. Me senté, y noté que la herida ya no me dolía, entonces levanté mi camiseta y vi que se había cicatrizado perfectamente, se estaba cerrando mi piel, y cuando me tocaba, dolía pero como un pequeño pinchazo.
--Félix debió haber salido.—Me dije a mi misma. Tampoco estaba su mochila ni la cantimplora, ni la liebre. Nada. Me paré y salí de la cueva, no sin antes mirar para ambos lados. El sol empezaba a escaparse de los nubarrones, y ya era más o menos mediodía. Me acerque a un charco de lluvia en el suelo, y cuando vi mi reflejo me quedé sorprendida.
De mi cabello, estaban prendidas un montón de florcitas rosadas y blancas, colocadas desordenadas por todo mi pelo, y de la trenza que llegaba a la mitad de mi espalda, unas flores amarillas mas grandes, en cada espacio que quedaba entre trenzada y trenzada. Me llevé las manos a mi cabeza para ver si era un sueño, y no. Ahí estaba cada florcita, cada hoja que se había colado entre ellas. Parecía una pequeña hada, y me veía hermosa. Esto solo pudo ser obra de Félix. Me miré de nuevo al reflejo y me encontré de nuevo conmigo, pero esta vez con una sonrisa, y con los ojos brillantes. Con la cabeza llena de flores, y con las mejillas ruborizadas.
Entré a la cueva y me senté en la tierra, apoyándome sobre una de las paredes húmedas de la cueva. No podía dejar de suspirar, pensando en Félix. En cada una de esas flores que se había ocupado en ir a recolectar y enredar en mi cabello, y sin que me dé cuenta. Sin despertarme, con sus manos delicadas.
Entonces, entró Félix por la cueva y yo me paré de un salto y corrí a sus brazos, el tiró la mochila a un lado y me abrazó haciéndome girar en el aire.
--¿Te gustó tu peinado nuevo?—Me preguntó hundiendo su cara en mi cuello. Se me erizó la piel.
--Me encantó…-- Le respondí feliz. Entonces me bajó, tomó su mochila y la empezó a abrir.
--Te traje unas cosas.—Me dijo mientras se arrodillaba a sacar cosas de su mochila. Yo me senté en frente de el. Entonces sacó la liebre cocida, envuelta en unas hojas. La cantimplora, desenvolvió unas hojas y había unos frutos rojos, como frambuesas, y luego sacó un ramo de yuyos y flores amarillas. – Perdón si no son muy lindas las flores, pero fue lo que encontré en este bos…-- Me acerqué y lo besé sin dejarlo terminar. El dejó la mochila y el ramo a un lado y me tomó con ambas manos para besarme.
Luego de un rato de besos, nos sentamos enfrentados, y empezamos a comer juntos. Esto era… una especie de cita romántica. Lancé una risita burlona por mi pensamiento.
--¿De qué te ríes?—Me preguntó Félix divertido mientras me daba en la boca una frambuesa.
--De nada… de que esto se parece a una cita, ¿no?—Le pregunté riendo. El se empezó a reír también, y nos empezamos a reír más a causa de nuestras risas hasta que terminamos tirados en el suelo riéndonos. --¡Listo! ¡BASTA!—Le decía yo mientras reíamos.—¡Que ya me duele el estomago!—Entonces Félix se puso sobre mí y me dijo dos palabras que me cortaron la risa.
--Te quiero.—Sus palabras quedaron flotando en el aire.
--Yo también te quiero.—Le respondí sonriendo. Y era verdad, no era nada de mentiras. Yo lo quería, mucho. Demasiado. En estos momentos, él se había convertido en mi mejor amigo, en mi acompañante, el era todo para mí en esos momentos. Yo estaba enamorada de él.
El día se pasó volando, ese era nuestro último día en la cueva, ya que los profesionales sabían nuestra ubicación. “Por eso quería que sea especial”. Me dijo Félix mientras nos estábamos acomodando para dormir. Al día siguiente tendríamos que irnos a primera hora.
Y así fue, al primer rayo de sol, ya nos habíamos levantado. No teníamos hambre, habíamos comido bastante el día anterior en nuestra “cita”.
Esta vez, íbamos de la mano caminando. Nuestras manos solas se encontraban y se tomaban. Era tan agradable esa sensación.
--Estúpida, estúpida, estúpida.—Me repetía a mí misma, porque ¿A quién mas si no? Si estaba sola. Nunca debí haberle pedido a Félix que me dejara ir a recolectar mas de esas deliciosas frambuesas mientras él iba a cazar.
--Pero te vas a perder… Además no quiero que vayas sola.—Me dijo Félix seriamente.
--Tranquilo, no me voy a perder además se cuidarme sola.—Le respondí yo, arrogante y segura. Hasta que lo convencí y me fui hacia el lado contrario de Félix solo con el arco y el carcaj.
--“Se cuidarme sola”—Me decía a mi misma en un tono burlón y enojado. Ahora me encontraba perdida, sola en el bosque, maldiciéndome. Muerta de frío, de noche. Acurrucada a los píes de un árbol, con un peinado precioso y con el recuerdo del perfume de miel de Félix que sentí el día de la entrevista, cuando me abrazó.
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Ya era hora de un poco de amor. ¡Espero que les guste!
A partir de ahora va a pasar algo inesperado.
Dedicado a
cheeseq :)
Saludos!
Lu..