CAPÍTULO 3.
EVAN.
Mi noche estaba yendo de lo más normal, y como siempre, solía ir a la cafetería ubicada cerca de mi casa, ya que su café es delicioso y en la noche no ronda tanta gente, por ende, podía leer tranquilo. A pesar de casi siempre tener mi casa sola debido a que mi madre viaja mucho por trabajo, no me gustaba estar en ese lugar tan grande y solitario, y por eso venía aquí. La cafetería era acogedora y me sentía cómodo.
Como dije, estaba yendo de lo más normal, hasta que esa chica apareció llamando mi atención, se notaba algo desconcertada y lucía algo ebria. Su cabello caía con suavidad sobre sus hombros, lucía sedoso, su tez blanca combinaba a la perfección con sus labios rosados y sus ojos azules, expresaban una mirada intensa.
No he tenido mucha experiencia con chicas, siempre he sido algo tímido y por eso es nunca he compartido mucho. Además, no es algo que llame mucho mi atención. En la escuela siempre solía estar estudiando o leyendo en la biblioteca para poder aplicar a la carrera de Psicología en la universidad, con lo que mucho orgullo logré y ya me encuentro en mi segundo año.
Mi tiempo libre lo ocupo para jugar playstation, tocar guitarra, leer libros de mi interés y jugar algunas veces a la semana en partidos de fútbol con mis amigos en unas canchas que quedan aquí en el pueblo. Así que básicamente, mi único acercamiento en chicas son mi madre y mi mejor amiga de toda la vida Valeria. Con ella nos conocimos en el jardín de niños y coincidimos en la escuela, desde entonces no nos hemos separado, y a pesar de nuestra linda amistad siempre he tenido un sentimiento de atracción hacia ella, pero eso es algo que nadie sabe, no quiero arruinar nuestra amistad.
Después del encuentro con la chica y tenerla en mi auto camino a mi casa comencé a cuestionarme por qué la había invitado, no la conozco de nada y su estilo de vida diferente al mío es bastante notorio. Pero se veía algo afectada y se había lastimado, por supuesto debía ayudarla, no podía dejar que anduviera por ahí sola con lo peligroso que es, sobre todo por las noches.
Cuando llegamos la llevé a la habitación de invitados.
-Iré a buscarte algo para curar tus rodillas -le comuniqué y salí de la habitación-
Las manos me sudaban, me encontraba bastante nervioso, no suelo traer chicas a casa, bueno a excepción de Valeria, pero es distinto. Fui hasta la habitación de mi madre, en su baño se encontraba el botiquín. Luego me dirigí a mi habitación y tomé una playera para darle a Amanda.
Amanda, era un bonito nombre.
Cuando volví al cuarto de invitados ella se encontraba solo con su ropa interior, sentí mis mejillas arder y los nervios se apoderaron de mí.
Sus bragas de encaje se adherían perfectamente en sus caderas y muslos, y el pequeño top que traía hacían resaltar su busto.
Mierda, nunca había visto a una chica así.
-¿Es para mí? -señaló la playera.
Comencé a rascarme la nuca nervioso- Eh... sí, te la traje para dormir.
Se la entregué y sacó su top quedando en corpiño para luego deslizar sus brazos por mi playera, no sabía cómo reaccionar y tampoco quería incomodarla así que solo bajé la mirada y mis mejillas aún se sentían ardiendo.
Una vez lista volví a mirarla, mi camiseta le queda gigante y no puedo evitar ver lo tierna y hermosa que se ve, tiene un rostro muy lindo.
Comencé a curar sus rodillas y cuando iba a volver a mi habitación, noté que también tenía las manos heridas.
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Aprendiendo a amar
RomansaAmanda Ricci a sus cortos 19 años ya había vivido más que sus propios padres, sus fines de semana se basan en salir de fiesta, emborracharse a más no poder y divertirse con cualquier chico que se le cruce en su camino. ¿Compromiso? ¿Qué es eso? Ama...