Capítulo 1

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Desde que tenía 5 años mi vida se ha visto envuelta por dos cosas en específico: ciencia y mitología. Mis padres, no siendo muy fanáticos de ninguna de las dos al ser personas extremadamente vinculadas al catolicismo, no agradan mucho de la idea. Pero es que yo, junto a las historias del abuelo Stone, simplemente vivía maravillada.

Mi nombre es Kala, Kala Stone. El abuelo luchó tanto para lograr que mi padre le permitiera elegir mi segundo nombre, y mira que mi abuelo es un hombre muy terco, y mi padre simplemente no pudo negarse. De ahí, mi nombre completo; Kala Afrodita Stone. Mis padres se negaban a usar mi segundo nombre cuando de documentos se trataba, sin embargo, algo en el fondo de mi corazón sentía más conexión con el segundo nombre que con el primero. 

A pesar de vivir en una época tan avanzada en tecnología, mis padres viven en cierta cueva mental. Aunque confío mucho en ellos, trato de guardarme la mayoría de las cosas que tengan que ver con problemas adolescentes, para hablar sobre aquellas cosas en la escuela con mi mejor amiga, Mika.

Los padres de Mika al igual que los míos, son bastante religiosos, pero ceden a su hija la libertad de pensar o creer en lo que ella decida. Ojalá mis padres fueran así, el simple hecho de insinuar que Jesús no es real o que las otras religiones podrían ser más sanas o verídicas, me traería cientos de problemas, entre ellos, perder mi casa.

Aparte de Mika, la única persona que verdaderamente me entiende, es mi abuelo. Desde muy pequeña desarrollé mucha atracción por la mitología griega, y mi abuelo, como buen científico y devoto de la misma, era quien me hablaba de aquello, a pesar de la contra de mis padres. Siempre me compraba libros, e incluso, me contaba sus versiones de la historia. Versiones que él decía, eran las correctas. Viajé en varias ocasiones a Grecia en su compañía, y a pesar de las pruebas que demostraban que no, yo cada vez creía más en aquello que mi abuelo decía. 

Pero, esa no era del todo la razón por la que mis padres no aprobaban mi cercanía con el abuelo, era más por la razón por la cual se levantaba todos los días de la cama: los viajes en el tiempo.

Desde muy joven me percaté de la obsesión del abuelo con retroceder en el tiempo. Incluso afirmándolo, y según él, teniendo pruebas. A veces quería seguir las ideas de mis padres y considerar que el abuelo necesitaba atención médica, pero realmente, yo creía en él. Había algo en mi interior que creía en ello, y me decía que no desistiera.

Ahora tengo 17 y pensar que la vida que había vivido hasta ahora, era una locura, no podría ser una idea más equivocada. 

ENTRIÓN I: Un viaje de Dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora