Capítulo 23

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Ares

Por ser el dios de la guerra, muchos mortales tienen entendido que "nunca fallaría" dentro de una guerra, en mi vida, etc. Tener que detenerme a explicar que soy el dios de la guerra y no de la suerte, no es lo mío, así que opto por matar o simplemente causar daño, aunque ese entretenimiento ha disminuido desde que... ya ustedes saben.

Al llegar al templo, nadie se ofreció como sacrificio, me refiero a que nadie me dirigió la palabra o intentó acercarse, todos sabían que habíamos sido derrotados, y que yo, odiaba aquello. La sangre dentro de mi cuerpo hervía de una manera inexplicable. En mi camino por el templo me crucé con Alala, quien me avisó que Kala, se encontraba en uno de los jardines del templo.

Sonreí exactamente antes de que Alala mencionara que se encontraba en compañía de Jereth, un chico recién llegado que trabajaba en el área de la cocina. Aquello solo hizo aumentar mi enojo, mientras me dirigía hacia donde sea que estuvieran, Alala gritaba que no hiciera una locura, pero según lo que sentía, eso era justamente lo que haría.

Luego de caminar el templo casi en su completa extensión, pude visualizar la hermosa figura de la reina de mis sueños sentada en uno de los jardines del templo, tan bella como siempre. Sin embargo, mi semblante volvió a ponerse serio cuando noté la figura a su lado, Jereth reía y de vez en cuando aprovechaba para rozar su mano. Esto claramente no iba a terminar bien.

Caminé hasta el jardín, y mi ira se posicionó en la punta de mi lengua.

***

Aunque me hubiese gustado ver a Kala por más tiempo, era obvio que la escena que acababa de montar le había hecho sentir miedo de mí, y sobre todo, estaba consciente de que mi sed de dolor no se abastecía tan fácilmente. Cuando por fin se alejó de nosotros, pedí a Jereth acompañarme dentro del templo, claro, por si las cosas se salían de control.

—¿Necesita algo de mí, dios Ares? —acaso este chiquillo sabía a quién le estaba hablando.

—¿Cuáles son tus intenciones con Kala? —iba a ser directo, mi paciencia ya estaba colmada.

—¿De verdad quiere saber? Pues, es una joven muy bella, me gustaría cortejarla y después y-

—No puedes. —lo corté inmediatamente.

—¿Por qué no podría? Tengo entendido que no tiene pareja y nadie la está cortejando.

—Yo la estoy cortejando. Te quiero lejos de ella. —bien, esto no iba a terminar bien.

—¿Usted? Con todo respeto, no creo que usted busque nada serio, y no lo juzgo, pero para serle sincero...

—¿Qué? —pregunté secamente.

—Para que la profane usted, que lo haga cualquier otro mortal.

—¿Eso quiere decir que no te alejarás de ella por las buenas? —aquel chico negó, y al ver mi expresión empezó a reír fuertemente.

Tan fuertemente hasta que cesó su parloteo en menos de un segundo. La sangre abandonando su cuerpo al momento que el filo de mi espada lo atravesó, muriendo al instante.

—Nadie me subestima, se ríe en mi cara, o se niega a una petición mía, sin morir.  —le dije al cadáver del joven ya sin vida—. Realmente, solo una persona puede hacerlo. Y ya te diste cuenta que no eres tú.

Justo cuando saqué la espada de su interior, Cantalha apareció en la escena saltando de golpe al ver el cuerpo sin vida de el joven conocido por ella.

—Ares... —dijo en un susurro, bastante asustada para procesar el desastre gente a sus ojos—. Necesito que me hagas un favor. Kala no puede saber.

—¿Qué hiciste Ares? —por fin pudo articular con un poco de dificultad.

—Yo... Nadie más va a tenerla, así tenga que asesinar a toda Grecia.

ENTRIÓN I: Un viaje de Dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora