Capítulo 4

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Era jueves por la mañana y me encontraba en la escuela, la semana transcurrió más rápido de lo que esperaba. Pero hubo algo que no me dejó descansar como hubiese deseado. Aquel sueño que tuve el domingo luego de visitar al abuelo, se había vuelto recurrente.

Todos los días soñaba con aquella misma persona, aquellos ojos oscuros y aquel ser excepcional, según mi percepción. Había algo en aquel sueño, y era que parecía más una realidad, sentía el frío de la misma forma y sentía las lágrimas rodar mis mejillas, era como si aquella escena alguna vez hubo ocurrido, y yo no lo recordara. 

Debido a que logré enseñar al abuelo a realizar llamadas por Whatsapp, hablamos todas las noches antes de irme a dormir. Papá a veces nos escucha y ríe, pero nunca se atreve a acercarse. Mamá, por su parte, ha estado más susceptible que nunca. Según ella el diablo la ha estado tentando enviando a tanto pecador a su consultorio, según mi mamá los pecadores se resumen en homosexuales, jóvenes embarazadas y personas con algún tatuaje o pircings. Yo por mi parte he intentado ignorarla lo más posible para no tener la inevitable pelea que tendríamos si decidiera explicarle que su Dios, no trata a las personas como ella lo hace.

El timbre nos avisaba que las clases habían culminado. Recogí mis cosas mientras Mika no paraba de hablar sobre aquel libro que le robó a mi abuelo la última vez que fue a visitarlo junto a mí. Salimos juntas del aula y al salir de la escuela sentí cómo la suave brisa levantaba mi cabello en el aire, varias miradas posándose.

No era ningún misterio que resultaba atractiva para algunos chicos, solo que ninguno se acercaba a mí lo suficiente. Cada vez que veía un chico caminar en mi dirección, me emocionaba pensando que pasaría algo por primera vez. Sin embargo, a unos pasos de mí se detenían, como si algo invisible los forzara a retroceder. 

Mika exclamó algo lo bastante alto como para llevarme de vuelta a la realidad. Ni siquiera había notado cuándo empezamos a caminar en dirección a su casa donde me quedaría a dormir luego de lograr que papá convenciera a mi madre de que, por dormir fuera de casa no me perdería de los caminos del señor.

Al llegar a la casa de Mika su madre nos recibió efusivamente con un montón de comida y preguntas de cómo estuvo mi día. Luego de engullir toda su deliciosa comida fuimos a su habitación. 

Duramos aproximadamente media hora en silencio, escuchando la música que salía de la laptop de Mika. Realmente me sentía muy bien en su casa y más en su compañía, entre nosotras nunca ha habido un silencio incómodo. 

—Kala, ¿Tú crees que tu abuelo está loco, como… como tu madre dice? —preguntó Mika. Yo realmente estaba muy segura de mi respuesta.

—No, creo que mi abuelo no diría algo a menos que esté seguro. Eso sí, sé que hay cosas de las que él sabe que no dice a nadie. Y tampoco lo forzo a contarmelas.

—Yo creo que tu abuelo es fantástico. Y que tal vez tenga razón, pero no creo que nadie se esfuerce en tratar de probarlo. —dijo Mika. 

—¿Por qué lo dices? —pregunté realmente un poco extrañada por su comentario. 

—Kala, es fácil. A nadie le conviene, no tanto saberlo, lo que no les conviene es que la población lo sepa antes de que ellos puedan sacarle algún provecho. Es igual que con el cáncer, ¿por qué crees que cada vez que alguien dice tener una cura para el cáncer aparece mágicamente muerto a los días? Negocios. A los que realizan quimios y venden los tratamientos no les beneficia que un negocio tan grande como el cáncer, pueda ser curado del todo.

Tenía razón. 

—Entonces, según usted comentarista británica, ¿cuál es el punto? —dije como si fuera una entrevistadora. 

—El punto Kala, es que igual como a la medicina no le interesa que el cáncer tenga fin, a los religiosos y demás grupos de sociedad cerrada no les interesa que se confirme la existencia de los dioses, sean de la mitología que sean. Y a nadie, realmente, le beneficiaría que se confirme la teoría de que los viajes en el tiempo, son posibles. Así qué, en efecto, tu abuelo no estaría loco, solo en la sociedad equivocada. 

Esa noche, dormí con aquellos inquietantes ojos fijos en mí dentro de aquel sueño. Pero esta vez, una voz salió de aquel cuerpo musculoso, aún dormida podía sentir mi cuerpo erizarse ante aquella potente pero melodiosa voz.

"Afrodita" salió de aquellos labios, dándome calma y enviándome a un sueño aún más profundo. Nunca podría borrar aquella mirada de mí, y mucho menos, la forma en que esos labios pronunciaron mi nombre, sonando hasta como un pecado que otro ser lo tomara en los suyos.

En mis sueños lo conocía, y él sabía quién era yo. Solo ahí, en mis sueños...

ENTRIÓN I: Un viaje de Dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora