Capítulo 28

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Los cuatro últimos días antes de volver a casa se pueden resumir muy fácil: escabullendome en los rincones del templo junto a Ares, ocultándonos cuando algún dios, incluyendo su padre, aparecían por algún rincón en que nos encontrábamos besándonos o iniciando un juego de roces y toqueteo. Cuando Ares debía ir a alguna guerra, aprovechaba para buscar información junto a Alala, un trabajo que hasta ahora no ha tenido resultados. En las noches, ya no tenía que dormir para ver al dueño de mis sueños, pues este y yo nos solíamos encontrar en su habitación cuando todos se habían dormido.

Ares me hablaba de sus guerras, de su infancia, de sus sueños. Era como si uno de mis libros hubiese cobrado vida y se estuviera leyendo para mí. Yo, contaba algunas cosas, evitando temas familiares para no cometer un error.

Todo iba marchando muy bien, pero dos detalles se hacían presente para no permitir la perfección de las cosas. Damén, de vez en cuando me observaba de una manera muy incómoda, como si supiera algo de mí. Y por otro lado, se encontraba Cantalha, quien una vez nos encontró a Ares y a mí besándonos en la cocina. Su semblante se volvió frío y simplemente abandonó el lugar, desde ese día me evita constantemente y suele hacer comentarios irónicos cuando hablo, ¿Qué le sucede?

Eran las 5:30 de la mañana cuando Alala me acompañó hasta entrión, nos despedimos con un abrazo y prometió estarme esperando mañana a la misma hora. Me adentré al túnel y nuevamente, estaba en casa.

***

Mi madre no paraba de hablar de pecadores, mientras mi padre se limitaba a preguntar sobre mi "curso de gastronomía" para los padres de Mika, ella estaba durmiendo en mi casa porque el curso nos quedaba más cerca, y para los míos, era lo contrario. Odiaba mentirle a mi padre, porque simplemente no lo merecía, pero cuando mamá empezaba a hablar, juro que me hacía sentir menos culpable.

Este día decidí salir a dar una vuelta por la ciudad, hace mucho que no lo hacía. Me había acostumbrado tanto a la tranquilidad de Atenas, que encontré molesto el bullicio de las calles de Londres. Ni siquiera mi teléfono celular me había llamado la atención nuevamente, es que hasta la insolencia de Ares se hacía notar, por su ausencia.

Al volver a casa, aproveché que mis padres no estaban para poner un poco de música y relajarme. Incluso usar la ropa de esta época me estaba resultando incómodo, ¿acaso no amaba mi hogar? Sí lo hacía, pero había algo en aquel sitio que lo hacía más cálido para mí.

Tal vez por eso mi abuelo estaba tan empeñado en que lo conociera, o simplemente no era ni la mitad de lo que quería darme a conocer. ¿Estaría feliz de lo que estoy haciendo junto a Ares? Me lo imagino diciendo algo como: "¡Te lo dije Afrodita! el amor se manifiesta de diferentes formas, incluso el odio es usado por el corazón para encubrir su verdad. "

Las lágrimas salieron sin brisa, porque hace tiempo que las estaba guardando, y ahora mismo tenían todo el día para caer de mis ojos. Extrañaba tanto al abuelo, que evitaba pensar en aquello para no ponerme triste. Me hubiese encantado vivir esto con él.

Por primera vez estaba enamorada, y no podía contarle a nadie de aquello. Y eso, eso me hacía sentir como si el hecho de amar era un arma mortal con la cual se puede destruir, o construir. Pero es que estaba enamorada del dios de la guerra, y eso, ya era ofrecerse en sacrificio ante cualquier dios, o mortal.

***

Caída la noche, cené en silencio e inmediatamente volví a mi habitación. Luego de ducharme y colocarme una de mis pijamas, me tiré en cama esperando a que Morfeo se adueñara de mí.

—¿No me vas a decir por qué estás triste? Puedo sentirlo. —Ares preguntó, luego de mi gran silencio y mi poca atención a las cosas que me contaba.

—Lo siento, no era mi intención hacerte sentir ignorado, es solo que hoy no ha sido un muy bien día.

—Está bien, mira que no soy para nada divertido, pero me sé algunos chistes, y puedo hacerte reír con las bromas que le hice a Atenea cuando era solo un mocoso. —reí un poco y me acomodé en su pecho. Realmente apreciaba que simplemente estuviera aquí, aunque no habláramos al respecto.

—Creo que estoy enamorada de ti.

—¿Crees? Yo lo estoy desde la primera vez que te vi, y eso, que fue en un sueño.

—¿Qué harías si alguien nos aleja? —lo sentí tomar una respiración bastante profunda, señal de que aquello lo había molestado.

—Nadie lo hará, y de intentarlo; destruiría el Olimpo completo.

—¿No dejarás que nadie lo haga?

—Aunque tenga que dar mi vida por ello.

—Ares, te estoy dando mi corazón, no lo destruyas.

—Yo ya te di el mío, y no me importa si tú acabas con él. Amarte es la guerra más bella que jamás he librado.

ENTRIÓN I: Un viaje de Dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora