Capítulo 13

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El olimpo estaba regido por doce dioses, entre ellos; mi hermana Atenea, diosa de la sabiduría. Sí, dos extremos totalmente distintos. Una de las pocas personas que dejaba sucumbir en mi vida. A parte de mis padres, tenía a Alala, quien ha estado sirviendo a mi padre desde que Atenea nació y que prácticamente nos ha tomado como hijos suyos, también está Cantalha, hija de Alala y creo que la única que no ha deseado tener sexo conmigo, siendo más como una hermana para nosotros. 

Había una sola persona que no soportaba del todo, Damén. El Consejero y científico de la familia, al menos así se hacía llamar él. ¿Por qué no lo soportaba? Claro, su obsesión con los viajes en el tiempo y otras dimensiones. No me parecía estúpido, al contrario, lo encontraba un tema muy interesante, sin embargo, sabía que sus intenciones no eran las más sanas, y hasta yo, dios de la guerra, no estaba de acuerdo con esas cosas, no sin tener un motivo verdaderamente válido.

Sin embargo, no me metía en ningún asunto que no fuera de mi incumbencia, eso no era lo mío, lo mío eran las guerras y las mujeres, y era sincero al respecto. A veces me preguntaba qué hacía a las mujeres llegar hasta mí, digo, soy excelente en el sexo, más no me ando con cursilería, lo mío es solo sexo duro y sin contemplaciones, eso del amor no me va; hasta ahora. 

Hace una semana mi encuentro con aquella chica en mis sueños tuvo dos momentos importantes: en el primero me reveló que su bello nombre era "Kala", y al segundo; pude palpar su tristeza y por primera vez, puedo decir que sentí pena por alguien. Guiándome de mis sentimientos fui amable y le ofrecí un poco de paz, sorprendiéndome a mí mismo.

A pesar de ser un sueño, siempre se sentía como el momento de intimidad más real que he llegado a tener, sin tener que tocarla, poseerla o besarla, me estaba dando lo que otras solo habían logrado con sus cuerpos por unos minutos, y eso, eso producía una sensación extraña en mí. 

Mi padre y varias personas habían notado la mejoría en el estado de ánimo de aquel dios poseedor de la más grande ira del mundo, y tuve que morderme la lengua para no decir algo como 《Sí, es que normalmente estoy viendo una chica en mis sueños y me tiene de buen humor》. No, ni loco.

Mi madre y Alala siempre me decían que el amor de mi vida llegaría cuando menos lo esperaba, pero que lo sabría por cómo me hacía sentir. Y yo ya no esperaba nada, demasiados años con demasiadas mujeres que a mi parecer, no merecían que destinara mis mayores guerras a ellas. Y no me refiero a las guerras que lideraba allá afuera, me refería a las guerra que libraba a diario conmigo.

Pero esa chica, esa chica que ni siquiera conocía, me estaba haciendo dudar de mi propio poder como dios. Porque a sinceridad, nunca había librado una guerra parecida. 

Sumido en mis pensamientos, no sentí la presencia de alguno de mis hombres en silencio, esperando que les diera permiso para hablar. ¿Cuánto tiempo llevaban ahí?. Con un gesto de manos les indiqué que podían hablar. 

—Su Majestad, tenemos una posible amenaza al sur de Atenas, solicitan su presencia. 

Y si solicitaban mi presencia, claramente sabían que esto iba a terminar mal. Con un nuevo gesto les pedí que se retiraran del lugar, dejándome nuevamente con mis pensamientos. Sonríe al recordar que anoche, Kala había sonreído de una manera que nunca nadie lo había hecho para mí. Y eso hizo que algo en mi corazón bailara al son de su hermosa dentadura y la forma en que sus carnosos labios rosados se arqueaban para dejarlos ver al mundo. 

—Ahora eres mi amuleto, Kala. Tu sonrisa será mi escudo en cada guerra. —dije para mí mismo y para la chica de mis más hermosos sueños. 

¿Por qué peleo? Por ti, siempre ha sido por ti》.

ENTRIÓN I: Un viaje de Dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora