Te amo

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—¡Han destruido mi maldito establo! — una mujer manchada de algo parecido a la sangre se encontraba a unos metros de nosotros la cual gritó con tanta potencia que el suelo tembló. Helios tomó mi mano y dimos unos pasos hacia atrás hasta que una guadaña parecida a la de Thanatos apareció en su mano.

—No es humana— musité.

—¡Merecen la muerte! — volvió a gritar con voz ¿ebria? Pude suponerlo ya que a veces Zeus se emborrachaba tanto que hasta su voz se volvía tambaleante —Nadie toca lo que es mío— extendió un par de ¿alas? Helios me haló hacia atrás cubriéndome. Sus manos se incineraron en energía.

—¡Espera! — Helios alzó su mano —Escúchanos primero— tragué saliva —Soy Helios dios del sol ella es Hera, reina de los dioses y los hombres no estamos aquí para...—.

—Si claro y yo soy Zeus— interrumpió abalanzándose hacía nosotros. Helios me empujó a un costado. Mi boca se abrió en sorpresa al ver a Helios reteniendo la enorme guadaña entre sus manos.

En un movimiento rápido ladeó la hoja de la guadaña propinándole un puñetazo colosal en el rostro a aquella mujer, solo escuché como el aire zumbó cuando su cuerpo salió despedido hacía atrás atravesando el establo.

—¡Helios! — elevé la voz yendo hacía él.

—Creo que me he pasado— masculló sin apartar la vista del frente.

—Creo que si— tragué saliva. Helios comenzó a andar hacía el establo y yo le seguí hasta que escuchamos como aquella mujer comenzó a reír. Ahora fue mi turno de empujar a Helios permitiendo que ella pasase como una bala en medio de ambos.

—Así que no son unos simples humanos— rio suspendida a unos metros del suelo.

—¡Ya te he dicho quiénes somos!— Helios alzó la voz.

—Deja de mentir niño no pareces en absoluto el dios del sol— negó con burla —Nunca he visto a la reina de los dioses así que no puedo opinar de ti, aunque no sé porque tu rostro se me hace familiar— me vio con desdén.

—Deja que te expliquemos por favor— di un paso hacia ella.

—No tengo el maldito tiempo para lidiar con charlatanes— apuntó la guadaña hacia nosotros. Tensé la mandíbula ante su terquedad permitiendo que mis atributos corriesen con libertad por mi cuerpo —¿Pero qué carajos eres? — le escuché mascullar.

—¿Por los viejos tiempos? — ladeé una sonrisa hacía Helios.

—Por los viejos tiempos— sonrió incinerando sus manos en energía. Invoqué mi cetro convertido en lanza.

La extraña mujer gritó abalanzándose hacía nosotros y lo mismo hicimos con ella. Sembré con fuerza la lanza en el suelo ayudándome así para tomar impulso y alzarme golpeando el estómago de ella mientras Helios se fue de largo para esperarle atrás donde se encargó de golpear su espalda que la hizo rodar algunos metros lejos de nosotros.

—¡Eso! — grité sonriéndole.

La mujer se puso de pie con un hilo de sangre bajando por la comisura de su boca. Gritó una vez más impulsándose con rapidez, un pestañeo bastó para que desapareciera de nuestro campo de visión. Solo fui capaz de sentir un punzante golpe en mi espalda que me hizo rodar por el suelo.

Me tomó del cuello y me propinó un fuerte puñetazo en el labio, sentí el sabor metálico de mi sangre en la boca. Hasta que Helios le tacleó quitándomela de encima. Escupí sangre sintiéndome mucho más colérica. Ella apuñeteó a Helios en el rostro por lo que atraje mi lanza con la cual le golpeé en las costillas alejándole unos metros de nosotros.

Hera: La caída del sol y el rayo © Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora