Doble destino

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—Despierta— unos fríos dedos acariciaron la punta de mi nariz —Vida mía— me giré apegando mi rostro a un cálido pecho, reconociendo perfectamente ese fresco olor.

—Zeus— musité. Me separé un poco entreabriendo mis ojos con pesadez observando sus preciosos ojos preocupados —¿Qué sucedió? — pasé mi brazo por su cintura apegándome a él.

—¿No lo recuerdas? — masculló acariciando mi cabello a lo que yo solo negué. Hasta que una descomunal bofetada universal vino directo a mi rostro.

«¡Oh esto es maravilloso! ¡Zeus felicidades déjame decirte que seremos padres de dos hermosas criaturas!» las palabras de Caos hicieron eco en mi cabeza provocando que la calidez de mi cuerpo volviese a desaparecer. Me separé de Zeus con rapidez sentándome.

—D-dos be-bebés— tartamudeé hiperventilando.

—Hera escúchame— él se sentó quedando frente a mí —Mi amor— dijo acunando mi rostro entre sus manos a lo que yo negué —Preciosa— acarició con su dedo pulgar mi mejilla —¿No es fantástico? — sonrió más yo no supe que decir.  La puerta se azotó con fuerza siendo abierta.

—He sentido que nuestra hermosa mujer ya ha despertado— Caos gritó con algarabía.

—Papá lo siento no he podido detenerle— dijo Ares nervioso tras Caos.

—Caos...— susurré viéndole a los ojos a lo que él se detuvo relajando sus facciones con una pequeña sonrisa.

—Lo sé— suspiró —No tienes nada por lo que preocuparte— sonrió —Dos hermosas vidas están en tu vientre— sollocé y Zeus tomó mi mano —Y ellos te necesitan, debes de ser valiente— se acercó sentándose en el borde de la cama. Ares la rodeó y subió a mi lado sentándose. Envolvió mi vientre con sus brazos y yo pasé mis manos por sus hombros pegando su cabeza en mi pecho —Sabes perfectamente lo que tu amor es capaz de crear— hizo un gesto con su cabeza apuntando a Ares a lo que yo mordí mi labio reteniendo una sonrisa.

—Vida mía— Zeus acarició el dorso de mi mano a lo que volteé hacia él —Solo mira a los hermosos hijos que les has dado forma y vida— acaricié el cabello de Ares —Que me los has dado a mí— sonrió y yo reí entre lágrimas —No trates de ser perfecta, no importa que a veces te equivoques, no es algo de lo cual los dioses estemos exentos— mordí mi labio —Solo sigue siendo esa hermosa diosa que da todo con tal de que sus hijos sean más grandes que el mismo universo— se acercó depositando un beso en mis labios —Esa madre que les enseña a amar y vivir como solo ella sabe hacerlo— cerré mis ojos sintiendo una hermosa calidez en mi pecho.

—No tengas miedo— Ares musitó aun abrazado a mí —Ellos estarán bien— puso su mano en mi vientre —Porque tú eres su madre— alzó su rostro viéndome —Y no hay mayor bendición de los dioses que ser tu hijo— mi boca se curvó en un puchero mientras mis lágrimas corrían libremente por mis mejillas. 

—Lo siento, lamento todo lo que ha sucedido— mascullé entre gimoteos. Zeus me abrazó y Ares lo hizo también. Escuché un suspiro aliviado de Caos.

—Mi señor— alguien se detuvo en la entrada provocando que nos separáramos —¡Oh!  mi señora— dijo un joven soldado de Zeus haciendo una reverencia al verme —Lamento mucho la intromisión— se irguió —Hermes ha traído un mensaje para usted mi señor— se refirió a Zeus —Él le espera en el salón— Zeus asintió.

—Puedes irte— respondió y el soldado hizo una reverencia antes de marcharse —Tengo que ir— acarició mi mejilla. Tomé su mano viéndole con preocupación y él dibujo una pequeña sonrisa en sus labios —¿Quieres venir? — alzó sus cejas y yo asentí. Ares se puso de pie dándome espacio para que yo me levantase.

Hera: La caída del sol y el rayo © Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora