Lo sé todo

420 25 16
                                    

—Van a preocuparse si no nos ven en el templo — suspiré siguiendo con la mirada a Zeus quien se sentó sobre el suelo recostando su espalda sobre una enorme roca.

—¿Qué más da?—cerró sus ojos recargando su cabeza hacía atrás. Zeus me había traído hasta un precioso espejo de agua que se encontraba dentro de una cueva medio abierta permitiendo ver el cielo, en el cual la luna había comenzado a brillar nuevamente —Solo toma tu baño y nos iremos— dijo sin abrir los ojos.

—¿Dónde estamos? — me di la vuelta observando lo precioso del lugar, el rayo de Zeus iluminaba lo suficiente para ver lo hermoso que era.

—Es el lago de Melissani en la isla de Kefalonia— respondió. Su voz se escuchaba apagada.

—Es precioso— mordí mi labio. Tomé los bordes de mi camisa quedando semidesnuda ante él, más no quise girar, una repentina vergüenza se albergó en mí, aunque sabía perfectamente que él no estaba viéndome. 

«Eres preciosa»

«Helios no deberíamos»

«Olvídale»

Sacudí mi cabeza alejando a Helios de mi mente, desabroché mi pantalón quitándole despacio provocando que la piel de mi espalda se erizara en señal de que Zeus estaba viéndome ya que era algo que solo su mirada provocaba. Caminé hasta el lago sumergiéndome dentro de sus frescas aguas. Froté mi cuello limpiando todo rastro de suciedad que Pan pudo haber dejado, mi corazón palpitó al sentir el movimiento del agua tras de mí.

Volteé hacia atrás donde Zeus había estado sentado, pero únicamente su rayo se encontraba clavado en el suelo, ni siquiera le vi dentro del agua, mi corazón se agitó di un paso hacia delante chocando contra un firme pecho, me tambaleé en las piedras del fondo ante el susto, pero fui sujetada por él.

—Oh por los dioses— jadeé temblorosa —No hagas eso— puse mi mano en su pecho para alejarle.

—¿Te he asustado? — ladeó su rostro con una sonrisa socarrona en sus labios.

—Cierra la boca— mascullé dándole la espalda.

—Eres preciosa— susurró abrazándome por la espalda —No sé qué carajos estaba pensando— tragué saliva al sentir sus manos acariciar mis caderas —No hay nadie que pueda compararse contigo—.

—Ze-Zeus detente— quise separarme de él, pero se aferró más a mí.

—¿Quieres recordar nuestro paraíso antes de que el caos vuelva a por nosotros? — su mano recorrió mi abdomen hasta uno de mis pechos —Aunque puedo hacer que nuestro pequeño paraíso no arda más — susurró causándome escalofríos —Pero desgraciadamente esta vez el infierno no arde solo para nosotros mi amor— mordió mi hombro —Hay otro que arde alrededor tuyo— me di la vuelta para verle.

—¿De qué hablas? — ladeé el rostro confundida.

—Te conozco demasiado bien— negó riendo —Se cuándo lo mío ha sido tomado— tragué saliva.

—N-no estoy entendiendo— dije nerviosa volteando a verle.

—Puedo sentirlo a él en ti— murmuró mirándome fijamente a lo que yo abrí la boca asombrada. Zeus tomó mis muslos cargándome a lo que yo enredé mis piernas en su cintura, caminó hasta la orilla donde apegó mi espalda.

—Zeus basta...—.

—No soy el único mentiroso en esta historia— me interrumpió —Puedo sentirlo en tu cuerpo—abrí los ojos con sorpresa —No puedes engañarme— ladeó una sonrisa —Voy a encender mucho más tu duda sobre a quién querer— me bajó pero me hizo girar quedando a espaldas de él —Al hombre que te pone primero a ti antes que sus estupideces— separó mis piernas mientras mi cuerpo temblaba como hoja al viento —O al hombre que interpone sus deseos antes que a ti—acercó sus frías manos acariciando mis caderas —Con el que jamás podrás salir del paraíso— le sentí acomodarse en mi entrada —O con el que tendrás la versión de dos mundos diferentes— me penetró provocando que un gritó se escapara de mi boca.

Hera: La caída del sol y el rayo © Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora