Mi destino

178 17 11
                                    

—¡No vuelvas a hacerlo sin mi permiso! — grité encarando a Moro quien al parecer había sido traído por mi padre.

—¿De qué habla? ¿Qué fue lo que hiciste? — mi padre le preguntó.

—Solo le mostré como hubiese sido su futuro si todas las cosas que le sucedieron no hubiesen pasado— ladeó una sonrisa socarrona —Ella se lo ha buscado, ha sido tu niña la que me lo ha reclamado— sollocé cabreada.

—Tienes que detenerte— mi padre se interpuso entre nosotros —¡Ya es suficiente toda la mierda que pasó como para que sigas trayéndola hacia ella otra vez! — gritó dejándonos anonadados ¿desde cuándo él decía soeces mundanas? —Puedes ser mi maldito hermano, pero con mi hija no te metas ¿entiendes? — siguió gritando.

—Papá tranquilízate— tomé su brazo, este me haló estrechándome en un abrazo.

—No te vuelvas a acercar a ella— escuché su pecho vibrar —Solo cumple tu maldito trabajo con Zeus, pero no te atrevas a acercarte a mi hija— en un rápido movimiento me cargo en sus brazos sacándome un gritillo de la impresión.

Salió del lugar con prisa en completo silencio. Por primera vez en mi larga vida no supe que decir, estaba demasiado sorprendida con lo que acababa de suceder que aún no era capaz de procesar nada. Jamás le había visto defenderme de tal manera.

—Pa-papá— puse mi mano sobre su pecho.

—Shhh, tienes que descansar esto no está bien para ti y mis nietos— dijo.

—Estoy bien— suspiré tranquila —Gracias a ti— acomodé mi cabeza en su pecho —Pero no tenías por qué hacerlo— mordí mi labio —Puedo defenderme yo sola— él rio.

—No mientras yo pueda hacerlo— suspiró—Ya he dejado que te lastimen demasiado, incluso que yo lo hiciera y es algo que no voy a perdonarme jamás mi cielo— mi corazón latió con rapidez. Llegamos hasta la habitación y él empujó la puerta con su pie —Aunque a veces dudo que este a tiempo de redimir todo lo que te hice— me puso sobre la cama.

—Papá basta— me acomodé —Te lo he dicho te amo y no hay nada que perdonarte, ya ha pasado, no te quedes varado ahí, después de eso siempre has estado conmigo al igual que mamá y eso es lo único que importa ahora— sonreí.

—Gracias mi pequeña niña— musitó besando mi frente —Descansa— se dio la vuelta dispuesto a irse, pero yo tomé su muñeca.

—Papá yo...— él volteó curioso —No te vayas— dejé escapar todo el aire de mis pulmones en un suspiro. Él sonrió. Me hice a un lado y se recostó quedándonos frente a frente —Gracias— musité después de unos minutos de apacible silencio.

—Te amo— llevó su mano hacía mi mejilla acariciándola.

—Te amo— sonreí detallando su cincelado rostro —¿Puedo hacerte una pregunta? — mordí mi labio y él asintió —¿A los cuantos años humanos dejaste de envejecer? — pregunté con curiosidad y él rio arqueando una de sus cejas.

—¿Por qué tu repentina curiosidad? — sonrió mostrando su perfecta hilera de dientes blancos.

—¡Es que vamos a mi lado casi pareces mi hermano mayor! — reímos.

—Lo sé— suspiró —Según estúpidas cuentas de Hypnos, él y yo dejamos de envejecer a los 37 años— hice una o con mi boca.

—Yo dejé de hacerlo a los 24— sonreí —Aunque algo extraño pasó después ya que pensé que no cambiaría más y lo hice incluso lo he notado en Zeus, cuando le conocí se parecía mucho a la apariencia que ahora tiene Ares, pero ahora él es un poco diferente— suspiré —Ahora su rostro es más maduro y mucho más guapo— mi padre rodó los ojos y yo reí.

Hera: La caída del sol y el rayo © Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora