Capítulo VI: Clío, diosa inocente

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Por más que lo intentaba no lograba vestirse como debía de hacerlo, no contaba con faldas cortas que revelaran sus delgadas piernas y blusas provocadoras que mostraran más de lo que debía de su no tan voluminoso pecho, no contaba con zapatos de ta...

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Por más que lo intentaba no lograba vestirse como debía de hacerlo, no contaba con faldas cortas que revelaran sus delgadas piernas y blusas provocadoras que mostraran más de lo que debía de su no tan voluminoso pecho, no contaba con zapatos de tacón alto como los de las chicas del club ni maquillaje que lograra resaltar sus ojos grises y labios tenuemente rosados, llevaba dos días trabajando en el lugar y lo único que había conseguido llevar eran pantalones a la cadera y blusas que había estado pensando tirar por llegarle por encima del ombligo; en sus dos primeros días Rose, Damon y Evan se habían carcajeado al verla entrar al club y tratando de ayudarla fueron a pedir ropas prestadas a las bailarinas que accedieron de mala gana pero aquella ropa le incomodaba, las cortas faldas apenas debajo de sus glúteos dejaban al descubierto su nada sexy ropa interior y los altos y puntiagudos zapatos habían provocado el más horrible dolor de pies de su vida, con pesar fue en la tarde de su tercer día de trabajo a la plaza comercial a comprar ropa para trabajar lo suficientemente corta para contentar al jefe pero lo suficientemente larga para no incomodarla demasiado, tres blusas de distintos colores, un short, dos faldas negras —una de piel y una de mezclilla—así como también dos pares de medias y un par de zapatos negros y de tacón alto fue lo más que pudo comprar con las generosas propinas de los clientes que había atendido en sus dos primero días de trabajo. Con vergüenza la chica teñida de azul se acercó a la caja y sin levantar la mirada pago sus cosas y se apresuró a llegar a la salida e ir hacia su hogar a prepararse para trabajar, al llegar comenzó a ponerse unas medias negras junto con una falda negra de piel, una ombliguera amarilla con un hombro descubierto y uno de manga larga y los zapatos altos negros; se cepillo el cabello y decidió taparse con un largo abrigo para no revelar nada hasta llegar al club Aphrodite, apresurada salió hacia el club y al llegar y mostrar su atuendo los aplausos burlones de Damon no se hicieron esperar.

—Al fin nuestro ángel decidió vestirse como debe de ser, aunque lamentablemente le falta un lindo maquillaje— Reconoció el pelinegro —Rose ¿Entre tu maquillaje no tendrás algo de delineador amarillo?.

—No quiero sonar mal pero ¿Acaso eres gay? Sabes más de ropa y maquillaje que yo— Ante esto Damon, Evan y Rose rieron.

—El único gay aquí es nuestro querido Evan, soy tan hetero como tú eres tan inocente, si sé de ropa y maquillaje es porque he de confesar que me gusta cogerme a una linda y arreglada chica.

—¿Así que te fijas si su maquillaje combina con su ropa antes de llevártelas a la cama?— Pregunto riendo Rose guardando su cosmetiquera —No tengo nada amarillo, con negro bastará ven para acá— Dijo viendo a Agnes que reía junto con Evan.

—¿Y si le preguntamos a Queen? Ella suele venir con maquillaje más colorido que cualquiera— Evan se sentó a lado de Agnes mientras le daba unos aretes —Toma son de mi hermana, cuídalos bien.

—Creí que no estaba prohibido hablar de nuestras vidas fuera de estas paredes— Dijo la rubia sorprendida por el comentario del joven.

—Creo que son unas reglas ridículas y conmigo puedes hacer una excepción.

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