04. Poemas de nieve

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«Odio tus ojos de cristal».
El miedo cruza y empapa mi ventana,
siento que lo podía esperar
y razono la censura de palabras
¿Para qué opinar
de los celestes montes del norte?
¿Qué podría aportar
mi opinión a este cruce de voces?
Por lo pronto voy a callar
y tratar de entender este entonces.

No me siento seguro de esto.
Hay tanta fuerza y no sé de donde.
No hay secreto, lo presiento,
pero si me arriesgo el fracaso se opone.
Es una sinrazón del sentimiento,
reprimirlo tal vez sería lo mejor.
Al llegar la ventisca del arrepiento
estos versos gélidos causarán ardor.
Me hallo confuso en estos movimientos
que se agitan con la fuerza del dolor,
y vendrá un cuarto impacto al concierto
a reivindicar la situación.

(¡Palabras suicidas,
no se quiten la vida!
¿Quién ahoga esta envidia
ahora que pierdo el deshago?
¡Salgan de mi vida
si ya no me necesitan!
¡¿Por qué está la traición a la cabecilla
habiendo traidores en cada corazón roto?!)
—Qué dolor...

Pero sólo puedo escribir poesía en la nieve
y dejar historias en cada rosa marchita
desde que sé lo frágil que soy ahora y siempre
viendo el problema en las frases líricas,
ubicando el error en el éxodo certero permanente
y nunca escribiendo canciones explícitas
en las melodías del mar de cristal reluciente
o las olas del vinilo que tanto te excitan.

No cuento más anécdotas en hojas hechas de sangre,
me hiere repetir el fracaso en una epopeya diaria.
Y me agobio cuando llega diciembre y hace hambre.
Esta sutilidad encarcela en rejas de hielo y tundra
mis puntos más viles y bajos como hombre,
y me rindo ante la interferencia que me arrumba
y el sonido de mis latidos en tick tack cual enjambre
resuena dentro de mi pecho, con pena hasta en la tumba
y un pánico escénico cuya introvertida luz es un alambre
por el que cuelgan los más difusos días de marzo en lucha.

(¡Palabras suicidas,
díganme por qué esa decisión!
¿Por qué me desperdician
y se van a la abulia de la sinrazón?
¡Vuelvan a mi vida
y la arreglamos en un latir del corazón!
¡¿Por qué envaso al vacío lo que me gritan
cuando trato de no tratarlas de traidor?!)
—Qué confusión…

Y me explicaban las voces del gran truco final
que no tengo por qué explicar el poema que te escribí.
Sé que tú siempre estás juzgando mi pensar.
Sé que al saber las capas de profundidad te vas a reír.
Sé que esas capas de hielo pueden hablar
y cuando no me ves siempre murmuran sobre mí.
Sé qué dirán de mí y de mi rumbo sin mirar
sus rostros llenos de arrogancia y errores sobre sí.
Sé que ellos se están equivocando sin parar.
Sé que ellos son los seres únicos en la sociedad illuminati,
que se rigen por un siniestro y turbio código moral
y que sus miradas llenas de euforia son por verme y reír.

Sólo hay vulgaridad en cada parte de ellos.
Tienen la mirada en un futuro corrupto.
Hay maldad en sus ojos llenos de miedos,
miedos que nunca expresan por bruscos,
por salvajes, por animales hechos de fuego
que me incendiarán sin mostrar luto.
Y este mundo es una selva agresiva
donde la muerte acecha mis susurros,
como encerrarme en una jaula fría
llena de ratas hambrientas de lo suyo.
Así veo esta salvaje carnicería.
Así veo las situaciones que hoy son dolor bruto...
¿y mañana? Será otro día, ¿no…?
si no me atrae la lencería,
¿necesariamente dejo de ser varón?
realmente es como decías…
sólo me falta el valor.

(¡Palabras suicidas,
no huyan por una equivocación!
¿Por qué somos tan agresivas
sin siquiera entender la provocación?
¡Podemos arreglar mi vida
y entender cómo funciona esta emoción!
¡¿Cómo no pude entender antes mi caída
si sólo soy palabras como ustedes por falta de acción?!)
—Qué revelación…

Puede que esta pequeña epifanía
le de una vuelta completa a lo de siempre,
a escribir historias en rosas marchitas
y poesías en la nieve.
Realmente odio tus ojos cuando brillan
y me molesta tanto cómo suelo verte,
con esa mirada tan dulce y linda
y tus labios tan suaves y fuertes,
tu cabello tan hermoso y lleno de gloria
que se roba la atención al cerca tenerte…
odio sentir esto por ti y la perfección que esbozas,
pero sólo por esta vez voy a atenderte
y trataré de hacer lo que me dices cuando te postras
a tratar de ayudarme a… quererme.…

—Oye, ¿quieres leer este último poema gélido?
es un poco más sincero que el que ya tienes.
¿Está bien? Pues entonces, con cariño…
[…]
…¡¡No lo vayas a derretir con el calor de esa sonrisa!!, ¡¿quieres?!
Qué sonrisa más rara…

Palabras SuicidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora