00. Pesimismo, enfermedad y depresión • Prólogo

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¿Dónde quedaron mis ilusiones?
siento haberlas regado de camino a la inspiración,
están esparcidas en la senda de las pasiones
y escondidas en el pasto del desamor…
malos presagios, fantasías rotas… desilusiones,
un mundo interno cayendo en destrucción,
rocío de lágrimas y dolores,
césped creciendo en tierras infértiles y depresión.

Traté de ser un poco más alegre.
Los aplausos cesaron al entrar yo en escena.
La mente caliente en el año de la fiebre,
hay carbón teñido a fuego lento para la cena,
hay pinturas negras en la blanca nieve
y hay marginación del pastor a la oveja negra;
está el mismo mal necesario de siempre
y cada día llega una angustia nueva;
hay palmas ardiendo por el sol de la playa
y apenas se se siente la fragancia a huelga;
el pacifismo es cosa de dibujar a rayas
y sólo hay vida siendo curvas las huellas
del lobo lapicero que remojo las vallas
del vecino que nunca apaga sus velas.

Apaga las luces si estás dormido,
es por culpa tuya que no puedo dormir.
Culpo al espejo, sólo él pudo haber sido
el causante del dolor que hoy sufrí,
el de ayer fue quien me quitó lo de ser un buen chico
y me enseñó las penas que he de vivir.
Y si, la suerte existe, mas no la lleva el rico,
en cambio lo desafortunado siempre llega a mí.

Pido auxilio en esta isla desierta,
si quiero comer debo buscar por debajo de las piedras.
¿Están mustios?, ¿se han quedado sordos?
no, más bien es que nadie me invita a su fiesta,
estoy desahuciado del corazón de todos
y nunca me despierta la alerta.
Ignoro mi alarma, ¡merezco sufrir!
¿Qué caso tienen las sonrisas en esa careta
si en el fondo sólo quieres huir?
¡A la mierda! Me conformo con ver tu belleza,
tú nunca te fijaras en mí...
tú eres linda, alegre, próspera, boyante, pura pureza,
yo un simple mar de brea infeliz.

Poeta, vulgar en las letras,
en el amor un príncipe carmesí;
los días hiperrealistas me agrietan
y lo amorfo de ellos me suele reconstruir.
No me importa qué me vendan,
sólo me importa que mi cartera perdí.
No veo la luz, espero que comprendas,
la lámpara nocturna desde niño fundí.

No puedo persuadir más mala suerte
y mis acciones no pueden ser peores.
No te puedo mirar de frente,
tu mirada enerva hasta a los leones;
caigo débil e inconsciente
en la piel escamosa de los pitones.
Soy lo que obstruye desde la tolva al recipiente
sólo por sus berrinchudos cojones,
soy la lengua que no entró dentro del dialecto
y aquel que pincha los ojos a los mirones.
¡Sólo yo eso comprendo!
no necesito empatía de sinrazones…
Sé que tambaleo de miedo,
pero necesito volver a sentir las pasiones
que dejé olvidadas en la anarquía y su sello
que tanto estimula mis diecinueve corazones.
¿Cuesta tanto dar un abrazo? Me pierdo,
así que encuentra por mí mis razones.
Hazlo por mí, te lo ruego.
Dale a mi cromatismo sus colores.

Palabras SuicidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora