08. Nuestra carta a todas tus catástrofes

1 0 0
                                    

Qué oscura está esta noche,
bajo un techo que creí conocer,
sobre un suelo que hasta este entonces
creía entender muy bien.
«¿Cuál fue el momento de reproches
que nos llevó a tan terrible conclusión?»
es la única pregunta que se expone
bajo la luz de la lámpara y la confusión
que en el desliz de mis dedos torpes
y sus movimientos sobre frustración
dejan clara la ansia que baila si me conoce
pero estalla si se halla bajo otra interacción.

Y aún pasan por mis ojos tus palabras
en un lenguaje intangible para el resto,
sólo yo las pude leer…
o al menos así fue en aquel momento,
hoy, cualquiera que me vea las puede entender.

La lluvia y el viento bajo el auge de la borrasca
me distanciaban con egoísmo de tus pasos
que se empapaban al andar hacia la distancia,
lo más lejos de mí y de mis brazos,
los que fueron tu refugio en tu leve estancia
por el calor que te brindaban mis trazos
cuando aún te dibujaba,
¿recuerdas aquellos juegos que hacías entre lazos
cuando aún me escribías poesías enredadas?
solíamos decir que eran más profusos los casos
en los que la asonancia dirigía tu rima ilimitada,
tan asimétrica como tú o lo que bebes en este vaso…
tan similar a ti que me parecía tan vaga…

Anoche mientras me encerraba en el ático,
como hacíamos cuando aún solías estar aquí,
me dispuse a escuchar nuestra canción,
su ritmo fantástico y suave, un tanto feliz,
y ubicado en el espacio de tu interior…
oh, qué ritmo tan nostálgico para mí,
tanto es así que, brevemente, tu corazón
parecía latir al lado de donde sollozaba mi voz.
¿Por qué mi ansía por recordarte?,
¿qué se puede decir de mi sentir y mi bajón
que no me hayas reprochado ya al imaginarte?,
¿quién cometió el error y consiguió hacer lucir
las nubes grises en mi cielo al nublarse?

Tal vez nuestro amor se desvaneció
culpa del mal presagio en tu cara,
del negativismo que cargabas en cada flor
que me dabas esperando que la aceptara.
Tu baja autoestima solía entorpecer tu acción
y tus caídas podían verse cuando murmurabas
sentirte una tonta, una inútil, y con razón,
no serviría de nada negar lo que estropeabas.

Allí empezó la discusión,
¿esperabas recibir apoyo?
decías que no podía sobrepensaba en todo,
porque nunca daba todo mi corazón,
porque no era incondicional y estaba loco,
porque no sabía lo que sentías,
porque no entendía tu voz.
Esta carta a todas tus catástrofes
la escribo porque en el fondo sólo querías calor,
porque tú eras la que perdía la esperanza,
porque te herí con confianza y sangraste afección.
La culpa no es mía, ni de mis palabras
que hoy cometen un suicidio de represión,
eras tú la que no entendía cómo te amaba
y asumías que fueses un simple espectador.

Sin embargo,
antes de subir al taxi,
tu voz cayó y me levantó cargos
para que mi libertad no fuese fácil,
«Irresponsable» fue la cita de aquel rayo
cuyo relámpago tronó tan frágil
y en mi conciencia carbonizó en el impacto
de un «Inmaduro egoísta» forjado a mástil
para tu bandera de hechizos y encantos
más malditos que tu evasión tan ágil.

Y bajo las persianas si me siento ausente,
subo la mirada si vienes de frente…
no me verás caer jamás.
Levanto el teléfono si llama mi mente,
cuelgo si es tu recuerdo persistente…
no, por mí no caerá.

Y el puto orgullo que decías que tenía
me levantará para salir adelante
para que antes que termine esta poesía
seas consciente de que no me hieres,
que no tendrás la razón en mi guarida
aunque a ojos del resto seas boyante
en esta economía residente de la vida
y yo el privilegiado de escasos bienes…
a no ser que…
a no ser que esta mañana un periodista
me comunique que has abandonado,
que el teléfono esta vez sólo me diga
que lo siente por lo que he pasado,
que anoche te haya tocado mal taxista
y ya no tenga caso escribirte lo pasado.

Y yo que pensé que se arreglaría,
que nunca te perdería,
que tan mal no te sentías
o que al menos a alguien más encontrarías,
que me olvidarías
como yo olvido a todos por sus tonterías.
¿Realmente te hice tanto daño con lo que decía?

Siempre supe que tu amor a mi era más grande
que el yo le puedo dar a cualquier persona…
y en el fondo tú eras consciente de lo tarde
que reacciono a mis palabras y lo que ocasionan.
Al final me acabé perjudicando más yo,
o eso quiero creer cuando mi egoísmo detona,
cosa que hace incluso hoy,
que no me siento culpable por tu soga,
me siento más culpable por cómo soy…
al final tenías razón,
soy todo lo que murmuró tu boca.

Y pese a que ya no esté tu respiración,
recuerdo que una vez suspiraste
y dijiste admirar mi determinación
para superar mis problemas sin tropezarme…
voy a cambiar, te lo juro por mi frustración,
quedarme sin actuar sería defraudarme.
Por lo pronto lo hago por mí, no por el amor
que me diste y que rara vez supe regresarte...

… por lo pronto. Esto no es un adiós.

Y subía las persianas si te sentía ausente
pero hoy bajo la mirada por no reconocerme,
no me volverás a ver así jamás…
levanto el teléfono y decido llamar a quien si te quiere,
están devastados por lo que llegué a hacerte…
cuelgan. Me odian, pero ahora saben la verdad...

supongo que es un avance, ¿no?
Es lo que menos me merezco: repulsión.

Palabras SuicidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora