CAPÍTULO 8

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Paramos un momento en la parte de atrás de unas casas adosadas, jadeando, y nos secamos el sudor de los ojos. 

–Se han ido por ahí.

La patada debe haberme afectado al oído porque es como si las palabras se fundiesen, pero aún así reconozco la voz nasal del controlador. Echamos a correr, escondiéndonos entre la ropa tendida, y saltamos pilas de basura. Wonyoung va delante gracias a sus piernas largas y llega un punto en que pienso que nos va a dejar atrás.

–Wonyoung –consigo decir. Frena el paso y la alcanzamos–. No podemos alejarnos demasiado de In.

–No te preocupes, que no nos alejaremos, Yuri –dice Yena–. Volveremos a por él enseguida.

Vuelvo a oír la voz del controlador.

–Venga tíos, hay que hacerlas salir –se oye más cerca, más fuerte.

Recorro el callejón con la mirada buscando, frenética, un escondite y entonces lo veo: el portal tapiado del canon donde se escondieron Sakura, Yeeun y Bang Chan; un revoltijo de ladrillos derruidos y argamasa desmenuzada. Busco la mirada de Wonyoung y nos entendemos sin hablar. Empezamos a quitar ladrillos y alborotamos un nido de cochinillas. Yena se pone de rodillas y nos echa una mano.

–Se han metido por allí –grita alguien.

Wonyoung suelta un grito ahogado, pero seguimos, empujadas por el pánico.

La voz de Taeil se escucha por encima de las crecientes pisadas de las botas.

–¡Venga, panda de inútiles!

Nos colamos por el hueco y colocamos de nuevo los ladrillos en su sitio frenéticamente.

Contengo la respiración y encojo las piernas, pegándolas al cuerpo, y las sujeto con manos trémulas y sudorosas. El suelo vibra cuando los impes pasan. Noto la agitación del aire en las mejillas y mis manos cambian del rosa al negro y vuelta al rosa cuando sus sombras pasan. Solo cuando mis manos siguen rosas durante un buen rato, empiezo a respirar.

–Se han ido –susurra Wonyoung–. Igual que en el canon.

–¿Qué quieres decir? –pregunta Yena.

–Sakura, Yeeun y Bang Chan se escondían en este mismo portal para que esta misma tropa no los linchasen.

–Qué raro –dice Yena.

–Es verdad –asiento–; es como si el argumento original... –busco la palabra– nos persiguiera.

Wonyoung apoya la cabeza en la pared que tiene detrás.

–¿Cómo coño hemos acabado aquí? –En la penumbra del portal tapiado apenas consigo distinguir las lágrimas centelleando en sus mejillas.

–Es de locos. –Cambio de postura y nuestras rodillas se tocan.

–Quiero volver a casa –dice Wonyoung.

–Y yo –tercia Yena.

Me gustaría que nos pudiéramos quedar para siempre en el portal, acurrucadas y seguras.

Wonyoung se limpia la nariz con el dorso de la mano, cosa que no le había visto hacer jamás.

–Qué gracia, ¿verdad? –dice–. Siempre pensaba que ojalá pudiese entrar en El baile... pero ahora que estamos dentro –se le rompe la voz por la emoción– es una mierda total.

Lo dice en un tono suave y rítmico, a medio camino entre la risa y el sollozo.

–Al menos vosotras habéis leído el libro y visto la película –dice Yena–. ¿Por qué no estaremos en Narnia o en Nunca Jamás... o... en El sueño de una noche de verano? Al menos sabría lo que está pasando.

EL BAILE DEL AHORCADO (HyunRi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora