CAPÍTULO 7

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Nos detenemos ante un edificio derrumbado que reconozco de la película: es la taberna de Elkie. Es a donde Yeeun y Bang Chan llevaron a Sakura después de que lanzase la bomba cardo para celebrar el éxito de su primera misión y para animarla antes de conocer a Hongjoong. Al menos creo que es la misma taberna, aunque está más sucia y tiene mucha más pinta de derrumbarse: la puerta está roída por la carcoma y los ladrillos rezuman una sustancia pegajosa. La verdad es que se parece más a como me la había imaginado al leer el libro, antes de que pasase por el taller de chapa y pintura de Hollywood. Veo el cartel del presidente Dong Wook pegado en la pared, desgastado por la lluvia y rasgado por el viento,  igual que en la película. Pero a este presidente le han dibujado cuernos en la cabeza y una soga alrededor del cuello, un detalle que no aparecía en el libro, ni en la película, ni en mi imagen mental que yo tenía del lugar. Un detalle que le da un aterrador aire de realidad.

–Elkie te va a dejar el brazo como nuevo –le dice Yeeun a Bang Chan.

Esto confirma mis sospechas y me doy cuenta de que estoy en el mismo punto que Sakura, justo a la izquierda de la puerta. Me invade una sensación inquietante de que estoy siguiendo los pasos de un fantasma.

Bang Chan señala a Wonyoung con la cabeza.

–¿No crees que quizás no sea buena idea restregarles a esta gema de imitación por las narices? Algunos días los parroquianos no son de lo más recomendable, y por mucho mono que lleve, tengo la impresión de que aquí en la calle no hemos engañado a nadie.

–¿Tienes alguna idea mejor? –replica Yeeun–. Estás sangrando tanto que no vamos a conseguir llegar al otro lado de la ciudad. –Mira a Wonyoung de arriba abajo–. Pero Bang Chan tiene razón: sigues teniendo pinta de gema.

–Con esto puesto no, desde luego. –Wonyoung se mira de arriba abajo, con cara de asco.

–Podríamos romperte un par de dientes –dice Yeeun.

Wonyoung se tapa la boca con un movimiento instantáneo, en parte por la impresión, en parte para protegerse.

–Un poco exagerado, ¿no? –tercio.

–No dirás lo mismo en cuanto los impes crean que es una gema –Yeeun sonríe–. Desearías que le hubiera roto los dientes.

–Relájate, Yeeun –dice Bang Chan–. Si se pone a sangrar ahora por la boca llamará mucho más la atención. –Sujeta a Wonyoung por los hombros–. Puedes caminar encorvada, ¿verdad?

Al cambiar la postura, Wonyoung parece dos o tres centímetros más baja.

Yeeun se echa a reír.

–¡Bueno, todo arreglado! Si casi parece enana... –Esquiva a Bang Chan para poder inspeccionar a Wonyoung de cerca–. Hay que cortarle el pelo; así metido por dentro del mono parece que ocultas algo.

Creo que se va a echar a llorar.

–¡El pelo no!

–No hay rubios en la ciudad, el tinte no está en la lista de necesidades básicas de nadie; pero podemos cortártelo. –Se saca la navaja del cinturón y empieza a frotársela en la camisa. 

Wonyoung palidece de tal forma que las manchas de colorete de las mejillas destacan como pinturas de guerra.

–No va en serio.

–Solo es pelo, Wonyoung –dice Yena–. Es mejor que la alternativa.

–Venga Barbie, a ver qué tal te queda un corte a la taza –bromea In; pero hasta él suena un poco asustado.

Yeeun se le acerca con la navaja y esta vez Bang Chan no interviene. Es evidente que la idea le parece sensata.

Los labios rosados de Wonyoung tiemblan, todo su cuerpo se dobla sobre sí mismo. Y de pronto vuelvo a tener siete años y estoy sentada detrás de ella, haciéndole trenzas, y huele a flor de cerezo y a hierba limón, y los mechones relucen como hebras de oro al reflejar la luz con el movimiento de mis dedos. Quiero coger la navaja y lanzarla al barro, pero algo me lo impide. Supongo que es el miedo. Por cómo la miraban aquellos impes; por el odio que había en sus ojos.

EL BAILE DEL AHORCADO (HyunRi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora