CAPÍTULO 29

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Wonyoung abre los ojos de golpe. Mira directamente hacia mí. Al principio solo debe de ver en el reflejo de los cristales lo mismo que veo yo: un mundo de luz suave y siluetas bronceadas. Pero me doy cuenta de que su mirada cambia, de que su cara pasa de expresar satisfacción a transmitir sorpresa cuando deja de contemplar su propia imagen y me mira a los ojos. Poco a poco, muestra un semblante de aceptación, como si hubiera sabido que la encontraría aquí.

Experimento un único impulso: el de huir. Vuelvo a arrastrarme en dirección contraria por la rama mientras mis lágrimas caen sobre la madera que tengo debajo e inicio el alocado descenso por el árbol. Me olvido por completo de los consejos de Hyunjin: me precipito, me revuelvo, reboto entre las manos y la cabeza. Se me resbala el pie en la última rama y el suelo parece elevarse  desde la nada, me golpea en la espalda y me deja sin aire en los pulmones. Me quedo allí tumbada, lanzándole una mirada asesina al cabrón del árbol, engullendo bocanadas de aire vacías, con la sensación de estar a punto de asfixiarme y tratando de sacarme de la cabeza la odiosa escena que acabo de presenciar.

La oigo antes de verla. El crujido de sus pisadas sobre la grava, su suave voz gritando frenéticamente mi nombre.

–Yuri. Yuri.

Se arrodilla junto a mí.

–¿Te has hecho daño?

–Sí –consigo articular.

–¿Te has dado en la cabeza?

Me llevo una mano a la frente.

–No.

Me ayuda a incorporarme hasta quedar sentada. La dulzura picante de su perfume me tranquiliza, pero entonces solo consigo enfurecerme conmigo misma. La observo durante un momento. No lleva maquillaje, las extensiones de pelo rizado le caen libremente por los hombros y se ha envuelto el cuerpo en una sábana blanca de satén, seguramente más para ocultar su desnudez que para protegerse del frío. Su aspecto es tan natural que, por un instante, vuelve a ser simplemente Wonyoung.

–¿Qué está pasando?

La vulnerabilidad de mi voz me sorprende a mí tanto como a ella.

–Lo... Lo siento. No sé qué más decir.

–¿No quieres irte a casa?

–Creía que sí. Pero entonces ocurrió esto.

–¿El qué? ¿Yeosang?

–Supongo... Y más cosas. –Traza un gran círculo con la mano–. El País de las Maravillas.

–Mierda, Wonyoung. No lo estás haciendo por amor, ¿verdad? Solo quieres ser uno de ellos.

Me pongo en pie con dificultad. Todavía me duelen los pulmones, mi cuerpo sigue pidiendo oxígeno a gritos, pero la indignación va cobrando fuerza y consigo erguirme.

–¿Por qué no? –Ella también se levanta, y la sábana se ciñe a su alrededor como si fuera una capa de glaseado esculpido con gran esmero–. Los gemas me tratan bien. Los impes me trataron como a una leprosa, me cortaron el pelo, intentaron ahorcarme, me encerraron en una torre.

–Sí, a mí también trataron de ahorcarme, ¿te acuerdas?

–Entonces lo entenderás.

–Pues no, la verdad es que no lo entiendo. Si hubieras visto lo que yo he visto, cómo tratan los gemas a los impes en realidad, no tardarías en cambiar de opinión.

–Y tal vez, si estuvieras en mi lugar, fueras tú quien cambiaría de opinión.

La frustración me hace apretar los puños.

EL BAILE DEL AHORCADO (HyunRi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora