CAPÍTULO 5

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Un hombre aparta a empujones a la multitud y corre hacia el cuerpo retorcido de Chaewon. Lleva el mono gris reglamentario de los esclavos impe, de los impes que trabajan en Los Pastos para los gemas. Veo lo incómoda que se ven en la vida real, con esa tela basta y mal cosida. Cae de rodillas en el charco de sangre y la aprieta contra su ancho pecho casi sin esfuerzo. Una de las manos de Chaewon cuelga sin vida y se estremece, como si descansara en un sueño. Vuelve a estremecerse y empiezo a preguntarme si seguirá viva, pero entonces me doy cuenta de que su cuerpo menudo se agita con las sacudidas de dolor del impe que la abraza. De pronto siento que debería apartar la vista, que les estoy robando la intimidad.

A su alrededor el suelo estalla con los disparos de los guardias. Quiero gritarle que corra, que huya, pero mis labios no se mueven. Levanta la vista y, no sé por qué, sus ojos se encuentran con los míos. Nos miramos fijamente y estudio su cara. Hasta el último recoveco de su piel caoba está sucio de tierra, y su nariz ha parado demasiados puños. Lo reconozco de la película: es Bang Chan; uno de los rebeldes leales a Hongjoong y responsable, al menos en parte, del reclutamiento de Sakura. Los tendones del cuello se le tensan como varillas. Él también cree que les estoy robando la intimidad.

Los disparos hacen que algunos de los gemas vuelvan la vista hacia allí. Sus bellos rostros pasan de la alegría al horror y se cubren las mejillas con las manos. Cunde el pánico en la multitud. Unos cuantos gemas se lanzan hacia las puertas metálicas laterales del Coliseo, las que conducen a Los Pastos.

Los guardias dejan de disparar por miedo a atravesar una tripa que no deberían el tiempo justo para que una mujer, también vestida con el mono gris, caiga sobre ese hombre. Le tira del uniforme mientras sus finos labios van articulando órdenes a voz en grito. El pelo, negro como un ala de cuervo pero ya canoso, le revolotea alrededor de la cara. Es Yeeun, la otra rebelde responsable del reclutamiento de Sakura. Tiene el mismo rostro duro que la actriz de la película, aunque no exactamente igual.

Bang Chan se pone de pie y agarra a Chaewon como si fuera una niña dormida. Se detiene un instante y su mirada se topa con la mía. Luego mira a In y no sé qué impulso lo sacude, que le provoca un cambio en sus ojos oscuros. Vuelve a tender a Chaewon en el suelo, en su propia sangre, le susurra algo y echa a correr hacia nosotros con los brazos extendidos. Ni siquiera me muevo, escudada en la incredulidad, pero cuando me estira de la túnica siento la sangre que le mancha las manos.

-¡Rápido! -ruge-. Venid conmigo.

Miro a In, esperando que se encoja de hombros como si no pasara nada, pero me mira con ansiedad. «Estamos en El baile del ahorcado», me dicen sus ojos. Casi me echo a reír. «Estamos en El baile del ahorcado». 

Bang Chan me sujeta los hombros.

-Por el amor de Dios, no duraréis aquí dos segundos con todos estos gemas. -Me agita hasta que nuestras narices casi se tocan.

Es de mi altura, lo que me sorprende porque en la pantalla parecía muy grande... Entonces caigo en la cuenta de que estoy subida a un escalón. Sigo sin moverme, atrapada entre el shock y la risa. A esta distancia veo que también es un poco distinto que su otro yo cinematográfico: la estructura de la cara es más robusta, los ojos son de un castaño más intenso.

Me echa hacia atrás, frustrado, y me sujeta las mejillas entre los dedos calientes y resbaladizos.

-Mira.

Me obliga a contemplar el estrado, donde nueve cadáveres cuelgan, inertes, de sus respectivas sogas, con los cuellos curvados casi como si fueran cisnes, aunque sus pies ya no bailan; ahora apuntan hacia el suelo.

Yeeun llega corriendo detrás de mí.

-Déjalos, Bang Chan. ¡Que los dejes!

Pero Bang Chan no se mueve.

EL BAILE DEL AHORCADO (HyunRi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora