CAPÍTULO 12

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Reconozco el pasillo por la película: es estrecho, de piedra y nos lleva a las profundidades del vientre de la iglesia. Hongjoong encabeza la marcha, un poco encogido para no golpearse la cabeza en el techo abovedado. Sakura recorrió este mismo pasillo pero, a diferencia de mí, no tenía ni idea de lo que le esperaba tras la puerta de madera. Una adivina sin rostro. A veces es verdad que ojos que no ven corazón que no siente.

–Esto mola mucho. –In me aprieta y me suelta la mano rítmicamente. Todavía tiene las muñecas rojas y doloridas a causa de las ataduras que le acaban de quitar–. Vamos a ver a Baba.

Lo silencio con una mirada de reproche; lo ha dicho de una manera, tan emocionado, que cualquiera pensaría que vamos a conocer a una famosa. Seguimos a Hongjoong hasta la cámara. Es igual que el decorado de la película, pero el aire está tan cargado de algo dulce y fresco, tal vez polen de lirio, que el ambiente es opresivo, casi pegajoso. Me resulta peculiar que huela a flores un lugar donde escasea tanto la vegetación. Me imagino que veo el fantasma de Sakura caminando a mi lado, a punto de conocer a Baba. Y de pronto me invade la sensación de pérdida. Sakura está muerta.

«¿Sakura está muerta?», dice una voz, como un eco de mis pensamientos.

Sé exactamente dónde encontrar a Baba, encorvada en una esquina como si fuera una montaña de harapos. Levanta la cabeza y la veo. El libro describe que un retal de piel estirado sobre la cara parece que le cubra los ojos y las fosas nasales, y que la boca no es más que una estrecha abertura, como si mucho tiempo atrás el bisturí de un cirujano hubiera querido oírla hablar. En la película era incluso peor, una especie de monstruo horripilante sin facciones. Pero la mujer que tengo ante mí parece que duerma, con los pesados párpados bien cerrados. Ni siquiera aparenta ser demasiado vieja, tal vez es de la edad de mi abuela, aunque la piel se ve blanda y pastosa, como si al tocarla con un dedo le fueras a dejar marca. La única verdadera rareza es que no tiene fosas nasales, pero no lo veo hasta que echa la cabeza hacia atrás.

In suelta el aire despacio. Es evidente que esta apariencia más soportable de ver ha sido una decepción para él.

–Qué lástima, Sakura me caía bien –se lamenta Baba.

–Pero si no la conoces –replica Hongjoong.

–Bueno –el tono de Baba es de cierta indiferencia–, me iba a caer bien.

Hongjoong ahueca un cojín y se lo coloca en la espalda.

–¿Quieres que mire cómo va el fuego?

Resulta extraño ver a Hongjoong tan atento cuando hace solo unos minutos antes sujetaba a In a punta de navaja, y eso es lo que da tanto miedo: que es totalmente imprevisible. Puede ser todo sonrisas y cojines ahuecados y al momento pasar al momento psicópata. En el canon es igual, solo que ahora la navaja es de verdad.

Tengo la sensación de que a Baba le ocurre lo mismo, de que no es capaz de confiar en su amabilidad. Hace un gesto con la mano para indicar que no es necesario.

–No gracias. Me apaño sola.

Baba se vuelve hacia mí, como si pudiera entrever mi figura a través de los párpados. Son tan finos que tal vez sí que puede.

–¿A quién me has traído en lugar de Sakura, Hongjoong?

–Sabe Dios –responde él.

Baba se echa a reír y mueve los ojos bajo los párpados como si fueran polluelos dentro de un huevo. Me tiende una mano temblorosa que estrecho sin pensarlo un segundo. Me preparo para una descarga de dolor, para el disparo de fuego que pasará de su alma a la mía... Pero no ocurre nada.

EL BAILE DEL AHORCADO (HyunRi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora